Soy una persona excéntrica –no extravagante, estrafalaria o estrambótica–.
Toda
mi vida descentrada ha transcurrido ajena a la normalidad –en algunos casos a
pocos milímetros de distancia; en otros, a kilómetros–.
Por
suerte soy un hombre con rasgos
agraciados, un hombre con facilidad
de palabra, un hombre con un
lenguaje físico seguro, un hombre
con ánimo firme… Quizá una de mis mayores suertes sea la de ser un “hombre”, ya
que este hecho hace que muchas de mis peculiaridades sean toleradas, aceptadas
o incluso resulten atractivas –mi indocilidad hace que se me elija como líder,
mi individualismo lleva a que me fantaseen como pareja–. Estas peculiaridades
tienen más de penalidades cuando perfilan a una mujer, en la que la indocilidad
sería señalada como amargura y el individualismo como ‘zorrerío’.
Todo
mi apoyo y admiración a mis compañeras indóciles e individualistas.
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