Popsy Pop contra Hollywood
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Artículo sobre el
cine de género en Europa
También en los países democráticos existen normas
censoras, con lo que muchas veces el vínculo de estas producciones con el
movimiento contracultural desaparece a tijeretazos, junto con escenas incómodas
o subtramas indeseadas.
La Contracultura goza desde la segunda mitad de los años
50 del trampolín mediático de la Generación Beat. Europa es el
territorio donde estas corrientes alcanzan mayor repercusión —París, Mayo,
1968— y el cine de género refleja su raigambre social, poblando sus fantasías
de personajes que son realistas en su lucha por lo imposible. Es quizás en este
aspecto en el que más se diferencia del modelo yanqui que imita: se desprende
de los valores autócratas o conservadores que trasmite Hollywood, para
revestirse de una intención desmitificadora del concepto de Héroe y de una
sensibilidad social común en sociedades aún con cicatrices resultantes de
conflictos bélicos recientes.
A estas realidades supranacionales, se añade el perenne
coqueteo de muchos cineastas con posiciones izquierdistas. Lo que facilita su
vínculo con un proletariado urbano que encuentra en las salas de cine un
refugio al desarraigo causado por la migración laboral; o que halla en esas
películas cuidadosamente dobladas una forma de aprender el idioma de su país de
acogida.
La coproducción no es sólo una forma de reducir los
riesgos económicos que conllevan ciertos proyectos; también refleja la empatía
del público hacia un discurso e interlocutores que le son cercanos. El promedio
de espectadores de cine autóctono es en Italia del 60%, en Francia del 55 %, y
en España del 30%. Lo que sumado al volumen que ocupan las restantes
cinematografías continentales y su casi monopolio de las pantallas de “arte y
ensayo”, resulta en unos datos que permiten calificar este período como una
“edad de plata” del cine europeo.
A mediados de los años 70, la simbiosis entre público e
industria entra en crisis.
Los productores aprovechan el aperturismo legal para
financiar filmes que explotan sexo y violencia, en obras para adultos alejadas
del perfil familiar. Los gobiernos limitan sus subvenciones a producciones de
“calidad”, obviando el carácter popular del medio.
Hollywood reacciona: convierte el cine de género en blockbusters; permite a sus estrellas
convertirse en productores-directores, y agrupa su distribución internacional
en la compañía CIC. Entidad que participa en la financiación y distribución de
películas europeas a fin de beneficiarse de las cuotas de pantalla para obras
nacionales, y que impone férreas condiciones de exhibición a unas salas que
comienzan a cerrar ante la llegada de las multisalas, estratégicamente
participadas por capital yanqui.
Aquí
finaliza mi artículo Popsy Pop contra Hollywood, que
figura como prólogo del libro Hecho en Europa.
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