Alejado del mundo de la Historieta, Torpedo ha
tenido una larga y próspera vida, pese a contratiempos como el desencuentro con
Glénat Francia que impide la realización de una película de imagen real sobre
Torpedo, producida por Warner Bros. Entre sus correrías fuera de las viñetas,
destacan: Tic-Tac, corto de animación
dirigido por Juan Antonio Rojo –según
el relato recogido en El arte de rematar–
que Manga Films distribuye en 1996. Estamos ante el episodio piloto de un
proyecto fallido de producir una serie animada de televisión basada en el
personaje. Glénat comercializa junto al VHS un álbum homónimo, que reimprime cinco
historias. En 1993 se estrena la obra teatral Torpedo, dirigida por Pepe
Miravete. O en 2005 Abulí, de la
mano de Planeta, publica el libro Los
relatos de Torpedo, donde recoge quince relatos publicados con anterioridad
principalmente por Playboy y Toutain Editor–.
Sexo, violencia, traición y egoísmo pueblan las
páginas de Torpedo 1936. A primera vista, estos rasgos no la diferencian
de multitud thrillers comiqueros –de los relatos de la editorial E.C. al Sin
City de Frank Miller–.
Entonces ¿qué explica el abandono del proyecto por parte de un escandalizado Alex Toth, curtido en mil batallas
gráficas?
Luca Torelli es un asesino a sueldo, timador y amoral.
Italiano de nacimiento –vean Érase una
vez en Italia–, tras probar amargo sabor de la sangre en su Sicilia natal,
emigra a Nueva York y descubre que es más cómodo ganarse la vida sacando humo
de una pistola que sacando brillo a unos zapatos –lean Qué tiempos aquellos–. Este nada apenado viudo de una dama ejecutada
en la silla eléctrica, es un sádico con las mujeres, a las que usa de la que combina
despiadadamente el placer con los negocios. Nuestro disoluto homicida ha hecho
del crimen una empresa. En la mejor tradición del “noir”, cuenta con una
oficina donde recibe a sus clientes; pero a diferencia del Sam Spade de Dashiell Hammet, no descubre el
material del que están hechos los sueños, sino que explora su fragilidad, en
situaciones que harían sonrojarse a los curtidos personajes de cualquier novela
de Chester Himes.
Torpedo demuestra ocasionalmente tener su
corazoncito, llegando a respetar a la mujer ajena o defender a una familia
oprimida; lo que, en la línea de la película Raíces profundas, lo lleva a convertirse en modelo a seguir para un
tierno infante –vean Conmigo no se juega–.
Torrelli cuenta como desleal ayudante con un descerebrado tan depravado como
él; pero carente de su sangre fría. Rascal, nombre del prenda, había sido
contratado para enfriar a Torpedo, pero tras comprobar la catadura del
siciliano opta por guarecerse bajo su sombra.
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