El otro día, por casualidad, un amigo me comentó que su madre había leído uno de mis cuentos fantasmales. Lo de “fantasmales” adjetiva su temática, no su autoría o existencia. El caso es que, casualmente, la señora se había encontrado el borrador de uno de mis relatos y lo leyó de principio a fin, parece ser que le gustó: le pareció una historia ingeniosa y divertida –filius dixit–.
Un acto fortuito, sacado a la luz de manera aleatoria, se convirtió en transcendental, ya que me ha animado a persistir en esta necesidad de escribir.
No faltan quienes aseguran que todas las cosas tienen un porqué, no es por casualidad que hoy no soy uno de ellos.