Hoy
jueves, es nuestra compañera Carmen
quien tiene a bien recibirnos en su blog Mezclando Arte.
Y lo hace proponiéndonos como inspiración un tema –“¿Cómo somos de solidarios los humanos?”– que me ha llevado a una
reflexión triste sobre mi humanidad, más solitaria que solidaria: y es que desear
un mundo mejor no tiene sentido si no hago nada por mejorarlo.
Este
domingo es jornada electoral en España, acto individual con el que buscaré una
mejora social.
Los
relatos de mis compañeros jueveros aparecen relacionados en este vínculo:
Gracias,
Carmen.
Hola, este relato forma parte de la antología «Nada ha sido probado», disponible en Amazon por 0,99 €.
Gracias.
Un precioso relato que refleja muy bien como somos, o como son algunos...
ResponderEliminarTe leo y me da pena, porque es tan real... Quizá cada vez estemos más deshumanizados.
Lo que sí estoy segura es que los que menos tienen son los que más ayudan...
Muchos besos
Buenos días, Carmen:
EliminarImagino que somos muchos los que tenemos comportamientos incongruentes. Basta citar las luchas que mantienen nuestro corazón y el cerebro.
Lo decepcionante son estas personas que viven para la percepción ajena y que prejuzgan por las apariencias. Y ya, cuenda estas personas ofician de defensores de los social cuando en realidad sólo buscan una mejora personal, mi decepción se convierte en ira.
Lo desconcertante es ver a tanto miserable que cuenta con reconocimiento de una sociedad a la que denigra.
Un abrazo, Carmen.
Efectivamente, Sr Ortea, es un relato precioso.
ResponderEliminarLo que no tienen precio son sus cálidos comentarios, Ángela.
EliminarTu relato plantea una diferencia entre fingir algo, dar buena impresión, y realmente serlo. Y una mujer es quien reconoce a quien realmente ejerce la solidaridad.
ResponderEliminarSaludos.
Buenos días, Demiurgo:
EliminarEn lo personal, te diría que este texto tiene mucho de fabular un sucedido.
En lo general me fastidia mucho la figura del “fariseo” y su empaque en un mundo (tanto el real como el cibernético) donde las apariencias mandan; y donde el aprovecharse de las debilidades ajenas no es considerando algo denigrante, sino inteligente.
Buen viernes, demiurgo.
Un relato que refleja una realidad que existe aunque no nos guste. Bien hecha esa dedicatoria tan merecida.
ResponderEliminarBuenos días, Tracy:
EliminarSí, por desgracia hay mucha fortuna económica basada en el infortunio de otros. Creo que lo imprescindible es no ser uno de los peones en esos procesos (una vez más, nuestros actos de consumo son una gran herramienta de cambio social)
Mi dedicatoria a Omayra tiene su origen en la nueva catástrofe natural que asoló Colombia esta semana.
Un abrazo, Tracy.
A veces nosotros, el primer mundo según dicen somos un poco cretinos y creemos por encima del bien y del mal, y además nos permitimos criticar a aquellos que vienen aquí para encontrar un mundo mejor. Me acuerdo del caso de esa niña, fue muy triste.
ResponderEliminarMuy buen relato amigo.
Gracias por participar.
Un abrazo
Buenos días, Carmen:
EliminarGracias por la inspiración de tu convocatoria; y por encontrar un rato para leerme, pues imagino que andarás muy ocupada de cara a la presentación de tu última novela.
Nuestro concepto de solidaridad no difiere del que Galdós criticaba en su magistral “Miau”: a los necesitados nos gusta verlos como pedigüeños y despojados de dignidad. En muchos casos. nuestra presunta solidaridad se queda en los lemas que lucimos en las camisetas, pero no llega a nuestro corazón.
Un fuerte abrazo, Carmen.
Buenas tardes,
ResponderEliminarDesolado paisaje el que nos muestras en tu historia, tan triste que duele y más si pensamos que ciencia ficción no es precisamente.
Precioso homenaje a Omayra y un original enfoque para tu jueves, yo esta semana no creo que llegue a tiempo.
Un beso de jueves casi noche!
Buenos días, Teresa:
EliminarEn este relato, digamos que ficciono mi realidad: el único nombre que no he cambiado es el mío.
La dignidad que mostró Omayra Sánchez debe servirnos de ejemplo para alejarnos de la vulgaridad de nuestros actos. El ser humano tiene una capacidad innata para la excelencia vital (nadie nace mezquino), lo fácil es conformarse con el posibilismo y refugiarse en la melancolía.
Confío en que todo marche bien mañana en su firma en la librería Andrómeda de Móstoles, señorita Oteo.
Un abrazo, Teresa.
Buenas tardes Mr. Ortea,
EliminarReitero mi agradecimiento por sus buenos deseos y espero que augurios para mañana, ya le contaré, y espero ampliar la gira y visitar con mis "niños" tierras asturianas prontito.
Un beso y disfrute usted del finde!
Buenos días, señorita Oteo:
EliminarGracias las que tú tienes y compartes con quienes te leemos.
Confío en que todo marche bien esta mañana a partir de las 11:30 en la librería Andrómeda de Móstoles.
Y espero subirme a tu carrusel en una futura visita a Asturias.
Un fuerte abrazo, Teresa.
Gran relato. Es así la naturaleza humana, muy compleja y contradictoria. Mas sin embargo, a pesar que siempre haya quien haga el mal, es satisfactorio saber que existen personas como tu personaje.
ResponderEliminarBesos
Buenos días, Yessy kan:
EliminarGracias. Mi relato es una ficción de un sucedido (estoy seguro de que el muy vanidoso creerá que he vuelto a escribir sobre él; y esta vez acierta)
Sí, por suerte hay personas que sin blandir banderas, ni ponerse camisetas hacen de su día a día un compartir lo que pueden aunque no les sobre.
Un abrazo, Yessy.
Lamentablemente es así, detrás de muchas ONG de apariencia solidaria, hay negocios turbios, explotación de la pobreza, evasión tributaria, tráfico ilegal de mercancías y personas, etc etc. somos así de complicados los seres humanos. Hay quienes usufructúan la pobreza y las grandes tragedias para sacar ventaja y de eso debemos cuidarnos. Muy oportuna tu reflexión.
ResponderEliminarUn abrazo
Buenos días, Mónica.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Comparto una a una las palabras de tu reflexión.
El “ser solidario” es para muchos descorazonados un mero marchamo social. Cuando no son las religiones, son las ideologías o las tendencias; el caso es que son legión quienes salen a ayudar con el mismo ánimo con el que salen a comprar: que se les vea luciendo el palmito.
Aquí en España, muchas ONGs han sido y son negocios solidarios en primer lugar con sus impulsadores (de ahí sus sueldos y prerrogativas) Aquí en Gijón, mi ciudad, es algo en su mayoría decepcionante: abundan los grupos endogámicos que no buscan que ayudes en una causa; sino que vistas, pienses y actúes como ellos preconizan. Es más, a muchos les molesta la cercanía física con el necesitado. A mí se me ha llamado la atención, con modos condescendientes, por darle un euro a una persona necesitada que comía restos de la basura.
Gracias por tu compañía, Mónica.
Has reflejado muy bien con tu relato la otra cara de la falsa solidaridad. Me da asco pensar que hay gente así, como Hugo, pero por desgracia alguno habrá, aunque quiero creer que no son muchos.
ResponderEliminarUn recuerdo precioso para Omayra, a pesar de los años que hace, recuerdo aquella imagen perfectamente.
Un abrazo
Buenas tardes, Charo:
EliminarGracias por tu comentario.
O bien tengo una enorme torpeza para dar con Hugo y todos sus clónicos, o hay bastante miserable suelto por el mundo. Pero, por suerte somos más las personas que permitimos que nuestro corazón lata ante el deseo y no por codicia.
Sí, Omayra es todo un ejemplo de dignidad. Su recuerdo no debe caer en el olvido. Sería inhumano.
Un abrazo, Charo.
Es profundamente obscena esa apariencia de solidaridad. Pero no son sólo los individuos los que utilizan con fines partidistas ese sentimiento solidario. La mayor obscenidad está en los gobiernos que acuden presurosos cuando suceden catástrofes que castigan normalmente a las poblaciones más desfavorecidas, cuando son ellos con sus políticas los que han propiciado esas deficiencias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buenas tardes, Pepe:
EliminarComparto tu comentario palabra a palabra.
Sí, imagino que el de “obsceno” es el calificativo menos despectivo que se le puede dedicar a esa legión de miserables. Es una pena que la tierra no se los trague de una vez a todos, el mundo sería un lugar mejor.
Gracias por tu compañía, Pepe.