Jerome Charyn’s Movieland, chapter 10: Two-Headed Man
El hombre de dos cabezas VIII
Raymond Chandler era otro hombre del oeste.
Su detective de ficción, Philip Marlowe, tenía su oficina en la misma tierra de las películas, cerca de la esquina de Hollywood Boulevard con Ivar Avenue. Y como gran parte de la gente que lo rodeaba, Marlowe está solo y desarraigado. Continúa embrujándonos y molestando nuestro sueño, porque a pesar de su bravura, y su profunda desconfianza en las mujeres —lo cual definiría al noventa por ciento de los héroes del cine—, él tiene la cualidad de poseer una amnesia en desarrollo, que describe el montaje y desmoronamiento de nuestras vidas en un siglo de sonámbulos y psicópatas.
Marlowe, de acuerdo con Raymond Chandler, es “un hombre solitario, un pobre hombre, un hombre peligroso... creo que siempre tendrá una mugrienta oficina, un casa solitaria, una serie de relaciones, pero ningún vínculo permanente. Creo que siempre será despertado a una hora inconveniente, por una persona inconveniente, para hacer algún trabajo inconveniente... siempre lo veo en una calle solitaria, en habitaciones solitarias, desconcertado pero nunca vencido.”
Él es la criatura en la que muchos de nosotros tememos convertirnos; una parte de la sociedad, aunque alejado de ella, sin familia o auténticos amigos, un espíritu que nos podemos encontrar representado en la pantalla de un cine: el superviviente mostrado como animal urbano.
Tal vez ésta sea la razón por la que tenemos tantas encarnaciones de Marlowe en la pantalla, tantas caras para un único detective, como si un único actor no pudiera abarcarlo, ni capturar lo que es. Dick Powell, Humphrey Bogart, George Montgomery, Robert Montgomery, James Garner, Elliott Gould, Robert Mitchum... Marlowe no tiene un rostro definitivo. Existe en el límite de nuestros sueños.
«Movieland: Hollywood and the Great American Dream Culture»;
es una obra de Jerome Charyn, publicada por la editorial Putnam ©®.