Yo
también fui un hombre lobo
adolescente que aullaba sus penas por soleares; ahora soy un Dorian Gray —narciso frente a mi
decrepitud física— que ante todo teme que sus actos reflejen su degradación
moral. De ahí que, al igual que Basil
Hallward, tupa mis recuerdos con ensoñaciones. Por eso, lo mismo que John Merrick, encapucho mi rostro
frente al prejuicio ajeno. A obscuras y callado logro pasar desapercibido.
Hay
veces en que, por pensar, hasta pienso que ser uno más me ayudará a ser yo
mismo. Consecuencias de mi bifrontismo. Me veo como el otro, cuando en realidad
entre los dos formamos mi yo.
Pero
NO, yo NO soy él. NO soy un animal. NO soy un monstruo. Él es aburrido,
previsible y obsesivo. Él es el Capitán Garfio. Él es MJOS. Yo soy
eternamente joven y divertido. ¡Yo soy Peter Pan¡ ¡¡Yo soy Nino!!
Pero
no hay dos sin tres. Y aquí llega y saluda Marze. Mi tercero en discordia. Son
varias las voces que me identifican, dependiendo de la pista en la que me
encuentre dentro de nuestro circo social. Nino es “el trapecista sin red” en
la afectiva, Marrrrzelinor es “el sorprendente hombre menguante” en la
laboral y Marze es “el doctor memoria” en la educativa.
Nunca
me ha gustado que me llamen Marze.
Me
parece nombre de peluquero o de instructor de gimnasio, no de artista escapista.
En los 29 años que han pasado desde que nos presentaron en la Academía Galileo, he intentado ignorarlo pero no he podido. El cariño
y afecto en la boca de quien así me invoca me impiden rechazarlo. No me gusta
mi nombre; pero sí cómo lo pronuncian. En boca de otros me siento mejor.
Es
agradable el que te muestren agradecimiento. Más allá de mi componente
vanidoso, me gusta sentirme útil. Sin embargo, son muchas las veces en que me
maquillo con hosquedad y autosuficiencia antes de salir al espectáculo. Al
hacerlo busco estar tranquilo; pero acabo solo. No me gusta sentirme solo.
No
sé si sabré desmaquillarme y salir a la vida sin ir a la defensiva. Tendría que
hacerlo con la jovialidad de Nino, la tenacidad de MJOS y la humanidad de MarZe. Quizá no tenga miedo a caer
de mis ilusiones, sino a poder volar con ellas.
¿Y si los sueños son en realidad visualizaciones de otra
realidad que está a nuestro alcance?
¿Y si puedo ser aquél que dicen que soy?
Quizá
si destapo mi cuadro, no vea a ese monstruo que temo. Puede que vea mi vivo
retrato, a ese Nino que desconozco
pero algunos reconocen, saludan y aprecian.
A lo
mejor me atrevería a salir a la calle
sin capucha.
Pero
eso será luego. Ahora me apetece cantar, estoy cansado de pensar; necesito
volver a sentir. Tengo que acordarme de darle cuerda a mi corazón de lata para
que vuelva a ser delator de mis sentimientos con sus latidos.
…”And I still can see blue velvet through my
tears”.
Un cafelito de buenos días y empiezo...
ResponderEliminarPensaba al leerte que no quisiera ser como me ven los demás, pero concluyo que sí, que merecen verme como quieran porque yo no me entretendré en sacarles de su error.
¿Crees que soy seria? Pues no te rías.
¿Que soy arisca? Pues háblame con amabilidad.
¿Que soy cerrada? No me abras, pues.
¿Que no te gusto? Pues no me comas.
¿Que soy autosuficiente? Pues no me ayudes.
¿Crees que miento? Pues no me creas...
Y así, allá cada cual.
Si crees que soy buena gente, pídeme un favor.
Si te gusta mi café, ven a casa que te preparo uno.
Si crees que soy tu amiga, confía en mí...
Yo no soy tres, soy bastantes más y una sola, la mala gente me ha enseñado a dar la cara que cada uno quiere, es decir, a ser yo, como un individuo único, los demás son los que me otorgan las diferencias e incongruencias.
Digo yo...
Un abrazo y tu cafelito de hoy.
Buenas tardes, Verónica:
EliminarCalor, calor y mucho calor. Nada de sombra y fresquito, que Gijón no parece estra en una costa verde, sino en una llanura roja.
Frente a la mayoría de miradas, me es indiferente si me ven como un nuevo “Calimero” o un achacoso “Leoncio el león”; pero ante sus ojos, me gusta que me vea como un “Don Gato” tan maullante como ronroneante.
Mi error fue y (ocasionalmente) es intentar explicarle a quien me describe herrático como jamelgo que no se acerca a la condición de podenco. Y como tal me despide a mí, que no soy condicional, sino facilón, para las cosas del corazón ante la gatita que me invita visitar su callejón.
Yo solía ser legión y estar endemoniado… Ahora camino entre miserables sin apenas darme cuenta de que estoy solo. Ellos dicen que soy un solitario, yo me enorgullezco de mi buen gusto para las mejores compañías.
Calor, calor y mucho calor. La brisa fresca de tu visita me aleja de la deshidratación de ideas, Verónica.
Si te parece, en vez de café compartimos una horchata helada.
Y ahora a refrescarme con la lectura de tu palabra "Perfume".
¿Quién dijo que segundas partes nunca son buenas?
ResponderEliminarEn este caso, esta segunda parte de su saga de entradas es más que digna sucesora de la primera.
La estaba esperando y no me ha decepcionado en absoluto. Me ha encantado la curiosa reflexión que haces sobre tu nombre y todos sus puntos de vista.
Un saludo :)
Muy buenas, Sara:
EliminarImagino que sólo un primerizo niega el placer de las segundas partes, de los reencuentros y de las reconciliaciones. Somos marabunta los que compartimos el dicho fílmico de que “Un piano suena mejor cuando ya está afinado”.
Me gusta gustar, así que me alegra no haberte decepcionado y te agradezco que me lo digas, Sara. El silencio sólo queda bien cuando es “un resto” con el que concluye Shakespeare una obra. Los trabajos de amor, como la escritura, siempre esperan establecer una comunicación y obtener una respuesta.
De mí se pueden decir muchas cosas, pero no que soy un “sin nombre”; antes de ser gris y pasar desapercibido, prefiero estar desaparecido en el tiempo, no en el olvido.
Gracias por tu visita y comentario, Sara. Me paso a leerte.