Si a quienes nos gusta lo dulce no nos llaman “dulzosos”, sino “golosos”, ¿cómo podemos llamar a quien agradece que le den las gracias?
Lo de “gracioso” suena a chiste o a majestuoso. Yo doy pena, no risa; y no soy regio, soy republicano. Así que esta palabra no me vale.
Definirme como “agraciado” no me pilla ni de medio lado. Aunque bueno, si reparo en cualquiera de las tres gracias a las que pintó Rubens, sí que me pillaría de lleno la categoría de “entretenimiento para un momento tonto”.
Señalarme como “agradecido”, sería llamarme feo. ¿O acaso creéis que no me reconozco en los clásicos? Ahí está el gran Rosendo Mercado y su rocanrolenate Agradecido. Podéis llamarme muchas cosas, pero no feo, pues me estropeo. Además, “agradecido” define a quien agradece, no al que reagradece. (Por cierto, permitidme recomendaros la escucha del álbum A veces cuesta llegar al estribillo con el que Rosendo ha ganado hoy mismo el Premio de la Música al mejor álbum del año)
Así que a esta altura de mi escritura, no me queda otra tesitura que la de ninear una palabra que defina cómo me siento mientras tecleo este encomio. De aquí hasta el adiós me defino como gaudeante, por eso de entogarme latinizante.
Sinceramente: os agradezco el que me agradezcáis que haga lo que me agrada. Me gusta gustar, no dar disgustos. Así que el saber que, más allá de mi egoninismo, hay personas que estáis a gusto con el regusto de mis ocurrencias y vivencias, es algo que me alegra de aquí hasta mi adiós.
Siempre acabo volviendo a donde recibo cariño. Aunque creí que añadir algo a este blog me convertiría en redicho, he vuelto. Nunca pensé que a nadie le importara mucho lo que cuento en Ven y enloquece, pero me equivoqué. Algunos esperabais que volviera, otros me animasteis a que lo hiciera. Creí que no lo haría, pues entre las fantasías y reflexiones que he recogido aquí, subyace dolor y vergüenza.
Me duele releer lo desorientado que divagué. Me avergüenza redescubrir lo enrabiado que escribí algunas cosas. Siempre me quedaría el donjuanismo del "Clamé al Cielo y no me oyó; y, pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra, responda el Cielo y no yo".
Pero en vez de ser tan zorro como para escudarme en Zorrilla, admito que, en más de una ocasión, mi frustración se escribió como aberración. Esos textos ponzoñosos, también son ninosos. Son tan míos como aquellos que brillan y dan esplendor a este pobrecito hablador. Son parte de mí. Una muestra de cómo soy. No en vano este blog es el crisol donde he fundido muchas ilusiones y decepciones durante 3 años. Remedando a la humilde Ana Ma Matute, la Escritura sigue siendo un refugio íntimo ante un Mundo que nunca acabo de comprender
Pese a mi sensación de que Ven y enloquece se había convertido en un solaz de lectura y no de escritura, he vuelto. Lo he hecho gracias a vosotros. Pues este blog es una puerta por la que han entrado a mi vida personas anónimas que se han convertido en acompañantes. Es un banco en el que me siento a hablar con amigos sobre cosas que silenciamos cuando nos encontramos. Es también un espejo, en el que veo mi reflejo: una veces esperpéntico, otras expectante; siempre agradecido.
Gracias. De no ser por vosotros no estaría aquí. Estaría allá, en los vastos jardines sin aurora. Allá lejos; donde habite el olvido. Luis Cernuda sabía cómo compartir estas ausencias. Yo sólo sé lamentarme de ellas y admirarlo a él.
Os deseo lo mejor.
Nino
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