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Debe de haber sido sobre 1990, tal vez incluso antes, cuando Alan Moore —como parte de su indagación para la recreación ficticia de los crímenes de Jack el Destripador— me pidió que lo llevara a dar una vuelta en coche por Londres; a fin de examinar los lugares más importantes dentro de su argumento para From Hell. Me sentí feliz de representar a Netley ante Sir William Gull, mientras permitía que mi distracción con el tráfico y la conducción aliviara la magia negra de nuestra andadura por los senderos de la obsesión.
Mis recuerdos de nuestro deambular durante ese día son neblinosos, impresionistas e, incluso, superficiales.
Recuerdo el color de los saris bajo los chales, mientras las mujeres asiáticas se apresuraban a culminar sus ocupaciones bajo las sombras, empapadas en gris, de la iglesia diseñada por Hawksmoor en Spitafields; y me vienen a la cabeza las hojas de repollo diseminadas, incrustadas en el granito de los adoquines victorianos —aun visibles en los canales de desagüe— desenterrados por un siglo de constante rehacer el firme de la carretera.
Y resueno otra iglesia —no me preguntéis cuál— abandonada, sin techo, poblada por una congregación de árboles y maleza, que se retorcía entre las piedras caídas. Había una puerta de hierro forjado por trepar, una obscura cripta —de olor acre— por investigar. Recuerdo descender a ella con Alan, esperarlo a media luz a los pies de los escalones, mientras observaba cómo él se adentraba sujetando inútilmente un parpadeante encendedor sobre su cabeza para iluminar el camino, en el interior del obscuro foso. Como sé que es medio ciego a plena luz, esperaba que se desplomase, en cualquier momento, dentro de un abismo inadvertido, y se precipitara directamente al Infierno. Pero regresó de las sombras con su alma aún intacta, o así parecía.
Recuerdo un puente sobre el Támesis; mirar hacia abajo y ver sobresaliendo de entre la basura al descubierto —traída por la marea— un carro de supermercado, un balón de fútbol pinchado, una vieja puerta, y una algo de color queso que, desconcertantemente, se parecía a una pelvis humana.
Además, tengo el vago recuerdo de un parque —una mancha de costra verde entre el enladrillado urbano— con algunos niños escondiéndose en una esquina, quinta que por lo restante permanecía desierta; una porfía sobre si aquellos eran los London Fields o no, y eso es todo. El tiempo ha erosionado el resto del día.
Esa noche nos alojamos en casa de Steve Moore, en Shooter’s Hill. Me acosté cansado, me sentía inquieto y con un molesto dolor de cabeza. Alan y yo compartimos una habitación. Soñé que volvía a trabajar de taxista, conduciendo con un cadáver en el maletero del taxi, preocupándome por que el hedor podría molestar a mis clientes y reducir mis propinas.
Me desperté.
Alan gesticulaba, mientras sonreía ligeramente en su sueño. Pensé en despertarle y preguntarle con qué soñaba; pero decidí que en realidad no lo quería saber.
Al poco tiempo Alan y mi vida se separaron. Me había olvidado de From Hell hasta hace unos días, cuando alguien me pasó el volumen del tamaño de una lápida, que contenía la historia agrupada. Ha estado arrellanado junto a mi cama desde entonces.
Tengo que leerlo.
Lo leeré.
No estoy seguro de querer hacerlo.
Algunos objetos tienen poder tan sólo porque se lo investimos; los convertimos en tótems. Pero en otros el poder es intrínseco; impregnado por las martilleantes yemas de los dedos de un escritor atrapado por su temática en mazmorras repletas de humo; convertido en aguafuerte por la plumilla de un artista, mientras se sienta a rayar el papel bajo el calor subtropical de un continente, a más de un siglo y medio mundo de distancia de la obscuridad que captura certeramente, como si la hubiera vivido. Eddie Campbell, admiro tu habilidad y capacidad de visión; me maravilla tu resistencia.
Sospecho que From Hell es un trabajo con poder intrínseco.
Os recomiendo que corráis el riesgo y lo leáis; entonces por lo menos lo sabréis.
Jaime Delano Northampton, Inglaterra, mayo del 2000.
Traducción: © Nino Ortea Gijón, 3-IX-09
Jaime Delano siempre me ha parecido un guionista de lo más interesante, siempre correcto y fiel a sus ideas. Su Hellblazer me parece fascinante y la semilla de todo cuanto ha venido después. Y From Hell de Moore es, sin duda, una obra compleja que oculta muchísimo más de lo que parece.Una obra para releer una vez tras otra y no dejar de sorprenderse.
ResponderEliminarSaludos Nino
Hola, Crowley:
ResponderEliminarLa verdad es que Jamie Delano es una gran persona y un creador con una capacidad empática enorme y una habilidad narrativa muy escasa para pintar con palabras.
No te voy a decir que tras haberlo conocido me haya parecido encantador, pero sí que es alguien muy sugerente pues conversar con él te abre la mente a nuevas perspectivas sobre lo cotidiano.
“From Hell” es una gran obra a la que llegué por Moore, pero me quedé por Eddie Campbell quien creo que firma un trabajo gráfico sublime.
Bueno, y ahora a tomar un café.
Cuídate