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viernes, 22 de mayo de 2009

TdAp: Hijos del paraiso I b



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Casualmente ambas películas fueron dirigidas por Melvin Leroy, y mostraban una fluidez en la narración, un sentido de intencionalidad y espacio narrativo que se alejaron de las salas, paralelamente al estallido de la Segunda Guerra Mundial, con la llegada de Carmen Miranda, María Montez, y todas las criaturas exóticas, o procedentes de la casbah, cuando la "ambientación” podía determinar por sí sola el tono y la suerte de una película.
No hubo mucho sitio para Ann Dvorak entre los diferentes Bagdads. Se fue a Inglaterra y condujo una ambulancia durante los ataques aéreos. Pero estuvo maravillosa en Tres vidas de mujer, en el papel de una indómita belleza casada con un hombre rico (Warren William). Ella tenía unos ojos enormes, y una cara muy obscura, que era tal vez demasiado expresiva para las facciones de alabastro que Hollywood favorecía.
¿Pero, porqué diablos tenía que descubrirla en París, gracias a Canal Plus?.
Su presencia había desaparecido de la pantalla norteamericana. Una víctima más del viejo edicto de que Hollywood no se podía permitir tener un pasado; pues se podría ver comprometida la cosecha de películas del año siguiente. Tuve que volar a París en búsqueda de la “historia” que Hollywood pudiera tener. Puesto que se había convertido en un extraordinario museo, que había recogido nuestra cultura popular de una manera en la que nosotros nunca pudimos.
Los franceses habían establecido una línea completa dentro del género policiaco, “la Série Noire, como homenaje a los escritores norteamericanos de ficción de la escuela del “hard-boiled”, como Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Jim Thompson y Horace McCoy.
Mientras que nosotros despreciábamos la novela policiaca, considerándola sub-literatura, una forma descerebrada de lectura que debía ser rehuida por todo crítico serio; los franchutes podían percibir su aroma especial, y sentir la alocada perspectiva que ofrecía de los aspectos más ocultos de nuestra cultura : que el crimen era cultura, y la cultura era un crimen.
Así que Hammett y Chandler eran adorados en Francia, a través de la Série Noire, mientras que sus obras se quedaban fueran de las imprentas en Estados Unidos.
Y lo que era palpable respecto a la novela policiaca norteamericana (“la roman noir”), también lo era respecto a los cómics yanquis.

Popeye y Batman, Blondie y Red Ryder, Captain Marvel, Katzenjammer Kids, Little Orphan Annie y The Little King, Wonder Woman y Mandrake habían conquistado la imaginación francesa al sugerir un universo reducido que representaba a Norteamérica: una tierra donde todo vale. La carabina de Red Ryder le abre paso a través de cualquier contexto cultural y clase social. Dagwood siempre acudirá a la llamada de Blondie. Y los Katzenjammer Kids socavan cualquier autoridad que esté a su alcance.


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