El primer encuentro de Ben Sisko con Jean-Luc Picard
destrozó su vida para siempre.
En la fecha estelar 44002.3, una flota de cuarenta
naves de la Federación recibió la orden de dirigirse a Wolf 359, para
interceptar un navío borg que se dirigía a la Tierra. La Saratoga fue la
primera en llegar.
Benjamin Sisko servía como primer oficial de la Saratoga.
Al igual que el resto de la tripulación, nunca había visto un borg y sabía poco
sobre esa raza, salvo que el Mando de la Flota Estelar la consideraba una gran
amenaza. Sabía que los borg eran tenidos por más traicioneros que los
romulanos, y que la mayoría de los que se habían enfrentado a ellos habían
perecido. Pero no sentía miedo. Tenía fe absoluta en sí mismo, en su capitán y
en la flota.
Aunque no estaba preparado para el tamaño del objeto.
En la pantalla central del puente de la Saratoga,
el bajel borg aparecía gris e inmóvil sobre un fondo estrellado; su desmesura
llevaba a que la nave de la Federación pareciera diminuta. A juicio de Sisko ni
siquiera era un navío, sino un enorme cubo disforme, construido con metal
aeroespacial entrelazado por miles y miles de conductos, tubos y compartimentos
diminutos, dispuestos sin ningún criterio. Carecía de presencia, atractivo o de
cualquier muestra de que sus constructores hubieran mimado, cuidado o
disfrutado con su diseño. Parecía como si una fuerza irracional, algún
instinto, los hubiera llevado a colocar cada pieza metálica, cada celda, una a
una. Al igual que un pájaro que construye su nido, pensó Sisko.
O una colmena. Insectos que construyen una gigantesca
colmena metálica.
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