En mi infancia el mundo era pequeño, del tamaño de mi barrio.
Aunque la imaginación me permitía ir
donde quisiera, no imaginaba otro mundo mejor para vivir que aquél donde vivía:
el barrio de “El Carmen”, en Gijón –antiguo enclave de servicios navales que
había devenido en arrabal de servicios sexuales, prestados por prostitutas tan
ruidosas como vulgares y contratados por “puteros” tan vulgares como ruidosos–.
En mi calle, de apenas doce portales, había tres “puticlubs” y varios pisos que
oficiaban de burdeles. Las rameras caídas en desgracia –muy desgarbadas, desdentadas
e imagino que heroinómanas en su mayoría– tras ser expulsadas de los
prostíbulos trabajaban colándose en las carboneras de los portales o acomodándose
en los recovecos de los muelles cercanos.
Estas mujeres erosionadas frecuentaban
los bares a los que íbamos los vecinos del barrio, donde no sólo buscaban negocio,
también calor humano y cierto sentido de pertenencia. Allí, cuando estaban
sobrias, se les permitía permanecer –normalmente arrinconadas junto a las
máquinas tragaperras– siempre y cuando no molestaran al resto de la clientela.
Algunas, las menos deterioradas, incluso obtenían ingresos extra al realizar
trabajos de limpieza en los mismos portales
en los que trabajaban de noche.
Incluso hubo entre ellas quienes
encontraron algún “benefactor” que las retiró de la vida en la calle. La señal
más evidente de su incorporación a la condición de “vecina” era que dejaban de saludar
a sus antiguas colegas y clientes, por lo que pasaban de presencia ruidosa a
silenciosa, a menos que el espíritu del vino hiciera presente su pasado.
Recuerdo en especial las tardes-noches de los domingos. Iba con mi familia al bar “El Nalón” o al restaurante “Riscal”. Allí, mi padre y hermana veían el partido de futbol en la tele en color. Mi madre alternaba la lectura de la prensa con la atención a las jugadas destacadas y la conversación con nuestros convecinos, incluidas las meretrices reconvertidas.
Las tardes en que tenía suerte yo
llevaba tebeos al bar y, una vez releídos, calcaba algunas de las viñetas
usando servilletas de papel. Pero era más habitual que cargase con libros y
cuadernos de ejercicios, para acabar de hacer los deberes o castigos escolares
a entregar el lunes. Cuando los finalizaba, no era raro que una de aquellas
mujeres perfumadas en pachuli me regalara alguno de los tebeos que ellas leían,
cómics a los que solía faltarles la cubierta o las páginas centrales, al igual
que a sus propietarias les faltaba algún diente. Aquellas mujeres me ofrecían
con tanta ternura los cuentos que mi madre nunca rechazaba el regalo, pese a
que mi padre soliera carraspear su desacuerdo.
Aún guardo alguno de aquellos tebeos.
Recuerdos descoloridos como el decorado mismo.
ResponderEliminarSalud.
Hola, Erik:
EliminarSí, son recuerdos descoloridos pero no diluidos por el paso del tiempo.
Un abrazo.
Una experiencia de vida realmente especial. Un beso
ResponderEliminarHola, Susana;
EliminarSí, el periodo de Transición política lo fue también de metamorfosis social.
Un abrazo.
Interesantes esos recuerdos costumbristas que, por alguna razón, me recuerdan a Roberto Artl.
ResponderEliminarEs interesante que los vecinos dialogasen con esas nuevas vecinas, sin importarles el pasado.
Y que esas mujeres perfumadas leyeran cómics, que te regalaran algunos. Algunos de los cuales conservás.
Una buena crónica. Saludos.
Hola, Demiurgo.
EliminarTodo un estímulo el que hayas apreciado en este texto un recuerdo al excelso Roberto Arlt. ¡Gracias!
Hasta entrada la década de los 80, la lectura de “tebeos” (mayoritariamente historietas cómicas o de aventuras de autoría española) fue una práctica muy extendida. Las revistas antológicas, donde se combinaba el reflejo costumbrista con el esperpento humorístico) eran leídas también por adultos (muchos de los personajes eran trabajadores atrapados en realidades incómodas, ladrones por hambre o sirvientas explotadas). Aprendí a leer de las viñetas de un tebeo: “El capitán Trueno”.
Un abrazo.
Recuerdos imborrables en los que se entremezclan la dulce familia con la amarga vida de estas mujeres que vivían un infierno con su propia vida. Me alegro ya sea por caridad o por pura empatía que hubiera gente dispuesta a ayudarlas y salir de su propia prisión.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Nino, y espero hayas pasado un buen verano.
Hola, Miguel:
EliminarDisculpa mi uso de un símil cinematográfico, pero si transmutara en fotogramas mis recuerdos infantiles y juveniles, éstos resultarían en una mezcolanza de “Amarcord” (en blanco y negro) y “Los inútiles” (en color).
Un abrazo.
Recuerdos muy tiernos. Besos 😘😘
ResponderEliminarHola, Maite:
EliminarPese a que fue una época dura, mis recuerdos de infancia son tiernos gracias al cuidado de mis padres.
Un abrazo.
Que maravillosos!
ResponderEliminarMuchas gracias, Kinga K.
EliminarNino, a menudo no identificamos desde dónde acuden los tiernos recuerdos
ResponderEliminarque nos hacen felices.
Hasta que una imagen ocasional, un tarareo, nos desvela su procedencia.
Sea cual sea la causa, bendita sea. Saboreemos su dulzura.
Saludos.
Hola, Ana Mª:
EliminarSí, en mi caso, el recuerdo –o quizá la evocación– brota de manera espontánea, de ahí que ocasionalmente aparezcan semblanzas cuando creo estar fabulando.
No tengo una memoria fotográfica ni un cerebro ordenado, lo que hace que cuando cuento una historia vivida mi discurso sea desequilibrado –faltan referencias a rasgos físicos o colores (no suele fijarme en ellos, salvo que me llamen la atención), las acciones ajenas aparecerán subordinadas a las mías,…–. No soy testigo de lo ajeno y soy recreador de lo propio.
Un abrazo.
Me gusta leerte y cada vez que vengo lograr captar mi atención y hasta aprendo algo nuevo.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Ángela:
EliminarGracias por tu compañía y tus muestras de ánimo.
Un abrazo.
Interesantes recuerdos. Gracias por compartirlos.Saludos cordiales desde Barcelon a
ResponderEliminarHola, Luis Antonio:
EliminarGracias a ti por tu visita, lectura y compañía comentada.
Un abrazo.
Great blog
ResponderEliminarThanks, Rajani
EliminarPlease read my post
ResponderEliminar"Ven y enloquece"
EliminarEl blog de Nino Ortea.
Gracias por visitarme.
https://venyenloquece.blogspot.com/
ResponderEliminarhola hijo mio, como estas? Tanto tiempo que no nos vemos. Este....me fui pa Canada y ahora todo bien :)
Casa de España en Manitoba
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Si eres Español y vas a estar por el Sur Este de Manitoba, Canada visitanos en La Casa de España en Manitoba: https://casadeespanaenmanitoba.neocities.org/
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Españoles SON MUY BIEN VENIDOS!
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Hola, gracias por tu comentario.
EliminarUn saludo.
Nuestras infancias eran en blanco y negro, pero nuestros sueños eran en color. Te animo a que sigas escribiendo sobre tus sueños. Un saludo. Carlos
ResponderEliminarHola, Carlos:
EliminarGracias por tus palabras de ánimo.
Un saludo.
Nino..me da mucha alegría reencontrarme con tus letras para venir y enloquecer de nuevo...los recuerdos de la manera que son contados al pasar el tiempo, parecen poemas...bssss
ResponderEliminarHola, Diva:
EliminarGracias por tu visita y comentario, compañera.
Confío en que las cosas te marchen bien.
Un saludo.