Hoy se cumplen catorce años del inhumano atentado islamista en Madrid que causó 192 fallecidos y 1.857 heridos. Recuerdo bien aquella mañana del 11 de mayo de 2004. La pasé en gran parte sentado junto a mi madre y frente al televisor. Las noticias eran cada vez más descorazonadoras. Los dos guardamos silencio la mayor parte del tiempo, más allá de exhalar algún lamento. Mi madre, gravemente enferma, rompió ese silencio para decirme:
Nino, me
preocupa el mundo que os dejo a tu hermana y a ti.
Hoy, catorce
años después de ese atentado inhumano, me siento culpable al apreciar consuelo
en pensar que mi madre ya no puede preocuparse por este mundo inmundo.
Hoy se cumplen
dos años desde que la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia de
COVID-19. Por suerte, mi hermana y yo nos hemos mantenido incólumes al contagio
del maldito coronavirus. Pero nuestro ánimo sí que se ha infectado de desánimo,
ya que de qué sirve el estar tú bien cuando tantos en tu entorno están mal.
Ésta es una pregunta que mi madre me inculcó que debía plantearme para así
evitar alegrarme al no verme afectado por males que aquejaban a la mayoría de
mis compañeros de aula:
Nino, ¿de qué
te vale que a ti no te castiguen sin salir al patio, si tus compañeros sí lo
están y no tienes con quien jugar?
A mi madre le
preocupaba el bienestar social. Quizá por eso admiraba a las personas que
hacían posible un presente mejor. Para ella, los héroes no eran los guerreros,
sino que los bienhechores: personas como Alexander Fleming, científico cuya
escultura en el Parque de Isabel la
Católica nos llevaba con frecuencia a visitar. Los científicos que han
desarrollado las vacunas contra la COVID-19 figurarían en su devocionario. Por
eso aparecen en los de su hija e hijo.
Hoy se cumple el decimosexto
día del proyecto exterminio que el ejército ruso lleva ejecutando contra la
población ucraniana. Mi madre se habría sentido “ucraniana” ante esta
aniquilación; y así es cómo nos sentimos su hija e hijo.
Hoy se cumplen
treinta años del estreno de la película «Volver a empezar».
Mi madre fue a verla con su amiga Adelina
al teatro Arango. Recuerdo que volvió a casa recomendándonos ver el filme, ya
que –aunque la podíamos encontrar un poco “lenta”– nuestra ciudad salía muy
guapa en ella y los actores eran estupendos. Su hija e hijo volveremos a ver «Volver
a empezar» esta noche.
Hoy, como siempre, me
acuerdo de mi madre y lo hago con una sonrisa de esperanza mientras escribo
este texto en un tiempo de desesperanza.
ŋinO. Gijón. 2022.
De tal palo tal astilla. Tu madre era una mujer de bien y con la mente muy clara.
ResponderEliminarMe uno de corazón al homenaje que le haces en esta entrada.
Un abrazo fuerte.
Hola, Tracy:
EliminarGracias por tus palabras, en especial por las que dedicas a mi madre.
Un abrazo unido de corazón, Tracy.
Por eso nos cuesta tanto entender que ese gran h.p. pueda dormir tranquilo cada noche. Porque seguro que lo hace.
ResponderEliminarSalud
Hola, Erik:
EliminarSí, seguro que duerme el sueño de los injustos.
Gracias por tu comentario, Erik.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSonriente Mucha:
EliminarConfío en que el domingo amanezca soleado allí en Miami.
Gracias por tu comentario, Mucha.
Y vuelvo a sonreír, amigo mío. Me enternece esta entrada, esos recuerdos y esas palabras dedicadas a tu madre. Buscando consuelo también agradezco que la mía ya no viva esta barbárie. Te dejó una gran lección de vida, desde mi punto de vista, la mejor para ser cada día más humano.
ResponderEliminarCasualmente yo también recuerdo esa mañana del 11M. Algo en mí se rompió, como ahora. Reconozco que siempre es un placer leerte.
Mil besitos con cariño y un abrazo grande.
Sonriente Auroratris:
EliminarSí, hemos conversado sobre esa sensación desconcertante que nos invade al alegrarnos de que la muerte de un ser querido nos haga alegrarnos de que no pueda vivir algo que lo/la entristecería.
Quizá la muerte conlleve el adiós definitivo a la tristeza. Por suerte, no conlleva el olvido.
Aquella mañana del 11M fue muy lúgubre. Y los días que la siguieron prolongaron la tristeza.
El placer es mutuo, amiga.
Has cambiado tanto que lastima saludos hombre y suerte bye
ResponderEliminarBye, Mucha.
EliminarAunque está bien preocuparse por los demás, tiene sentido el sentir alivio porque estén bien las personas que uno aprecia, las más cercanas.
ResponderEliminarEsa idea del alivio la he escuchado en Nadia Zyncenko, una conocida y apreciada metereóloga, con padres ucranianos que huyeron de una guerra. Hizo un planteo acerca de lo que como hubieran reaccionado sus padres. Y como se sentía molesta por esa sensación.
Un abrazo.
Hola, Demiurgo:
EliminarSí, tal y como escribes ese alivio "tiene sentido". Las personas más cercanas son también aquellas con las que compartimos más vínculos afectivos.
No conocía a esa meteoróloga, pero está claro que los sentimientos humanos nos hermanan.
Un abrazo, Demiurgo.
Emotivo recuerdo a tu madre, a los que se fueron y aún no era su hora. A los que luchan y dejan su huella humana en este mundo de paso. Gracias por el sutil apoyo al pueblo de Ucrania. Gracias por estar del lado del más "chico". Mi abuela siempre decía: "no hay que pegar al más chico ni pisar al que está caído, eso es cobardía". Gracias por tantas cosas que aprendo leyéndote y tus palabras bien escritas. (Y que nadie te imponga otro discurso al tuyo, bajo cuentos de que diste cambios. Aunque ya sé, que tú siempre eres tú, gracias a tu madre, mujer bendita, que te trajo al mundo así, natural como tú eres y por eso te apreciamos).
ResponderEliminarAmigo mío, abrazos a montones. 🤗🤗🤗
Gracias por todo el tiempo que le dedicas a comentar mis entradas, clarisa. Si toda atención lectora es un regalo, la tuya es una joya, dado que sé lo justa que estás de tiempo de ocio.
EliminarSiento que mi madre lleva a mi lado todo este tempo. Soy yo quien ocasionalmente de aleja de ella. Como ocurría cuando era niño y aprovechaba cualquier ocupación que la distrajese para esconderme y comprobar cuánto tardaba en buscarme.
Sigo siendo “el más chico” o “el caído”. Hoy mismo le decía a un amigo que nunca podré votar a VOX –pues sus líderes encarnan a quienes buscaban pegarme en el colegio–; ni a Podemos –ya que sus líderes me recuerdan a quienes intentaban ridiculizarme en lo intelectual–. Como sabes, amiga, sigo viendo la vida como la necesidad de supervivencia con la que acudía cada día a aquel funesto colegio público. Ahora que soy casi sesentón sigo sin entender cómo pueden los abusones sentirse fuertes por abusar del débil; o los prepotentes sentirse superiores por ridiculizar al exiguo.
Sufro de déficit de atención, poseo una capacidad intelectual e inteligencia visual limitadas. No sé fingir: mi cara es el reflejo de mi alma. No tengo mano izquierda en las negociaciones, ni doblez en la palabra. Me alteran la agresividad física y verbal, los hedores perfumados y la vulgaridad exhibida como •normalidad”. Son muchas las veces en las que vuelvo apurado a casa, pues me altera la hediente vulgaridad agresiva que me encuentro en la calle. De no ser por los recursos y atajos que me enseñó mi madre, no habría podido caminar por la vida. Ahora estaría en un psiquiátrico o en la cárcel.
Gracias por tus palabras hacia mi madre, Elena. Me has emocionado, Clarisa.
Nice Post
ResponderEliminarThanks
Maybe the nicest
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