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lunes, 21 de noviembre de 2022

El hombre de dos cabezas IV

 

Jerome Charyn’s Movieland, chapter 10: Two-Headed Man

El hombre de dos cabezas IV

 

Daniel Fuchs fue uno de esos guionistas que vivían dentro del laberinto. Llegó a Hollywood en 1937, el año en que yo nací, un año después de la muerte del yaciente Thalberg, “una pequeña y fina figura en una enorme cama”. Fuchs era un novelista de 28 años. No se había relacionado con el equipo del Algonquin. No era miembro de ninguna mesa redonda. Era un “interino permanente” en una escuela pública de Brighton Beach. Ganaba seis dólares al día. Era, a su manera, un hombre invisible.

Había publicado tres novelas, una trilogía sobre Williamsburg que fue recibida pobremente y había vendido un total de doscientas copias. Nadie en su vecindario le identificaba como escritor. Y el Williamsburg sobre el que escribía no era ninguna escalera hacia el éxito. Philip Haynan, el protagonista de su primera novela, «Summer in Williamsburg», se encuentra sin rumbo. La obra se abre con un suicidio y finaliza con otro, como si los límites estuvieran fijados para siempre. Los cables telefónicos que cruzan el piso de Philip “se asemejaban a los largos dedos negros de un esqueleto”. Y los gatos de la calle muestran “caras abultadas, crudas, parecidas a puños”.  

Philip, el eterno novelista, entiende su Williamsburg. “Aquí todo era bello. El amor era una cálida broma... La poesía y el heroísmo no existían, pero sí las películas. La gente en sus pisos, vivía en un círculo sin importancia... Nacían, se hartaban de vivir, encallecían, resistían y morían”.

Fuchs dejó su trabajo en la enseñanza, su vida de “substituto permanente”. Un día dejó su clase y se fue a Hollywood, donde trabajó primordialmente en películas sobre gángsteres. No es sorprendente. Su trilogía está repleta de gángsteres y vidas de arrabal; como Papravel, y su pequeña banda formada por dos italianos, un negro y tres judíos. Papravel controla las rutas de autobús desde Williamsburg a los albergues de montaña de Catskill. Y, mientras echa de la calzada a las otras compañías de transporte, dice: “esto es sólo el principio, porque, recordar, aún hay un Dios sobre Norteamérica”.

Papravel es mucho más convincente que su sobrino Philip, precisamente porque no es un poeta. Él tiene el hedor y la furia de la gasolina, el olor de las pensiones, los aromas de un hombre abriéndose camino. Y es esa clase de tensión la que Fuchs capturaba en sus guiones, bien trabajando solo o como un hombre de dos cabezas.


«Movieland: Hollywood And the Great American Dream Culture»;      


 es una obra de Jerome Charyn, publicada por la editorial Putnam ©®. 


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