El humo me impedía ver las cosas. Mi falta de nitidez
la suplía con exceso de nicotina. El no ver las cosas me permitía fantasear que
éstas eran tal y como yo las deseaba.
Llegué a enfermar de cuerpo y espíritu. Superé los dos
paquetes diarios y las sesenta palpitaciones nocturnas. Tenía el corazón
colgado de un hilo y un cigarrillo pegado a mi boca.
No sé por qué, un día esto cambió. No había pasado
nada extraordinario; me seguía sintiendo un ordinario.
Recuerdo que reparé en mi mano firme en su aferrar un cigarrillo, mientras
mi cuerpo se convulsionaba entre arcadas de lo fumado.
Recuerdo que aún faltaban un par de horas para que me incorporara a mi
trabajo en una recepción que yo había convertido en un fumadero.
Recuerdo que me entristeció verme así.
Sé que repetí el ceremonial previo a la incorporación
laboral, lo que conllevaba comprobar el suministro de tabaco. No había nada
peor que pasarme una noche en vigilia en la que el humo del tabaco no
difuminara mis sensaciones.
Salí de casa sin reparar en que no fumaba en el
trayecto que me separaba de mi destino. Pasado el período de actividad tras
asumir mis funciones, la rutina me llevó a la inercia de salir del mostrador
para ir a buscar el primer cigarrillo de la noche. Por fortuna, mi ánimo siguió
al conejo blanco de la esperanza y desde entonces vivo de prestado en
Nuncajamás.
Aquél primer cigarrillo aún lo he encendido; no puedo
asegurar que ya haya echado el último. No hay truco que te pueda revelar; pues
lo mío no fue un acto de magia, sino de necesidad.
Superar otras dependencias ha sido más difícil. Con
recaídas y la consecuente sensación quebradiza de ánimo. Pero, también son
quebradizos los espejos y no por ello dejan de ser nuestro mejor reflejo.
No sé por qué he escrito este texto. Como ocurre con casi todas las cosas que
llevo contado en este blog desde julio de 2008, la razón fundamental está en
que necesitaba decírmelo. Quizá intento que el humo de las palabras nuble
una realidad que me es inquietante. Quizá busco tragar el presente que me
consume dando unas caladas a un pasado que me resisto a abandonar. O quizá necesito recordar que, pese a mi debilidad,
tengo la fuerza suficiente para alejarme de lo que no quiero.
La
vida ya no es humo.
que buen relato.... espero que sea real! .... es que se del esfuerzo que lleva esto por experiencias ajenas, pero como todo vicio, es difícil de dejar... fuerza master!!!! no hay como vivir sin humo.... abrazo...
ResponderEliminarBuenos días, JLO:
EliminarGracias.
Sí en este relato fabulo lo vivido, bueno más bien lo desvivido, en mi adicción al tabaco.
Soy dado a los “vicios”, con algunos disfruto y tengo esa falsa sensación de que los controlo (aunque no sea así) Pero mi dependencia del tabaco la llevé muy mal. Quizá el primer problema estaba en que nunca me gustó fumar, fui de esos trogloditas que fumaba para parecer más hombre. Luego la nicotina se me metió en el cerebro y las tripas, fumaba por debilidad.
Estos cinco años que llevo sin fumar, los veo como una prueba de la nada que me daba el tabaco.
Un abrazo, JLO.
¿Dejó de ser humo la vida ?
ResponderEliminarAnda ! mira que si va a ser éso ...
:-)
Fdo
Una que abortó una ochomesina intentona
Felicidades por la tuya, Marcelo.
Buenos días, Juncal:
EliminarSí, mi vida (de momento) ha dejado de ser humo. Tiene sus nieblas, pero ya no es tan vacua ni tóxica.
Nunca me gustó fumar. Me sentaba muy mal el tabaco en unas cantidades no excesivas. al igaul que hay personas que sintetizan mal el alcohol, a mí me pasa con la nicotina. Me entristecía verme dependiente de algo que no me daba placer.
Imagino que toda adicción tiene un aspecto muy personal. La mía con el tabaco era psicológica. No física. Me obsesionaba con dejar de fumar y eso me llevaba a hacerlo compulsivamente.
Tras mi bajarme del enganche, mi pareja por entonces fumaba y eso no me planteó ningún problema: ni el sabor (agradable) de la nicotina en sus labios, ni el apagar sus cigarrillos en el cenicero me impedían estar con ella.
Un abrazo, Juncal.
Me parece que lo que cuentas es una historia de auto superación. Me encanta que pudieras dejarlo, a pesar de la dificultad, y me encanta que lo hayas publicado (aunque no tengas claro el por qué) ya que pienso que este texto puede ayudar a quien lo lea a darse cuenta de que es posible.
ResponderEliminarUn saludo y te sigo leyendo :)
Buenos días, Sara:
EliminarGracias por tus palabras.
Creo que lo único bueno que tienen ciertas experiencias es el poder contarlas. Mi adicción al tabaco me preocupó por no proporcionarme ningún tipo de placer. Era un acto vacío. Y así me sentía al no poder dejarlo. No he sido un gran fumador, pero sí un gran dependiente del tabaco.
El abandono de una adicción es algo muy complicado, el recurso mental que te lleva a poder hacerlo es algo personal y volátil; como no lo aproveches esa vez, puede tardar en presentarse esa oportunidad.
No sé si es una historia de autosuperación, sí que es de mejora. Dejar el tabaco me vino muy bien en lo anímico, en lo físico y en lo económico.
Mi problema con el tabaco era básicamente autocreado. Como esas relaciones a las que te aferras pensando que te morirías sin ella; y descubres, entre sorprendido y avergonzado, que el sol sigue brillando tras el eclipse emocional.
Gracias por tu lectura, Sara.
hay mucho arte en las letras que escribes
ResponderEliminarGracias, RECOMENZAR:
EliminarMe reconforta el que me dediques estas palabras de aprecio. Te las agradezco profundamente.
Un abrazo.
Buenas noches, mozo,
ResponderEliminarPues si te niegas a abandonar el pasado y te alejas de lo que no quieres, concluyo en que te sientes bien en el nido que construiste en tiempos pasados.
¿Será que somos tan opuestos?
Jamás he echado de menos ningún día pasado, mi mayor placer es pasar el día bien, feliz y al menos tranquila. Me placería mucho más tener planes factibles de futuro, no tener miedo a qué será de nosotros mañana sin trabajo, sentirse indefenso es muy doloroso y eso merma la fuerza de cualquiera.
Con un pasado que no me afecta, ni siquiera ayer o esta mañana, y un futuro inseguro y oscuro, solamente me queda el presente más inmediato, el cada momento.
El humo ciega los ojos del que fuma, tal vez es afortunado por hacerlo. Tener la vista clara y el sentido crítico alerta es agotador, amigo mío.
Es un honor poder leer estos textos tuyos, me dan que pensar y me muestras que hay metáforas de la realidad que la describen desnuda.
Φιλάκια, φίλε. Κερνάω εγώ ένα καφεδάκι ελληνικό και μέτριο πρωστά στην Ακρόπολη, κάνει;
Buenos días, Verónica:
EliminarSupongo que de mi tanto escribir y reescribir ciertas palabras/expresiones, puede parecer que las escribo por inercia o por “urbanidad”. Pero no es así, una de mis limitaciones es que no sé moverme en convencionalismos sociales. Suelo escribir, decir y hacer lo que pienso, quiero y siento. En mi próxima reencarnación me gustaría tener un carácter menos vehemente, aunque eso me volvería más desencarnado.
Gracias, es mucho el bien que me hacen tus comentarios y lo que disfruto/aprendo leyéndote. Es una suerte el contar con tu compañía y leer tus palabras. Me gusta el estilo conciso, claro e inteligente de tus textos en tu blog y lo inmediato de las imágenes que los acompañan. Así que el “honor” que mencionas es mío, Verónica; y si concluimos en que es compartido, me reafirmo en que está mal repartido y yo me llevo la mayor y mejor parte.
Un abrazo cercano.
Respecto a esta entrada en el blog:
Somos diferentes, que no opuestos. Por lo poco que sé de ti, has optado por vivir una vida basada en el azar de compartir. Mientras que yo me aíslo de la vida con mis recuerdos. Tengo bastante de se caracol que ilustra tu última entrada.
El pasado tiene la seguridad de ser un tiempo que ya no me hace daño. Lo bueno de lo vivido está ahí, para ser recordado y revivido. Para tenerlo muy presente en esos momentos en los que los miserables buscan hacerme sentir como un mendigo o un altanero. Las malas experiencias están ahí, para recordar que las sobreviví; que quizá me ahogaba en lo que para otros era un vaso de agua, pero para mí era un océano y logré alcanzar costas firmes.
El futuro no me lo planteo. Lo temo lleno de arrepentimientos y carencias. Llegado el momento ya veré cómo lo afronto. No depende de mí, depende de un bichito que me puede estar creciendo dentro, o de un irresponsable que se puede estar drogando antes de ponerse a conducir. Como bien dices, la fragilidad del mañana merma las fuerzas del hoy. “La música del azar” es una gran novela leída una vez; pero una condena vivida a diario.
No tengo la vista clara, sino selectiva. No reparo en lo que me aburre o no me interesa, lo que hace que no preste atención a la mayoría de las cosas. Quizá en mi caso la presbicia sea un vicio. Soy crítico preventivo con lo externo y autocrítico a destiempo. No aprendo en corazón ajeno.
Por eso me gusta leer piezas como las que tu escribes. Ver otros intereses, otras sensibilidades, conocer a personas que lleváis la dignidad fuera de las palabras y las convertís en actos. Que reflexionáis sobre la dificultad de aspectos cotidianos que a mí se me regalan, que reparáis en la belleza del momento, mientras a mí me fascina la pasión de lo intenso.
Gracias, Verónica, por hacerme un sitio a vuestro lado. Por permitirme compartir café, invitarme a acompañaros a la playa o sentarme a compartir una charla.Confío en que ese futuro que empieza ahora, sea un periodo placentero y provechoso; y que cuando llegue la tormenta sea corta y definitiva.
Ενώ μοιράζονται μερικά φλιτζάνια ΚΕΡΝΑΩ, επιτρέψτε μου να σας ρωτήσω εάν το pdf σας ήρθε χωρίς κανένα πρόβλημα. Θα ήθελα να μάθω τη γνώμη σας για μια-δυο ιστορίες. Αν θέλετε να τα διαβάσουν, ήδη αποστολή τους τον εαυτό σας όταν έχετε χρόνο ανάγνωση. Ευχαριστούμε.
Un fuerte abrazo, muchos ánimos y raudales de cosquillas cosquillosas.
No nos ha llegado ningún mensaje tuyo por mail. Y sin ningún problema leeremos esas historias, al contrario será un placer, eso sí ¡¡¡Con el lápiz rojo en la mano porque soy poco pelota!!! jajaja
EliminarGracias por la confianza. Un beso. Espero ese mail.
Buenos días, Verónica:
EliminarNo si está claro que el humo me impedía ver las cosas... ¡pero es mi torpeza la que me impide hacerlas!
Creí que te lo había enviado; aunque también pensaba que era un melenas hasta que me acabo de mirar al espejo.
Te acabo de enviar, y lo juro sin ser perjuro, el pdf de Jack.
Ya te envío lo otro.
Feliz día, Verónica.
Muchas gracias.
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