Buenas tardes:
Encuentro una metáfora cruel de la manera en que muchas editoriales tratan a los creadores en el hecho de que muchas veces usan el nombre de un autor como si fuera una marca registrada, no una persona creativa.
Siguiendo con el tema de los libros infantiles, uno de mis favoritos es este «Cuentos de Perrault» (Ediciones Susaeta, 1975): libro en el que en ninguna de sus 142 páginas aparece acreditado el nombre de Charles Perrault como adaptador literario de los cuentos populares, mientras que sí que lo hace el de su ilustrador, Paul Durand.
Tampoco figuran reconocidas la traducción o la coordinación editorial; pero es que por no llevar, ni siquiera lleva un índice con su contenido: “La bella durmiente, “Piel de asno”, “El gato con botas”… .
Quizá la abundancia de esta presentación apócrifa y caótica entre mis sucesivas lecturas, llevó a que –tal y como ya os he comentado– creyera que Alfred Hitchcock era quien escribía los libros de «Los tres investigadores» y que Petete era el orondo autor de su “libro gordo”.
Por suerte, pese a mi vejez, aún conservo cierta inocencia de la niñez.
¡Feliz martes!