Esta entrada está
conformada por un corta/pego “enninado” de reflexiones que recogió el escritor James Salter en sus textos para tres
conferencias que pronunció durante el año 2015.
Dichos textos acaban de
ser publicados en España, por la editorial Salamandra, en el volumen unitario El
arte de la ficción, que cuenta con la traducción de Eugenia Vázquez Nacarino.
Las
novelas son más largas que los cuentos y, en virtud de esa extensión, o digamos
amplitud, tienen la oportunidad — la obligación, de hecho— de ser más complejas
y posiblemente implicar a más personajes, llámeseles personas. La mayoría de
las novelas son narrativas, o sea, lineales en la forma y fieles a la
cronología, van hacia delante o fluctúan en idas y venidas en el tiempo. La
narrativa cuenta una historia, y las historias son la esencia de las cosas, el
elemento fundamental.
Voy
a intentar hablar sobre escribir novelas, pero debo advertir de antemano que
tal vez no sea sobre la novela que ustedes están pensando escribir, o han
empezado a escribir, o quizá tengan medio terminada. En realidad, es sobre las
novelas de ciertas personas. No pretendo que sean lecciones sobre cómo se hace.
De
hecho, no creo que nadie pueda enseñarles cómo se escribe una novela, o al
menos no en una hora.
Es difícil escribir novelas. Has de tener la idea y los
personajes, aunque quizá se añadan personajes sobre la marcha. Necesitas la
historia. Necesitas la forma: ¿Qué extensión va a tener el libro? ¿Estará
escrito en párrafos largos? ¿Cortos? ¿En qué persona narrativa? ¿Mantendrá un
hilo conductor o se dispersará en todas direcciones? ¿Cómo será de denso?
Cuando
tienes la forma, puedes escribir la novela. El comienzo es de suma importancia.
Todo está en esas primeras frases. Después de eso, escrito en orden o en
desorden, viene el resto, escena a escena, página a página. Es una tarea
prolongada.
Como
escritor, te enfrentas constantemente a la necesidad de visualizar una escena,
o una secuencia, o un sentimiento, para a continuación, de la manera más cabal
que puedas, ponerlo en palabras. Hay muchos intentos fallidos, al tratar de
arrancarse de dentro algo que a veces es inexpresable. Es una labor con muchos
aspectos, demasiados, y al menos uno de ellos debe quedar al fin escrito de un
modo lineal, palabra por palabra, hasta el punto de llegar casi a perder el
interés. Hay siempre demasiadas opciones, o no hay ninguna, ninguna vía
posible.
Al
principio eres capaz de escribir en cualquier sitio, pero has de dedicarle
tiempo a escribir, has de escribir en lugar de vivir. Has de dar mucho para
recibir algo. Recibes sólo un poco, pero es algo. No hay valores establecidos;
das mucho a cambio de nada; haces todo a cambio de apenas nada.
Si
de verdad es así, si es tan difícil y para casi todo el mundo hay tan poco que
ganar, poco dinero... Pero ¿cuál es el impulso? ¿Por qué se escribe? Ahí está
la esencia. Entonces, ¿por qué?
Bueno,
ciertamente por placer, aunque está claro que no es un placer tan grande. En ese
caso, para complacer a otros. He escrito con eso en mente a veces, pensando en
ciertas personas, pero sería más honesto decir que he escrito para que otros me
admiren, para que me quieran, para ser elogiado, reconocido. A fin de cuentas,
ésa es la única razón. El resultado apenas tiene nada que ver. Ninguna de esas
razones da la fuerza del deseo.
Eres
el héroe de tu propia vida: te pertenece sólo a ti, y a menudo es la base de
una primera novela. Ninguna otra historia está más a tu alcance para que dispongas
de ella. Creo que ustedes saben —aunque entre los escritores siempre existe
cierta susceptibilidad al respecto, como si inspirarse en la vida, admitirlo,
fuese una renuncia al arte— que, por supuesto, muchos o la mayoría de los personajes
de ficción están tomados de la vida.
Si esta selección –tan
breve como personal– te ha resultado interesante, atentoLector, imagina todo el estímulo que te puede proporcionar la
lectura completa de los tres textos escritos por James Salter. Para (re)leerlos con la atención debida sólo tienes
que adquirir el volumen unitario El arte de la ficción.
Gracias. Feliz lectura.
Un abrazo.