¿Recurriste a un corrector profesional o a lectores beta?
Es un recurso que sé necesario, pero no me lo puedo permitir en lo económico. Autoedito mis obras confiando en que alguien que las lea se ofrezca ayudarme en su depuración literaria. Necesito la figura de un editor externo, pero no la he encontrado. Sí he contado con conocidos que oficiaron de “lectores beta”, pero fueron demasiado respetuosos con mis textos y comprendí que los ponía en un compromiso al pedirles su colaboración.
¿Alguna anécdota durante la escritura o la publicación?
Al tener «Donde vive el recuerdo» un sustento de evocaciones falseadas, varias personas de mi entorno afirmaron reconocerse en situaciones que novelizo y que no tienen ninguna conexión con ellas.
La publicación es siempre sorprendente y reconfortante: me vivifica sostener el primer ejemplar de cada obra. En este caso fue especial pues su edición luminó un momento personal oscuro. Su escritura me sirvió en un proceso en que tenía que tomar una decisión transcendental. Sus posteriores reescrituras han suavizando el “yo” e intensificado el “nosotros”.
¿Lo has presentado en alguna librería o biblioteca?
No me lo he planteado.
¿Algún lector te ha contactado?
Sí. Y mantenemos el contacto. Incluso hay una lectora que cuando viene a Gijón
siempre quedamos.
¿Lo enviaste a editoriales, concursos, etc… o decidiste de inicio utopublicarlo?
Uf, a ver cómo te contesto sin delirar.
Mi proceso de escritura es parecido a un acto de posesión, en el que una personalidad literaria toma el control de lo que escribo. A esa personalidad creativa la llamo “Nino Ortea”. Y lo que hace es escribir de manera automática una historia que parece que alguien le esté dictando.
Una vez acabado el texto, lo leo y decido qué hacer con él. A esa personalidad literaria que oficia de puente entre mi natural lector y mi condición de escritor la identifico con mi apodo “Nino”. Hasta ahora, esa personalidad redactora siempre has visto mis obras como trabajos de aprendizaje. Trabajos que incluso no depuro del todo en su componente personal, a fin de mantener ciertas autoreferencias creativas que me ayuden al abordar el proyecto siguiente. Por ejemplo: en «Donde vive el recuerdo» prima la
narración en primera persona, pero hay capítulos o fragmentos en los que recurro a otro tipo de narrador. Recurso que en unos casos viene impuesto por las necesidades narrativas, pero en otras en un mero ejercicio rupturista o una solución tangible a una duda que me planteo. Por ejemplo: la primera vez que autoedite de manera serializada esta novela, la entrega titulada «Castigado a vivir» presenta sus páginas sin numerar y los capítulos empiezan al acabar el otro, en la misma página. Con ello buscaba reproducir la manera en que escribimos un texto personal sin ambiciones literarias: aprovechamos el papel y no numeramos las páginas. Esta decisión dificultaba la lectura de lo que sí era un texto con ambiciones literarias, por lo que en las dos siguientes entregas y en todo las páginas están numeradas y los capítulos aparecen separados, incluso recurro a notas a pie de página para contextualizar o informar.
Presentar los textos a un concurso o a una editorial requeriría normalizarlos, decuarlos a unas pautas de convocatoria o estilo. Esa normalización los privaría del único componente que los diferencia de otros cientos de obras que se presenten a esa convocatoria: mi impronta. Mis relatos o novelas no son grandes obras dentro del canon literario. Necesitan de un acabado editorial que no sé darles (no soy un gran escritor, pero sí soy un gran lector y noto esa carencia). De ahí que, cuando me noto con bravura, opte por autoeditarme para evitar que esos trabajos de amor queden perdidos, como han quedado tantos.
Para autoeditarme invoco la personalidad de “Marcelino”: él es mi editor y representante literario. “Marcelino” tiene una autoeditorial, Librelena, que es la que me publica, para lo que recurre a los servicios de impresión y distribución de Amazon.
Ahora te estoy escribiendo como Nino – mi apodo en la vida real–; que, además de ser uno de mis heterónimos literarios, oficia de agente de prensa de Nino Ortea. Disculpa lo extenso de mi respuesta, confío en no haberla convertido en una divagación.
Sí que presenté mi primera obra –un libro juvenil– a varias editoriales. Sólo me contestó la editorial Everest. El resto, silencio. Del silencio no se aprende, por lo que decidí hacer de la autoedición de mis fabulaciones un taller de aprendizaje creativo. De ahí que todos mis libros, incluido éste, hayan salido a la venta sin que les aplique margen de beneficio económico, ya que considero que lo que ofrezco no son obras comerciales, sino trabajos literarios.