Es
curioso el que seamos muchos los que creemos ver en la POESÍA algo ajeno,
propio de un uso amanerado de palabras que no forman parte de nuestro lenguaje,
sino de ese pseudolenguaje con el que “dicen los poetas”.
Me
sorprende comprobar que hay poetas ajenos cuyas palabras los convierten en
profetas propios. Tal es el caso de Luis
Cernuda y su imperecedero Donde habite el olvido. Al que, quizá porque
no se me impuso su lectura, he escogido en mi LIBERTAD.
Donde habite el olvido, por Luis Cernuda.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
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