Jerome Charyn’s
Movieland, chapter
10: Two-Headed
Man
El hombre de dos cabezas XXII
A
Otto Preminger le gustaba bailar con
la controversia.
Contrató
a Joseph Welch, asesor jefe del
ejercito durante el proceso McCarthy, para interpretar a un juez de un pueblo
de provincias en «Anatomía de un asesinato»
(1959). Welch estuvo tremendo.
Otto
continuó enfrentándose a los censores, destruyendo limitaciones. Mostró la ropa
interior de Lee Remick en esa misma película. Manejó el tema de la homosexualidad
en «Tempestad
sobre Washington» (1962); nos ofreció una heroína con el rostro
deformado en «Dime que me amas,
Junie Moon» (1970).
Ahora,
echando la vista atrás, apreciamos poco novedoso o realmente arriesgado en el
trabajo de Otto. Él era un hombre
del espectáculo que se confirmaba enfrentándose a los temperamentos de su
época.
A
“Otto el Terrible” le encantaba una
buena pelea.
El
que su padre hubiera sido Fiscal Jefe de un Imperio, pareció marcarlo de la
mejor de las maneras.
En
lugar de esquivar a los censores, los atacaba.
Llevó
a juicio a los estudios cinematográficos, las cadenas de televisión, y a los
gobiernos locales cuando interferían en el rodaje o distribución de sus
películas.
Como
productor independiente, ayudó a destruir el viejo sistema basado en los
estudios. Ni tan siquiera Darryl Zanuck pudo rivalizar con el torbellino
que rodeaba a la mayor parte de las películas de Otto.
Pero,
lo que resulta irónico hoy en día, es que Preminger
hizo sus mejores obras mientras estaba ligado a Zanuck y la Fox. «Laura» y «¿Angel o diablo?» (1945) poseen una calidad de ensoñación, un empuje
psíquico turbador, de los que carecieron sus películas posteriores.
Sin
tan siquiera ser consciente de ello, Otto prosperó en los últimos años dorados
de la tierra de las películas; antes de la caza de brujas, de la televisión, de
la rebelión de las estrellas, antes de que la legislación antimonopolio separara
a las productoras de sus propias salas de exhibición, antes de la era del
productor independiente...
Fragmento de mi traducción de «Movieland: Hollywood and the
Great American Dream Culture»
–obra de Jerome Charyn, publicada por la
editorial Putnam ©®–.
Hola, amable leyente.
ResponderEliminarHe colgado tres entradas con las que continúo compartiendo mi traducción de «Movieland», ensayo de Jerome Charyn.
Gracias por tu atenta lectura.
Una lectura de cine! Besos!!
EliminarMuchas gracias, cinéfila Maite.
EliminarNunca esta demás volver la vista atrás a ese mundo enrevesado.
ResponderEliminarSalud
Hola, Erik:
EliminarSí, ese volver la vista nos lleva a una realidad no tan distante de la actual.
Gracias por tu comentario, Erik.
Es un mérito ser tan desafiante, sobre todo en ese contexto.
ResponderEliminarSaludos-
Hola, Demiurgo:
EliminarQuizá Otto Preminger –al igual que más recientemente Oliver Stone o Steven Soderbergh– se sintió más cómodo arrinconándose en los bordes de una industria que valora la productividad, no la creatividad.
Un abrazo, Demiurgo.
Hola Nino , como ves ahora el tema de Hollywood , con los directores , guionistas
ResponderEliminary actores, yo creo que Otto se revelo contra lo que estaba apunto de suceder ahora.
Una entrada muy interesante , te deseo un feliz fin de semana para tí y frambuesa.
Besos de flor.
Hola, Flor:
EliminarConfío en que la semana haya arrancado con calma y transcurra con brisa para ti y los tuyos, aristogata.
Sí, ahora que el futuro nos ha alcanzado es evidente que la Inteligencia Artificial nos lleva a un pasado tenebroso similar al que ensombrecía a nuestras sociedades durante la “guerra fría”: tras un espejismo de libertad y progreso, amenazan el control y la desconfianza.
¡Remiáu, Flor!
Buenos días, Nino. Siempre que te leo es un aprendizaje, un disfrute de conocimientos. Es estupendo aprender de Otto y sus películas; de sus rebeldías y formas propias de hacer cine en tiempos de censuras y poderes dominantes. Y como bien expone Charyn, lo curioso es que sus mejores trabajos fueron en esa época de disputas y controversias.
ResponderEliminarAparte de tus otras muchas cualidades como creador literario, eres un buen traductor; creo que es sumamente difícil hacerlo y más de una obra de Charyn tan específica (sobre cine), y complicada por todas sus connotaciones. Gracias por todo lo que aprendo y disfruto.
Feliz agosto, Nino. Que las sonrisas y la alegría te acompañen, querido amigo.
Siempre atenta a tus novedades...
Abrazos! 🌞
Hola, Clarisa:
EliminarSuperado el rubor que me producen tus alabanzas, retomo la danza de la conversación.
Me encantaba traducir, tanto ensayos como novelas: lo sentía como un trabajo enriquecedor en lo intelectual. No importaba que el texto fuese una novela de Star Trek o un delirio de Alan Moore: siempre aprendía y disfrutaba. Además era una experiencia el sincronizar mi ánimo con el del escritor (sólo he traducido a una narradora, Jessica Abel, el resto fueron voces masculinas) y respetar al máximo su tono. Por desgracia, mis trabajos de traducción se convertían en hercúleos al tenerme que enfrentar con editores-censores-analfabetos; y como no soy un titán, abandoné la lucha con los endiosados editoriales.
Ésta traducción del gran Jerome Charyn tuvo en su gestación una intrahistoria de descontento, todos mis trabajos para la Semana Negra conllevaron afrontar la estulticia de prebostes fatuos. Pero ahora, pasados casi 25 años, me siento muy orgulloso de mi actitud y aptitud.
Confío en que estéis compartiendo tiempos tranquilos y disfrutándolos con intensidad.
Gracias por tu compañía, amiga.