Uno de los recuerdos adolescentes más asentados en mi inmadurez actual, es el de la profunda conmoción que me produjo ver la película El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968), filme donde se adaptaba la novela homónima de Pierre Boulle. De joven, mis ilusiones ya resultaban ser castillos de arena y me sentía tan desolado como el protagonista fílmico tras comprobar cómo sus temores emergían de la arena.
Pese a que con anterioridad había leido los tebeos que la editorial Vértice había publicado sobre la franquicia simiesca y aunque había podido ver –dado su enfoque juvenil– la teleserie que continuaba la trama planteada por Boulle, el impacto que me produjo la película transversalizó mis inquietudes vitales e intelectuales. Desde entonces, mi sensación de ser un verso libre limitado por renglones escritos en prosa elaborada, encontró su iconigrafía para una sensibilidad que ya había sentido musicada en la odisea de David Bowie trasmutado en Ziggy Stardust.
¿Cómo podía sentirme más identificado con el coronel George Taylor interpretado por Charlton Heston que con el Han Solo encarnado por Harrison Ford o el Pee Wee protagonista de Porky’s (Bob Clark, 1982)? Muy sencillo: las chicas que frecuentaba no querían ser princesas y las duchas en el instituto eran siempre frías. Pero, al igual que Taylor, me veía atrapado en un mundo donde se me presuponía privado de la capacidad de razonar.
Transmutar a los profesores en “gorilas” y a los adultos en “orangutanes”, resultaba más natural que visionarlos como “moradores de las arenas” o “copuladores de prostíbulos”. La principal diferencia con el astronauta era y es que no estoy solo. Quizá en las películas que vivimos después nunca ganamos los buenos; pero no han logrado convertirnos en hombres de traje gris y seguimos disfrutando del sabor a chocolatina, piel, saliva y sudor.
Aquí estamos. Los años pasan, pero las desigualdades se mantienen. Nos demonizan como vagos. Nos llaman “legión”, porque somos muchos. Al igual que en El planeta de los simios la evolución tecnológica ocasionó la involución humana, en este país llamado España la supresión de derechos sociales puede provocar La rebelión de los nimios.
Por fortuna, no estamos solos. Bajo el lema “Son personas, no son números”, Cáritas Española ha decidido lanzar una nueva fase de la campaña “Cáritas ante la Crisis”, que se puso en marcha en otoño de 2008 para dar respuesta a la grave situación de precariedad social que está afectando a muchas familias en nuestro país y, en especial, a las personas más vulnerables y en riesgo de exclusión.
http://www.caritas.es/qhacemos_campanas_info.aspx?Id=582
Nino Ortea