Una
de mis muchas debilidades es ver series televisivas británicas. Me gusta el que
suelen ser resolutivas en la narración y concisas en la descripción.
Llevo
tiempo intentando escribir sobre la imprescindible Prime Suspect; pero mis
palabras siempre se quedan cortas.
Acabo
de leer que el canal de pago AXN estrena hoy en España la primera temporada de The Fall
bajo el título de La Caza. La historia está ambientada en el Belfast actual;
ciudad aún carcomida por la brutalidad terrorista —que a día de hoy yace soterrada
como armisticio político en una sociedad todavía en guerra— que desoló Irlanda
del Norte. A esta capital “provinciana” es enviada, desde la unidad
metropolitana de Londres, una superintendente cuyo cometido es detener a un
depredador sexual que convierte en maniquíes grotescos a mujeres hermosas.
La
serie está alejada de todo maniqueísmo: la “bienhechora” es presentada como una
mujer fría y distante, de mentalidad cercana a la psicopática y de conducta
alejada de la ética común.
La
interpretación de Gillian Anderson
es embrujante. Nunca fui seguidor de Expediente X y no recuerdo ninguna
de sus interpretaciones fílmicas. Pero su interpretación escabrosa en la
miniserie ditirámbica The Crimson Petal and the White me despertó
la curiosidad hacia ella. Curiosidad que se ha convertido en admiración por su actuación
sinuosa en la teleserie norteamericana Hannibal, cuya segunda temporada espero
con hambre.
No se
equivoca quien afirma que mi ver tanta ficción me lleva a vivir en ella.
Series
como The
Fall me confirman en mi percepción que no hay reflejo más sugerente de la Realidad que el
Ficcionado. Otros preferirán el realismo manoseado de los documentales de David Attenborough para la BBC, o la
manipulación ideológica de las películas de Ken Loach para Channel 4. Yo me quedo con la fascinación de cada
uno de los cinco episodios de The Fall y con ese final que me ha dejado
presa del anhelo.
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