Ya Camilo José Cela marcó las diferencias
entre estar durmiendo y estar dormido. Ahora asistimos a las consecuencias
prácticas que diferencian el sopor del sueño.
Si el
mérito y la fama del actor Toni Cantó
tras estar durmiendo por apenas veinte años en una de sus siete vidas, lo han
llevado a ocupar un cargo parlamentario; es difícil predecir el límite que
espera a Tom Mison tras estar
dormido doscientas cincuenta primaveras de un tirón. Lo mismo el actor que
encarna a Ichabod
Crane acaba de presidente de esos Estados Unidos que debían de estar
muy adormitados cuando reeligieron al
despierto de Barack Obama como
Presidente.
He
visto los tres primeros episodios de la serie televisiva Sleepy
Hollow. Sé que en estos tiempos de excesos televisivos –en los que
cualquier programa presentado por JorgeJavierVázquez dura unas tropecientas
horas y en los que lo que se lleva es meterte un atragantón de fin de semana
para ver maratones de series– jactarme de haber visto 135 minutos de un serial
y, basándome en ello, recomendar su visionado, puede sonar a ir de listillo en
este mundo en el que tantos opinan sobre lo que no han visto o no les interesa.
Pero,
en caso de que mi apreciación sea precoz, más despistados que yo deben de estar
los productores de Fox, quienes –a estas alturas del tercer episodio– ya han
renovado la serie por una segunda temporada. El capítulo piloto alcanzó 10
millones de espectadores, cifra que ha llegado a 13,6 millones en las dos
siguientes entregas.
El
igual que ocurre con los encantamientos, debo haceros tres advertencias antes
del uso y disfrute de Sleepy
Hollow:
–No
esperéis en ella, un reflejo o copia de la película homónima dirigida por Tim Burton en 1999. Más allá de ciertos
destellos iconográficos, nada queda del brillo narrativo burtoniano en esta
producción, que cuenta con luz propia.
–Tampoco
contéis con un homenaje, adaptación o actualización del relato original de Washington Irving. La acción se
desarrolla en la ciudad de Sleepy Hollow, su protagonista se llama Ichabod Crane
y en el primer episodio se enfrenta a un jinete sin cabeza; el resto es puro
delirio creativo de sus creadores que dotan a Crane de un bagaje que va de Rip Van Winkle
–personaje, también creado por Irving, que se pasa dormido un par de centurias–
a James
Bond
–nuestro despertado fue todo un agente secreto al servicio de George Washington–.
–Pese
a ser un relato fantástico está ambientado en el presente real. Y aunque éste
sea tan marciano como el que actualmente se vive en USA, no seáis demasiado
críticos con el hecho de que a un alucinado indocumentado lo nombren asesor
policial en una investigación policial por asesinatos múltiples; o no prestéis
atención a detalles como el que se permita el acceso a una institución psiquiátrica
de máxima seguridad a una policía que no se identifica ni lleva uniforme y sí
un arma en bandolera.
De
hacerlo, esos árboles de raciocinio os impedirían ver el bosque de imaginación.
Y es en el bosque cercano a Sleepy Hollow donde todo empieza y todo termina.
En el relato se nos presenta
a un Ichabod
Crane
resolviendo crímenes y misterios sangrientos en el Sleepy Hollow actual. El
humano ha despertado tras pasarse 250 años “hibernado” a causa de un hechizo. Crane
mantiene un peculiar vínculo de sangre con el jinete sin cabeza al que combatió
hace más de dos siglos. El cosaco es presentado como uno de Los cuatro jinetes
del Apocalípsis, que actúa así mismo como como heraldo del infierno de seres
demoníacos que lo sigue.
El eterno femenino ayuda,
guarda y guía a Crane
en su vuelta a Sleepy Hollow. Colaborará con una agente del sheriff, que en su
adolescencia tuvo un avistamiento demoniaco, para resolver los asesinatos del
más acá y con la de su etérea esposa para solventar los trasuntos del más allá.
Estamos ante una serie con ritmo,
manejo firme de cámara y un uso limitado del reparto. Los actores son creíbles
en sus interpretaciones, las escenas de acción están bien rodadas y el diseño
de producción no flojea a la hora de reflejar batallas coloniales o espacios
supranaturales. El resultado es un producto entretenido que quizá corra el
riesgo de autofagocitarse en futuras entregas, si la trama de cada episodio se
limita a la destrucción de un ser diabólico –para eso ya tenemos la
inconmensurable Mazinger
Z–. Confío en que no sea así. La presencia en el equipo creativo de Len Wiseman –quien además dirige el piloto– y de Alex Kurtzman y Roberto Oric
–creadores de Fringe– me hace confiar en que estamos ante una
producción que mantendrá el nivel mostrado. Mientras lo descubrimos, en cada
episodio nos esperan jinetes descabezados, conductores incinerados o espíritus
enamorados.
Lo supranatural ha
encontrado un nuevo hogar en Sleepy
Hollow. ¿Te vienes a vivir allí por una temporada?
Nino
Ortea.
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