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lunes, 2 de mayo de 2011

SPAWN: EL DEMONIO Y LA CARNE.


Frente a la poesía de la primera vez, uno prefiere la carnalidad de la reincidencia. En más de una ocasión cegados por la juventud, la exuberancia y la voluptuosidad, desdeñamos la experiencia, la serenidad y la sensualidad. Llega una edad en la que cualquier curva se convierte en peligrosa y al decelerar el ritmo vital aprendemos a disfrutar de aquello a lo que en su momento no prestamos debida atención. Un reencuentro, una coincidencia, o la relectura de una obra pueden ser los preámbulos de periodos placenteros. Coincidiendo con la reedición por parte de la editorial Planeta de la serie Spawn, recordar sus primeros engendros narrativos resulta una experiencia tentadora.

La serie está protagonizada por un muerto en vida, al que la maldad de sus actos –había sido un asesino al servicio del gobierno– lo llevó de cabeza al Infierno. En los dominios de Pedro Botero se deja engañar por el primer demonio con el que se cruza; y bajo la promesa de regresar al plano terrenal, Al Simmons –nombre del otrora ejecutor– se convierte en abanderado de las fuerzas diabólicas terrestres. El amor es, de nuevo, ese sentimiento traidor que convierte al hombre en títere, llevándolo a desahogar sus penas en la calle del olvido con un puñado de vagabundos, a los que nos une el compartir una botella y el añorar los tiempos en los que ascendimos a un corazón femenino, convertido en el barranco desde el que nos despeñamos.

El consuelo de endemoniarse con superpoderes endiablados desaparece para Simmons/ Spawn al comprobar que su amo no le ha dado un libro de instrucciones para unas habilidades que, cuanto más las usa, más se desgastan y acercan su regreso al Averno. Aunque en su estado actual sufre amnesia, el retozón Demonio ha preparado una argucia que impedirá a Spawn recomponer su vida junto a cualquier monstruita y dedicarse a tener engendritos: sólo recordará que está casado con una gozadora morena. Tras cinco años de celibato arderá en deseos de recuperar el tiempo perdido. La jugarreta diabólica no queda ahí; y no tardará en descubrir que su condena de amor conlleva ver a su venerada retozando con aquél al que él consideró su mejor amigo y que ahora comparte casa y cama con la mujer por cuyo recuerdo vendió su alma al Diablo. Por si esto no fuese afrenta suficiente, el traicionado Orfeo pirá cómo al que en su día llamó “colega”, ahora es llamado “papi” por el fruto de la desleal unión entre su esposa y su camarada.

Es decir, nos encontramos ante una serie protagonizada por un engendro deforme, cornudo e impotente, que se refugia en un callejón donde es aceptado, como uno más, por una banda de desheredados alcohólicos. No me dirás que este planteamiento no te resuena de lo más nineante. ¡Ah, las mujeres!

Pronto, en Ven y enloquece, más y mejor sobre mi persona y este personaje.





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