Soy una persona excéntrica –no extravagante, estrafalaria o estrambótica–.
Toda
mi vida descentrada ha transcurrido ajena a la normalidad –en algunos casos a
pocos milímetros de distancia; en otros, a kilómetros–.
Por
suerte soy un hombre con rasgos
agraciados, un hombre con facilidad
de palabra, un hombre con un
lenguaje físico seguro, un hombre
con ánimo firme… Quizá una de mis mayores suertes sea la de ser un “hombre”, ya
que este hecho hace que muchas de mis peculiaridades sean toleradas, aceptadas
o incluso resulten atractivas –mi indocilidad hace que se me elija como líder,
mi individualismo lleva a que me fantaseen como pareja–. Estas peculiaridades
tienen más de penalidades cuando perfilan a una mujer, en la que la indocilidad
sería señalada como amargura y el individualismo como ‘zorrerío’.
Todo
mi apoyo y admiración a mis compañeras indóciles e individualistas.
Comparto tu apoyo y admiración a las compañeras.
ResponderEliminarSalud.
Hola, Francesc:
EliminarMuchas gracias.
Un abrazo.
Ser hombre tiene sus ventajas y la excentricidad es un lujo bastante permitido :))
ResponderEliminarSer mujer también tiene sus ventajas; pero que sean las compañeras las que los expresen. Aunque algo que las hace únicas: la maternidad.
Abrazos, Nino!
Hola, Miguel:
EliminarCreo que la excentricidad nunca es un lujo, es una naturalidad. Otra cosa es la extravagancia que puede ser un lujo, aunque habitualmente resulta de una necesidad de ser reconocido/señalado por otros.
Un abrazo.
Lo que describis son virtudes, talento, que no está demás tener.
ResponderEliminarY si atraen a mujeres, está claro que son reales.
Saludos.
Hola, Demiurgo:
EliminarEl problema de ciertas virtudes es que no resulten del talento, sino de la falta de tiento: la castidad es la condena de mucho casquivano.
¡Ah, las mujeres! La atracción y la traición fueron causa y efecto de mi fama de desafecto. Pero no tenía la culpa de ser como soy, no como ellas querían que fuera.
Ahora, a mi provecta edad, sí puedo fabular como virtud la castidad.
Un abrazo.
jajajaja estás empeñado en situarte en el ostracismo social y ya te he dicho q mi impresión es q no eres raro, ni excéntrico, ni extravagante..si acaso peculiar, personal e intransferible, con un fantástico sentido del humor que espero y deseo, dibuje amplias sonrisas en tu cara y aún mejor dentro de ti. Abrazo fuerte NINO...
ResponderEliminarIba a decirte q yo sieeeempre me voy sonriendo de tu casa ...pero se me escapo
EliminarOotra vez .se me escapó...el escapó sin acento 🤦🏼
ResponderEliminarHola, MARÍA:
EliminarEs vital no llegar sin aliento al final de la escapada, por lo que cuando se nos despista un acento lo mejor es tomárselo lento. ¡Ah, la Ortografía, norma que anormaliza a quien con libertad la personaliza!
Yo no me empeño, son otros los que me despeñan. Como buen excéntrico no busco que los centrados me señalen como malo por ir por libre, pero entiendo que lo hagan ya que la imagen que proyecto es la de ser King Kong, cuando soy la mona Chita (pero sin apellidarme Callando).
Me alegran, reconfortan y animan tus risas.
Un abrazo.
Sí, a nosotras se nos critican cosas que a vosotros os alaban. El machismo es muy evidente. Besos 😘😘
ResponderEliminarHola, Maite:
EliminarTemo que la discriminación basada en estereotipos formará parte de nuestra segregación social hasta el fin de los tiempos.
Un abrazo.
Pues sí, a nosotras se nos exige probar cosas que en vosotros se dan por hechas. Un beso,
ResponderEliminarHola, Ángela:
EliminarTemo que a la exigencia externa, se une la autoexigencia.
Un abrazo.
Dos cosas destacar del post: tu identidad para ser lo que quieres ser: proverbialmente excéntrico e indócil, pero un hombre que reconoce para la mujer el no domeño,pues cuán sufre hoy la mujer el agobio y violencia del varón. Esa indolencia la haría más altiva y emancipada. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarHola, Carlos:
EliminarDentro de lo que se me permite ser, dadas las limitaciones endógenas y las exógenas, practico para ser cómo me gustaría ser. Práctica que a la vez que estimulante –es lo que me aleja del suicidio– es alienante –me acerca a la muerte social–. Mi impronta es excéntrica; mi vida, paradójica,
Un abrazo, Carlos.