Ahora que el tiempo aún no nos quema, Sidonie, permíteme
que te escriba con palabras que puede que tú llegues a sentir en un futuro que ojalá no nos
alcance.
Espero que al llegar tu entonces sin
mí, tus demonios no se aviven al pensar en el pasado y te lleven a avergonzarte
de haber sentido sobre tu cuerpo la piel de este diablo. Mantener de adultos la
capacidad para emocionarse, comprometerse o soñar, es algo maravilloso. El que
esa ilusión nos la activen pequeñas cosas —las cuales convertimos en grandes
pasiones—, habla mucho y bien de nuestra fertilidad ante el germen de la
esperanza. No te arrepientas de haberme amado. Soy éste que sientes que soy
ahora, no aquél al que maldecirás entonces.
© Eurythmics_When_Tomorrow_Comes_cover
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Quizás porque todos somos materia en
constante evolución, al echar la vista atrás nos sorprende o sonroja lo sentido
por alguien a quien, con nuestra nueva mirada evolucionada, vemos desde otra
perspectiva. Pero, si ese alguien nos emocionó fue porque —quizás por un solo
segundo— nos ilusionó. Y eso siempre se lo debemos reconocer.
De ahí que te asegure ahora, que, en
mi caso, nuestro presente de miel no se amargará en hiel al convertirse en
recuerdo. Confío en que harás del mío nuestro caso. Y en que —una vez superado
el olvido y desarmado el desdén—, los recuerdos nos hablarán de buenos tiempos.
De estos tiempos que ahora, mientras los compartimos, los sentimos como los
mejores. Aunque, cuando llegue nuestro entonces, sentiremos que lo mejor aún
está por llegar.
Tuyo por siempre, Sidonie; incluso
entonces.
Nino