Me
gusta observar a los demás en sus actividades públicas, y lo hago sin disimulo.
Esta curiosidad indisimulada me ayuda a adaptar mi comportamiento al de mi
entorno, a la vez que aviva mi imaginación, ya que suelo añadir escenas que
anteceden o continúan aquella que me llamó la atención.
Me
sorprende sobremanera la uniformidad social con la que asistimos a la escuela
de la vida, me decepciona la manera en que nos desvirtuamos para poder
acomodarnos en moldes despersonalizados, fundidos al patrón de datos
estadísticos. El paisaje humano se vuelve monocromático salvo por
pinceladas chillonas de vulgaridad. Habitualmente,
observo las mareas de mis conciudadanos al confluir en puertos de ocio, y se me
asemejan a un mar muerto de sentimientos, cuyas aguas vitales sólo cobran vida
al móvil de unos teléfonos a los que adjetivan con una inteligencia que desprecian
para sí.
Los
diferentes –los que, por ejemplo, en bares y en rompeolas no tenemos la mirada
hundida en nuestras terminales celulares, sino que a flote del capricho de nuestras
admiradas– provocamos el recelo entre quienes envidian nuestra falta de
disimulo al admirar vidas en desarrollo y cuerpos en movimiento.
En
esta época de artificiosidades y apariencias, el hacer algo natural con
disfrute basta para convertirte en monstruo de feria. Llevo un rato sentado en
un banco con mesa del Parque de los Pericones. Mientras escribo enninaciones,
canturreo ocasionalmente alguna de las canciones que escucho en mi mp3. Cantar –aunque
sea mal–, escribir –aunque sea con faltas–, son placeres naturales que deben
asemejarse a actos antinatura a prejuicio de quienes me miran como si fuera un
monstruo monstruoso con aliento de oso.
Si
se acercaran a mí, comprobarían que este monstruo es un asustadizo, débil ante
el hechizo de la vida.
Sin
radio, pero con futuro, ahora es cuando canto…
Lo mío debe ser por la edad, no entiendo muy bien a los jóvenes de hoy, no entiendo que no sepan qué hacer con las manos si no están tecleando en su móvil, no entiendo que estén con amigos, sentados alrededor de una mesa, en una terraza y no hablen, que cada uno esté atento a ese aparatito que, por mí, podía desaparecer y no le echaría en falta.
ResponderEliminarEl que se salga de la regla, seguro que lo tomarán por un bicho raro y lo malo es que le harán el vacío.
Esta juventud, no sabrá disfrutar ni valorar una puesta de sol, un amanecer, una noche estrellada y, lo peor, olvidará comunicarse si no lo hace en abreviaturas.
Ha sido un placer leer tu entrada ¡me alegro de que todavía queden personas cuerdas!
Cariños.
kasioles
Buenas tardes, Kasioles:
EliminarGracias por tu comentario.
Soy más crítico que tú respecto a nuestra deshumanización frente a la tecnología: hasta donde yo lo aprecio, nuestro abandono de ciertas prácticas humanas básicas –conversar, calcular, memorizar…– y nuestra entrega al ¿“intelecto”? de las máquinas no se limita a los jóvenes. Tengo 51 años. Por múltiples razones, me relaciono con personas de (casi) todas las edades y extracciones sociales. Veo a mis coetáneos totalmente empantallados con sus terminales informáticas, descuidando a sus hijos, poniendo en peligro sus relaciones afectivas por un filtreo internaútico… A personas que han desaparecido del asfalto y están enredados en el éter sin que les eche en falta.
Bastantes de mis conocidos son mucho más locuaces en las redes sociales que en los encuentros personales; adultos sin obligaciones que están pendientes de su móvil, pues su vida fingida es más importante que la sentida; yo, que sé lo mío de las adicciones, los veo “empantallados” a sus perfiles sociales con la misma intensidad con la que yo estuve enganchado a los excesos.
El placer es mío, Kasioles. No sólo he disfrutado con esta conversación, sino que te agradezco tu compañía. Loco o cuerdo, lo importante es ser persona y no un pasmarote.
Un abrazo, Kasioles.
Los mutantes tienen que huir de los Centinelas, los monstruos tiene que huir de los Van Helsing.
ResponderEliminarTengo un celular sencillo, que cabe en un bolsillo, saca fotos y tiene algo de Internet, que no uso. No es uno de esos teléfonos sofisticados. Y si ese me hace diferente, no es mi conflicto. Tengo otros.
Muy bien por disfrutar de lo que de placer.
Saludos.
Buenas tardes, Demiurgo:
EliminarMe parece muy brillante tu paralelismo con “hijos del átomo” y con bestiarios góticos, la Ficción es en muchos casos una reflexión personalizada sobre la Realidad común.
Como bien escribes, uno ya tiene bastantes conflictos vitales como para enredarse con los triviales. La necesidad mayoritaria de sentirse aceptado por el grupo, hace que la legión de los hombres sin alama pero con Instagram, nos señale con el dedo al atisbarnos, como en una escena sacada de la película “la invasión de los ultracuerpos”.
Mi móvil es bastante bueno, creo. Me lo ha regalado un amigo, Alejandro.
Desde que encuentro el placer en lo sencillo, mi disfrute se ha vuelto cotidiano.
Un abrazo, Demiurgo.
Me encanta ser "la diferente"... pararme al borde del camino y quedarme a observar, al resto del mundo.
ResponderEliminarY me gusta que vos, Nino, seas diferente...porque adoro tus letras, tus reflexiones.
Besotes.
Buenas tardes, Alma:
EliminarMi condición de “diferente” no me vuelve en indiferente ante las muestras sinceras de aprecio. Gracias por tus constantes muestras de aprecio.
El conocer a personas como tú, Alma, es la prueba de que las nuevas tecnologías son muy útiles para vincular a desiguales, a personas de vidas diferentes pero de ansias similares, ya que sólo buscamos vivir en paz y libertad.
Es siempre un estímulo el leerte, Alma.
Un abrazo.
El fondo de esta cuestión daría para regueros de tinta! Lo cierto es que deoendemos de la tecnología para muchas cosas, pero de nuestra mano esta convertirnos en adictos a ella. Creo que , en gran parte, lo que sucede es que se ha convertido en "ese trago socialmente aceptado" que llevamos al exceso hasta emborracharnos.
ResponderEliminarUn abraz☆ de luz.
Pd. Pronto llega mi edición impresa de bloguea o revienta! Estoy deseando leerla en papel... le sigo eligiendo frente a la pantalla.
Hola de nuevo, compañera AtHeNeA:
EliminarPues sí, ayer mismo me pasé casi dos horas hablando sobre este tema con una conocida que acababa de leer esta entrada. Mientras paseábamos de ida y vuelta por “El muro” hasta la estatua de “La lloca”, nos fijábamos esporádicamente en personas que iban absortas con la pantalla de su teléfono.
Encuentro acertadísima tu metáfora con el embriague de alcohol. Hoy mismo, en la frutería, un par de clientes me preguntaron por primera vez si podían pagar su compra con el móvil. A una de ellas, con la que tengo un poco de confianza, le comenté que creo que el uso de dinero en metálico es un ejercicio de libertad. Inmediatamente me arrepentí, pues comprendí que esas opiniones me las debo guardar.
Gracias por comprar un ejemplar de «¡Blogea o revienta!», la próxima vez que nos veamos te regalaré una copia y otra de la novela en inglés que publicaré en unas semanas. Confío en que te resulte amena la lectura, ya me contarás qué te parece el resultado final de la impresión.
Un fuerte abrazo, AtHeNeA.
Toda la razón. A la vuelta de unos años habrá varias nuevas patologías por esta adicción tan tremenda por los móviles. Yo prefiero como tú mirar alrededor. Saludos.
ResponderEliminarBuenas tardes, Mara:
EliminarCreo que ya sufrimos esas patologías: la semana pasada se publicó un estudio (creo que era un informe PISA) en el que el porcentaje de adolescentes que sufrían ansiedad de no poder conectarse a Internet era muy alto, al igual que era elevado el número de horas diarias que permanecían “en línea”.
Me alegra saber que también te gusta mirar el transcurrir de la vida: me puedo quedar absorto mirando el color del cielo u observando la resistencia de un anciano a dejarse vencer por la vejez.
Feliz tarde, Mara.
Eso de observar a los demás en sus actividades públicas tiene mucha conexión con el último post de Nilda, del blog:
ResponderEliminarhttp://sirenasahogadasenvodka.blogspot.com.ar/
¡Qué curioso que un parque se llame así! ¿Se utilizaban mucho los pericones cuando la fundaron? Por acá es una danza tradicional.
Abrazo Nino!
Buenas tardes, Frodo:
EliminarGracias por el consejo, he visitado el blog de Nilda y su relato me parece muy sugerente.
Aquí en Asturias “el pericón” es también un baile tradicional; por otro lado, en España esa voz identifica negativamente a una fémina de comportamiento impulsivo, asociado a la brusquedad masculina.
Un abrazo, Frodo.
Si no observaras a los demás, no podrías ser escritor ya que no podrías escribir sobre otras vidas. Soy de las que está enganchada al móvil, pero solo cuando estoy sola.
ResponderEliminarBesos!!
Gracias por tu comentario halagüeño, Ángela:
EliminarMás que de escritor, mi condición observadora es resultante de mi carácter curioso, y de mi consciencia de que soy diferente (de ahí que lo que para la mayoría es algo cotidiano a mí me llama la atención).
Feliz tarde, Ángela.
Ya te comenté el otro día en mi blog al responderte que no entró aquí mi comentario, se debió perder, y te decía que yo creo que todos somos, en menor o mayor medida, adictos a las tecnologías, sino es con el móvil es con el pc, la tablet u otro aparato tecnológico, la prueba está en que estamos pendientes de las entradas de los blogs etc, esto más o menos también se considera un vicio, y es que esa es la droga del siglo XXI, antes existía la del tabaco, y ahora se ha cambiado por esta ¿cual es la más saludable?
ResponderEliminarUn placer volver a estar aquí, Nino.
Un beso y feliz día del trabajo.
Buenas tardes, María:
EliminarEl placer es mío.
Esa tecnología que nos conecta y nos comunica, es a la vez la que en ocasiones nos aísla y nos reduce a meros caracteres en código binario en lugar de personas con rasgos propios.
¿Qué ocurre con los mensajes con los que se queda el espíritu de Internet? ¿Se convierten en mensajes en una botella que, en lugar de alcanzar las costas de la comunicación, se hunden en las simas del olvido?
Prefiero el tabaco a la tecnología. A día de hoy, nunca he soñado con ser un teclado acariciado por dedos lentos, pero sí que he fabulado con ser cigarrillo en labios turgentes. Fumar fue un disfrute, a la vez que un vicio, fue una manera de medir el tiempo, de disimular silencios, de anticipar roces… la tecnología es impersonal, no quema, no huele, no llena los pulmones ni revuelve el estómago,
Gracias por tu compañía, María.
Feliz día del trabajo.
Me ha encantado tu reflexión, amigo Nino, y estoy de acuerdo contigo en algunas cosas como que la tecnología nos aisla del mundo exterior para acercanos a otros mundos lejanos, y sobre todo, nos perdemos otras muchas cosas como las de disfrutar del entorno como cuando viajamos, en lugar de disfrutar del paisaje por la ventana, disfrutamos de la ventana del movil y así muchas cosas, aparte de que también se interrumpen conversaciones de los presentes para atender las conversaciones del movil.
EliminarPero yo no prefiero el tabaco que arde los pulmones y nos mata, yo prefiero las letras que leemos en los blogs que nos hacen arder o volar muy alto, y nos enriquecen, y eso que era una viciosa del tabaco hace años.
Aunque bien cierto es que la tecnología es fría cuando se acaricia el teclado, pero llegan las palabras cálidas al corazón.
Un placer estar en tu blog.
Gracias, Nino.
Gracias, María:
EliminarMás mata la soledad buscada y terca. Más resquema en los pulmones el aire de las palabras que no dije. Más me enferma saber que no fui sincero con el amor, sino que jugué con el deseo. Algunas vidas son humo, la mía lo fue, y de los fragantes, de un aroma a cigarrillo “camel” que apuraba a caladas intensas. Ahora no es nada, su brillo se reduce a recuerdos que intento convertir, gracias a la tecnología, en fantasías de un bloguero.
La tecnología es para mí una herramienta; no soy una máquina, así que no me enviciará.
Mientras te escribo me invade cierta tristeza, resultante de una sensación de vacío vital: no sé cómo vivir los años que me quedan. Me gustaría ser ese Nino al que lees y escribes estas palabras sentidas, pero ese Nino ya sólo vive en un recuerdo que, para evitar que se desvanezca como humo, intento fabular como ficción de futuro.
Una abrazo, María.
Ay Nino tus palabras me han llegado hondo, tanto que he interrumpido el responder los comentarios de mi blog para volver aquí a responderte, porque me has tocado el corazón con lo que has dicho.
EliminarSiento mucho que así te sientas, desvanecido y que vivas de recuerdos, siento que te invada la tristeza, y te sientas así de vacío, parece según me cuentas, que debes de haber tenido una mala experiencia a través de este medio, entonces ahora te comprendo mejor, porque cada uno dice las cosas según sus vivencias, y si tú viviste ese mundo de fantasías como un engaño, y te hizo daño esa relación, entonces ahora te comprendo.
Pero es como la misma vida, también hay desengaños en ella, pero no por una mala experiencia se debe de generalizar, también ha habido relaciones en este mundo que gracias a internet hoy son felices y viven juntos en la vida real, conozco varios casos.
Mucho ánimo, Nino.
Un abrazo enorme.
Hola, María:
EliminarGracias por tu interés, pero no te preocupes por mi bienestar. Digamos que si escribo es que me encuentro bien.
Sin entrar en detalles, mi problema es muy sencillo: nunca me planteé que iba a llegar a viejo (para mí, tener 51 años es ser viejo), por lo que me encuentro bastante desorientado. Además, como consecuencia de la acumulación de excesos, no puedo volver a ser/vivir como lo fui/hice, así que mi escribir tiene mucho de recuperar el pasado.
Por otro lado, nunca me he llevado ningún desengaño ni mala experiencia en el “cibermundo” –sólo hace unos años me llevé un atragantón, pues un cornudo intentó que Blogger me cerrara el blog y se dedicó a denunciar su contenido–. Soy yo quien, por acción u omisión, es responsable de la mayoría de los desencuentros que acumulo en la vida de piel.
Aunque pueda sonar a fanfarrón, me sigue resultando fácil conocer a alguien. Lo difícil, últimamente más bien imposible, es que no me aburra al poco tiempo.
Voy a salir a callejear, pero antes me acercaré por tu blog a saludarte. Llevo toda la tarde ensimismado escribiendo y no me he acercado a leer a nadie.
Lamento haberte preocupado con mis palabras prestas a ser malinterpretadas.
Un abrazo, María.
Me uno a tu plácido instante de observar a los transeúntes, mientras escuchas música, escribes...reflexionas sobre la forma de vida cotidiana, sus engaños (nuestros enredos, también). A mí me da por cruzar puentes, y observar desde ellos, los incontables momentos de vida, que podrían cantar, o llorar, si ellos se hicieran voz de voces... Me resulta muy poético el estado de tus observaciones, así callado, guardando distancia, pero no tan lejano, más bien acariciando los momentos que se desprenden de sus rutinas y te dejan un guiño... ¡Eres mi pianista favorito!
ResponderEliminarAsí, según te veo ahora, me hiciste recordar aquella canción de Billy Joe: El hombre al piano.
Y no sé porqué!
Un abrazo, Nino. Siempre logras entretener y llenar momentos necesarios (para mí, al menos).
https://www.youtube.com/watch?v=1yaC125RMVs
Buenas tardes. Clarisa:
EliminarDisculpa mi retraso en constestarte. Llevo semanas sufriendo migrañas a diario y eso hace que se acentúe mi déficit de atención.
En Gijón apenas hay puentes, ahora mismo sólo me vienen a la cabeza 4, sí que tenemos “pasarelas” para peatones. En tardes como la de hoy mí me gusta sentarme en diques y rompeolas, por suerte los tengo muy cerca de mi casa en los vestigios del antiguo muelle de pescadores y en un astillero casi abandonado. Allí, llevado por esa sensación de intimidad que acompaña la soledad en un espacio público, llego a canturrear en voz alta lo que resuena en mi ánimo.
Detallazo el que me asocies al gran Billy Joel, confío en que mis temas te hagan sentir bien, come le ocurre a la audiencia del pianista. Una de mis debilidades entre la música de Joel es su tema “Don’t ask me why” que aparecía como cara “b” del sencillo “It’s still rock ‘n’ roll to me”. ¡Es una canción ideal para tararear!
Gracias por tu compañía, clarisa.
¡Salud y libertad, compañera!