Jerome Charyn’s Movieland, chapter 10: Two-Headed Man
El hombre de dos cabezas XXIII
Estábamos en 1976, el bicentenario del nacimiento de Norteamérica como nación. Había enormes barcos fondeados en el puerto de Nueva York mientras yo trabajaba para “Otto el Terrible”.
Él tenía una mesa de escritorio de mármol blanco, y un altavoz telefónico que le permitía gritarle al aparato desde cualquier esquina de la habitación. Mi oficina estaba junto a la de Otto Preminger. Podía entrar en ella a través de una puerta lateral; y lo hacía frecuentemente, acercándose mientras escribía tranquilamente en mi escritorio.
“Escribe coloquial”, solía exclamar, queriendo decir que debía darle a cada juez de la Corte Suprema un aire distinto, un uso del lenguaje que los diferenciara. Trabajé como un maldito carpintero en esos aires distintivos, pero nunca fui lo bastante "coloquial”.
En 1971 –tras la muerte de la novelista y reina de la comedia burlesca Gypsy Rose Lee– Otto reveló que era el padre del hijo de ésta, Erik Kirkland, quien por esa época era el director de selección de repartos en su empresa. Otto lo adoptó, y Erik Kirkland se convirtió en Erik Kirkland Preminger. Revoloteaba por la oficina de su padre, trabajando en algún proyecto. Me imagino. Había una conexión entre ellos, un silencio juguetón, aunque Otto y Erik –que habían escrito el guión de «Rosebud»– deberían haber estado afligidos por esa película.
John Lindsay llegó una tarde, con el aspecto de una estrella.
De alguna manera yo no podía entender porqué ese hombre alto, atractivo, vivaracho, con sonrisa de alcalde, se le había escapado a la pantalla.
Su imagen, reflejada en la cámara de Otto, parecía atrapada en algún agujero negro, sin iluminación ni vida. Con todo, sentado en uno de los sillones negros de la oficina de Otto, tenía toda la resonancia que la carne humana podía alcanzar.
Fragmento de mi traducción de «Movieland: Hollywood and the Great American Dream Culture» –obra de Jerome Charyn, publicada por la editorial Putnam ©®–.