Jerome Charyn’s Movieland, chapter 10: Two-Headed Man
El hombre de dos cabezas III
Era Scott Fitzgerald uno de los miembros de
“El jardín de Alá”, alcohólico, repentinamente arruinado, con su esposa
ingresada en un manicomio; encontrándose Scott
en mitad de su propia medianoche triste, tras haberse desvanecido su atractivo
perfil. Sus novelas no le reportaban beneficios y los nuevos relatos eran
invendibles: se convirtió en un hombre de dos cabezas más, trabajando con otros
equipos de escritores, siéndole asignados guiones que se desvanecían en él,
engullendo coca-cola para evitar el temblor de sus manos.
Al igual que un oso
amaestrado de cualquier magnate, era Scott
quien daba vueltas alrededor de aquél: sorbiendo toda la coca-cola y revelando
el sin sentido y la angustia del escritor de Hollywood como ningún otro había
podido mostrar. Al igual que Gatsby, él creía en el galanteo y en el sonido
dorado del dinero. Las películas significaban éxito; y no había sitio en las
“alturas” de Hollywood para zapateros remendones ni hombres de dos cabezas.
“Crecí pensando que escritor y secretaria significaban lo mismo”,
dice Cecilia Brady en «El último magnate». “Se hablaba de
ellos de la misma manera cuando no estaban cerca, salvo una especie llamada “dramaturgos”
que venían del este. A los dramaturgos se les trataba con respeto si no se
quedaban por mucho tiempo; de lo contrario, se hundían con los otros en la
clase de oficinistas”.
Cecilia mostraba el
mismo respeto que los magnates hacia los escritores. “Los escritores no son exactamente personas. O, si tienen algún valor,
son un grupo de gente intentando convertirse en una persona”.
Su padre, Bill Brady,
tenía sus oficinas en un edificio que rememoraba la mansión de Louis B. Mayer en los estudios MGM. El
edificio de Brady tenía “enormes galerías
y barandillas de hierro que sugerían una perpetua cuerda floja.” Y su
propia colección de hombres de dos cabezas que caminaban por esa cuerda floja
seis días a la semana.
Pero era su socio –Monroe Stahr, alias “Irving Thalberg”– el que se las veía
con los guionistas: “Ponlos por pares a
trabajar en una idea; y luego pon otras parejas a trabajar tras sus pasos”.
Con lo que los escritores en sus pocilgas del tamaño de un armario se
convertían en una sucesión de cajas chinas, y formaban parte de un laberinto
del que no podían salir.
“Con los años,” –dijo Borges–
“un hombre puebla el espacio con imágenes
de lugares, reinos, montañas, bahías, barcos, islas, peces, habitaciones,
herramientas, estrellas, caballos y gente. Poco antes de su muerte, descubre
que el laberinto paciente de líneas esboza la imagen de su propia cara”.
«Movieland:
Hollywood And the Great American Dream Culture»;
es una obra de Jerome Charyn, publicada por la
editorial Putnam ©®.
Que vida más triste!!
ResponderEliminarTe dejo un abrazo Nino y en cuanto pueda te comento.
ResponderEliminarMuy interesante tu entrada.
Bonito día ✍️💫
Hola, Cora:
EliminarConfío en que estés bien. gracias sinceras por tu visita y comentario.
Bonito día.
Perdón por mi ignorancia , pero según leo , aquí a los buenos escritores los esclavizan a hacer guiones de películas en pequeños cuartos , mientras los directores solo tenían que poner su firma al tal guión de dicha película.
ResponderEliminarEs como el que le otorgan un "Lauden"título de algo que se supone que a escrito y resulta , que en verdad no ha hecho , son los llamados negros los que han escrito esa tesis para que le den ese título.
Una vida triste y con muchos altibajos.
Te deseo una feliz semana amigo.
Pd , No te olvides la votación de los retos del tintero de oro , tienes de tiempo hasta el día 29 creo de este mes.
Así que ya sabes , no te duermas en los laureles.
Besos para frambuesa de mi parte.
Y a ti un Remiaú!!
Hola, compañera Flor:
EliminarNada que perdonar y todo que agradecerte en éste y en cada uno de tus comentarios.
Encuentro muy acertado tu resumen sobre el maltrato que recibían los guionistas (al igual que la mayoría de los profesionales) por aquel entonces. Ahora se les explota, pero al menos no se abusa físicamente de ellos.
La consolidación del cine como industria vino acompañada de una política de estudios cinematográficos que trataban a las personas como a animales en los establos. La única figura respetada era la del productor. El resto, incluso los directores, eran controlados por los estudios. Fíjate en una película como “Lo que el viento se llevó”: infiel a la trama de la novela que adapta, innumerables guionistas sin acreditar, cambios de director, la protagonista elegida por el productor...
Ya he votado para esta convocatoria del tintero. TODOS LOS TEXTOS ME PARECEN IGUAL DE ESTIMULANTES. No habría votado de no ser una norma de participación; pero acepto las normas y me viene muy bien adaptarme a ellas para salir de mi actitud caprichosa. Vuelvo a agradecerte el que me animaras a participar en el Tintero.
Mis mejores deseos, compañera.
¡Remiaú!
Leí El Gran Gatsby, con la biogtafia de su autor.
ResponderEliminarNoté un paralelo entre el personaje yel escritor.
Saludos
Hola, Demiurgo:
EliminarSí, encuentro acertada tu apreciación del paralelismo entre Ftzgerald y su personaje de "Gatsby". He leído muy poco de él y sobre él; pero está claro que su corta vida fue azarosa y desdichada, su apuesta literaria fue ambiciosamente fallida (los lectores le dieron la espalda), los excesos físicos lo arrasaron en lo físico y en lo anímico... Aunque imagino que a él le habría encantado saber que es considerado un escritor estadounidense fundamental, la manera en la que perdió el control de su vida y de su talento debió de ser para él un tormento.
Un gran abrazo, Demiurgo.