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Es curioso comprobar cómo aquello que funciona en situaciones ficticias, fracasa en el mundo real. Y, ahora mismo, no me estoy refiriendo a esas escenas imposibles que pueblan las películas de acción. Todos sabemos que, al final, cualquier situación rocambolesca producto de la imaginación se ve superada en la realidad.
Son las actitudes planteadas en obras de teórico enfoque realista o cotidiano, las que no resisten su transvase al plano tangible; y pasan de provocar pasión, embeleso o agitación, a ser causa de desconfianza, burla o desatención.
El Leonardo DiCaprio que desató querencias con el sacrificio titánico de su vida por su amada, el Joaquín Sabina que se lamenta de que el deseo de la noche anide en el olvido del día, el Aureliano Buendía que recibió a Remedios Moscote con una bola en la garganta,... todos ellos serían considerados locos, pesados o inmaduros por aquellas a las que soñaron reinas de sus corazones y se revelaron como sotas de bastos de sus aflicciones.
Y es que, cuando dejas tu corazón en manos ajenas, lo único que puedes hacer es rezar para que no te lo devuelvan muy pachucho.
Normalmente somos muy cuidadosos a la hora de confiar nuestros bienes materiales. Y cuando vencemos esos recelos, y accedemos a prestar nuestro coche, nuestro abono futbolístico o nuestra caña de pescar, no lo hacemos sin pensar en a quien lo hacemos, ni sin recalcar que esperamos que nos lo regresen en perfectas condiciones, tal y cómo lo entregamos.
Con el corazón pasa como con los libros, cuando lo cedemos sólo podemos confiar en recuperarlo, aunque la experiencia nos hace prever que volverá marcado, sucio y ajado, y que recobrarlo supondrá poner fin a nuestra relación con la otra persona.
¿O es que acaso hay alguno de entre nosotros que no haya tenido que pasar por la embarazosa experiencia de tener que reclamar insistentemente un libro que nos es devuelto deteriorado, de malas maneras y peores palabras?
Pero bueno, dejémonos de generalidades, y unámonos a Tino Portea; después de todo, este fiel seguidor de Camilo Sexto en eso de enamorarse de quien de él no se enamora, es el protagonista de esta historia.
© Nino Ortea. Gijón, 15-II-09
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