Curioso el que desplegáramos en un domingo de carnaval esa conversación sin máscaras. En la que no me dijiste nada de mi disfraz de friolero, pues sabes que fría sólo tengo la cartera. Por eso nunca la saco de paseo. Por cierto, se me olvidó decirte lo bien que te sienta esa dieta de mejillones al natural. Y que pocos vértigos son tan gratos como el de asomarse al balcón de tu sonrisa; o el de admirar la manera en que logras que los churros quieran llegar al cielo de tu boca, mientras que a mí se me arrojan todos al infierno del chocolate.