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sábado, 6 de septiembre de 2014

Consecuencias de mi bifrontismo



Hay veces en que nuestra percepción de la Realidad está impregnada de una sensación de Irrealidad. Cuando lo idealizado se convierte en vivible, lo rechazamos por ilusorio. De ahí que haya relaciones que confinamos en la inexistencia, lugares que sólo queremos visitar en fotografía y sabores que únicamente nos hacen salivar frente al televisor.
El cineasta David Lynch captura esa sensación de caos dentro del orden, de fealdad bajo la belleza, de falsedad tras lo fidedigno. El arranque de su película Terciopelo Azul (1986) es uno de esos momentos imborrables en mi memoria. Perdurable tal y como yo lo revivo; pues, probablemente, mi recuerdo falsee la realidad de esa obra de ficción.



Quizás somos lo que los demás creen ver en nosotros y no como nosotros nos sentimos; al igual que las vivencias son tal y como las recordamos, no como las vivimos. Incluso al compartir evocaciones con quienes las convivimos, podemos descubrir que sus recuerdos no son parecidos. Como mucho, resultarán similares; habitualmente se recordarán disímiles. Compartimos vivencias, pero no los sentimientos asociados a esas experiencias.
Es en ese momento de enfrentarnos a la distorsión evocativa cuando nuestras inseguridades pueden convertir las variables del caos en monstruos contra los que nos empeñamos en arremeter. “¿Cómo pude confundir un roce con una caricia?, ¿Qué me llevó a entender su ‘hasta luego’ como un ‘hasta pronto’?”

Vemos nuestro brillo de vida —ese atrevernos a compartir— como un centelleo de luces de bohemia con reflejo esperpéntico. Destruimos a balazos de rencor esos espejos que nos reflejan deformados por los sentimientos. No queremos ser así. Tememos ser señalados como hombres elefantes en el circo de tres pistas sociales. Nos maquillamos como payasos, nos disfrazamos de prestidigitadores e incluso nos creemos maestros de ceremonias ajenas. Invocando el “YO en tu lugar…”, “Si a MÍ me dicen eso…”, “TÚ lo que tienes que hacer…”, buscamos llevar nuestra feria de rarezas a ciudades ajenas, como la Mary Henry que protagoniza El carnaval de las almas (Herek Harvey, 1962).



6 comentarios:

  1. Me ha encantado esta entrada, la verdad es que hace pensar.
    Me encanta las alusiones al cine que incluye.
    Me alegro mucho de que continúe, espero no perderme la siguiente parte jeje
    Un saludo :)

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    1. Buenos días, Sara:
      Pues muchas gracias por compartir tu encanto alegrante.
      Sí, más allá del entretenimiento (que encuentro primordial en un primer disfrute de una película) el Cine tiene un componente de evocación que no soy capaz de apreciar en ningún otro Arte. Me influye tanto la narrativa cinematográfica que incluso los contados sueños que recuerdo suelen aparecer como películas en las que llego a verme como espectador.
      Muy pronto en esta pantallas tendremos la continuación/conclusión de este docudrama sobre mi bifrontismo.
      Gracias por tu lectura atenta y tu atento comentario.

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  2. Muy buenas las "tres definiciones": la de lo subjetivo, la del alterego y la del ridículo. Cada uno que leamos este texto vamos a extraer de él la parte que nos engaja mejor, la que coincide con alguna vivencia, experiencia o característica de nuestra forma de ser. En mi caso han sido estos tres puntos.

    Alucino con la de títulos de películas que me ofreces y lo pocas que he visto, y eso que me gusta el cine a rabiar. Soy una aficionada de pacotilla o tengo muy mala memoria... bueno, lo que tengo es buena fe y mala leche (perdón, jajajajaa!)

    Un abrazo, compañero. Te dejo un cafelito y una :)

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    1. Buenas tardes, Verónica:
      Uno de los aspectos que más me sorprendió cuando empecé con esto del blogeo fue comprobar la comunicación con desconocidos, cómo coincidíamos en aspectos que, hasta entonces, me habían hecho ser señalado como el diferente entre mis iguales.
      El tema del exceso de egocentrismo del que me acusaban, ya no me preocupa gracias a personas como tú, Verónica, que sin ocultar sus diferencias me hacen ver que coincidimos en rasgos que me humanizan y no me convierten en el monstruo de barraca de feria que se empeñaban en hacerme creer que era. Comprobar que me comunico de persona a persona con alguien como tú, es algo que me reconforta y me alegra. Gracias por hacerme un hueco en tu cibervida.

      Respecto a las pelis, he visto muchas dada mi edad y soy persona de muy buena memoria (de ahí que me tachen de rencoroso simplemente por no olvidar lo imperdonable) “Terciopelo azul” es una película turbadora, más ahora que en su estreno hace 27 años. He perdido la efervescencia de la juventud y me repele lo sórdido. El cine de David Lynch me fascina, pero de poder dar marcha atrás en el tiempo no habría visto “Terciopelo azul” ni sus obras siguientes, son laberintos donde al final del camino sólo acecha la desesperanza.
      Te aconsejo que veas “El carnaval de las almas” en cuanto tengas ocasión. Es una reivindicación rotunda de LA IMAGINACIÓN como defensa frente a la muerte. Ahora la venden como una película de “terror”, pero es un canto a la terquedad y a la voluntad. No hat nada más surrealista que la realidad vista con ojos limpios.

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  3. Me encanta todo lo que transmites con tu visor de NINO, porque creo que como buen director de tu propia película, sabes de la infinidad de planos que puedes captar de ese "yo" tuyo, tan múltiple, como bien afirmas, pero sabiendo en qué plano está cada uno. Me gusta tu enfoque, qué mejor forma de vernos, que a través de la "ilusoria" pantalla, y nunca mejor dicho, pues: ¿somos la imagen que proyectamos?; o ¿la que dejamos que vean?; o ¿la que cada cual capta con su visor personal?. Y surge la pregunta: ¿quienes somos de verdad?
    Yo creo que el único momento en el cual nos vemos y nos ven tal y como somos más verdaderos, es cuando niños, muy niños... Después, siempre estaremos expuestos a nuestros propios condicionantes y a los ajenos. Pero al igual que en el cine, lo bonito es esperar hasta el final, y descubrirnos... "
    Me encanta el cine, y ese ardid de menciones cinéfilas que haces, pero a mí, para el juego de las apreciaciones subjetivas, me gusta Bergman . Reconozco que tengo predilección por su maestría para sacar las múltiples e infinitas personalidades que llevamos dentro; aunque a Lynch, tampoco lo desprecio.
    Bueno, ya en otra hablamos de cine, que después de leerte, siempre me entran ganas de ver una peli...je; y es que como decía Aute "cine, cine, cine...que toda la vida es cine..." Quizá nosotros solos nos complicamos, o lo complicamos... Y de una forma o de otra nos gusta la "fama", ser populares y no sabemos vivir sin que nos presten atención. Personalmente, frente a tanto plano vital exigente, creo que lo importante es ser protagonista de nuestra propia vida, no permitir que nada ni nadie la oscurezca.
    Eres genial. Saludos.

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    1. Buenas tardes, clarisa:
      Muchas gracias por tu comentario y por las palabras de aprecio que dedicas a mis heterónimos. Mi yo, el simple, te está muy agradecido. Como viene escribes, a muchos nos gusta la “fama”, a mí la que viene de la mano de gustar; que de darme notoriedad ya se encarga mi “mala fama”.
      No tengo muy asentado el sentimiento de “gregarismo” o la necesidad de formar parte de grupos, grupúsculos o parejas. Desde que recuerdo he sido considerado el •diferente”, no me gustaban el fútbol, las peleas o los coches de juguete. Me gustaba leer y jugar con mis soldados de plástico. También estar con mis amigos, pero nunca fui de tener una pandilla fija.
      Incluso los profesores me veían diferente, hasta el punto de que en el colegio llegaron a dudar de mi capacidad intelectual ya que siempre estaba ausente, en la inopia. Al acabar la EGB, el director del colegio Público Jovellanos, Rufino no sé qué, aconsejó a mis padres que cursara una FP sencilla, ya que “era un poco `retardado’ aunque buen chaval”. Lo primero que hizo mi madre en cuanto aprobé selectividad fue fotocopiar la nota y metérsela al director por la cara.

      Por suerte siempre he tenido carácter y personalidad, aunque muchos lo tildan de “mal genio” considero que mi impronta personal radica en que me quiero y valoro. Se me educó en ello, mi madre lo hizo bien: con firmeza y cariño.
      No hay nada mejor en la vida que el sentirte rodeado de cariño; y crecí sintiéndome amado y respetado. No falta quien afirma que carezco de empatía hacia los demás sólo por no aparentar que me interesa lo que me aburre. Me gusta mi vida, aunque tengo miedo que mi carácter solitario se convierta en huraño.
      Sin embargo, soy un inadaptado tolerado como bohemio. Me cuesta adaptarme a normas y usos sociales. No logro mantener un trabajo y en mis relaciones de pareja me falta madurez. Escribo para entenderme, al igual que me hablo en voz alta en inglés por la calle (al comunicarme en otro idioma no me pierdo en juegos de palabras y me veo obligado a sintetizar las ideas)
      Perdona que me haya entendido en contarte parte de lo que sé de mí.

      Disfruto mucho con el Cine, es una forma estimulante de vivir otras vidas. No soy aficionado al cine de Bergman, sólo tengo “El séptimo sello” y “Persona”. Con la vejez, cada vez me gusta más el cine escapista y delirante. Tengo unas 4.000 películas y muchas veces me descubro viendo las mismas. Las que me hacen sentir que formo parte de la historia que cuentan. Ayer volví a ver “Los inútiles” de Fellini.
      Muchas gracias por tu compañía, Clarisa.
      Un abrazo.
      Nino

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Gracias por tu lectura comentada.

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