Algunas arritmias que sufre el corazón brotan cuando el pensamiento deviene en conciencia de que la vida no nos emociona como antes, conciencia que nos impele a aceleramos hacia la añoranza de un pasado en que nuestro corazón latía más fuerte.
El corazón no tiene freno ni marcha atrás. De ahí que sus choques frontales con la Realidad tengan consecuencias letales. Nuestra Fantasía tiene el recurso protector de enloquecer cuando la Realidad se vuelve demencial.
¡Gracias por venir y enloquecer!
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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre
Soy
una persona excéntrica –no extravagante, estrafalaria o estrambótica–.
Toda
mi vida descentrada ha transcurrido ajena a la normalidad –en algunos casos a
pocos milímetros de distancia; en otros, a kilómetros–.
Por
suerte soy un hombre con rasgos
agraciados, un hombre con facilidad
de palabra, un hombre con un
lenguaje físico seguro, un hombre
con ánimo firme… Quizá una de mis mayores suertes sea la de ser un “hombre”, ya
que este hecho hace que muchas de mis peculiaridades sean toleradas, aceptadas
o incluso resulten atractivas –mi indocilidad hace que se me elija como líder,
mi individualismo lleva a que me fantaseen como pareja–. Estas peculiaridades
tienen más de penalidades cuando perfilan a una mujer, en la que la indocilidad
sería señalada como amargura y el individualismo como ‘zorrerío’.
Todo
mi apoyo y admiración a mis compañeras indóciles e individualistas.
Me temo, sin por eso ser miedoso, que las personas siempre hemos llevado
vidas reducidas –el virus del miedo siempre se ha ocupado de ello–. Dejando a
un lado el terror desplegado por instituciones ajenas, los individuos nos
ocupamos de no despegarnos de nuestros miedos internos. Quizá, amiga, nuestro
mayor miedo es a vivir en plenitud –llevado a nuestra sociedad, ya ves cómo
vamos relegando ciertas experiencias para cuando estemos jubilados, en vez de
experimentarlas mientras tenemos júbilo–.
El sobrevivir reduciditos nos da la sensación de pasar desapercibiditos,
de que los problemas nos pasaran por alto: los monstruos son gigantes y no
estamos tan locos como Quijote para embestir contra ellos.
Además, está el eterno dorado de la búsqueda del equilibrio, no hay
quien se libre de escuchar eso de “La virtud está en el equilibrio” y siempre
preferiremos que nos valoren como virtuosos a que nos señalen como
desequilibrados,
Por otro lado, sólo puedo felicitarte por el bestiario que has confeccionado,
es toda una devoción.
Me parece muy interesante la propuesta de esta película. Sus
limitaciones en el diseño de producción no limitan su efectividad narrativa. Al
final, en las películas, como en las personas, lo que cuenta es que nos entretengan,
no que nos deslumbren.
Para comunicarnos con otros usamos mayormente palabras de otros,
imposiciones semánticas que convierten garabatos y gorgoritos en signos
lingüísticos. Ocasionalmente nos liberamos de esas imposiciones al recurrir a
la invención de “palabras” o al errar en su escritura/pronunciación. La dislexia
y el despiste son los grandes innovadores léxicos, unidos a la vagancia y a la
petulancia.
En tu caso, tal y como vuelve a apalabrar este relato, personalizas la
afección de las palabras gracias al afecto con el que las usas.
Quizá uno de los problemas de saciar el hambre sea que podemos pasar del
desengaño al desencanto. El autoengaño llena nuestras tripas de esperanza
frente a la bilis de la realidad.
En mi caso, el engaño me permite vivir. Recurro a aislarme y pensar que
fuera de mi laberinto ocurren finalmente cosas maravillosas que me maravillarán
cuando salga.
David Lynch's
What
Did Jack Do? ~ "True Love's
Flame"
Hay veces, bastantes, en las que la Realidad acompañada
me resulta irreal –como un sueño en el que uno se sueña soñando–. Y eso me
tiene al vilo, pues pienso que algo no va bien en mí cuando hilvano la mayoría
de las compañías en un hilo de indiferencia. Me impongo quedar con conocidos o
socializar. Imposición que habitualmente conlleva la sanción de sentirme
incómodo (tal y como acomodo en este blog).
Pero, por otro lado, reparo en que lo que me
entretiene es la vida, mi percepción y ensoñación de ella; por lo que me
reconforta el pensar que lo que me resulta latoso no es mi sinrazón autómata,
sino el corazón de lata de tantos que buscan la magia en otros en lugar de
desarrollar la suya propia.
Recorrerlo estimula mi curiosidad y la de mis
personajes.
Mi soledad no conlleva abandono. Me entrego a
encontrarme, aunque sea en reflejos de actos ajenos o en palabras de otros que
resuenan por los pasillos del laberinto.
Este blog es
una prueba del resonar de tus palabras animosas, amable leyente. Gracias por tu
compañía.
“Civilización” es un sustantivo que asocio a sociedades inexistentes,
pueden ser pasadas o imaginadas. Nunca me he sentido integrante de una
civilización (aunque admito que me enmarquen en una). No es que no es que sea
un “incivilizado”, mantengo el civismo en mis interacciones, o un inculto,
aunque sí mayoritariamente ignorante. Es simplemente que soy un inadaptado.
Mencionas el “confinamiento pandémico”. Fue un periodo muy duro. Sin
dudas, el momento social más inquietante que he vivido. Anímicamente lo llevé
mal, por suerte sin problemas en mi salud o en la de mis seres queridos.
Durante el confinamiento se aceleró una misantropía que ya sentía antes. Tras
él, me he asentado/refugiado en un distanciamiento físico y emocional de mis
teóricos iguales. Incluso en los blogs evito el contacto.
Disculpa este comentario centrado en mis cosas. No en tu texto.
Suelo pasear hasta más allá de esa estatua migratoria al borde del mar
que usas en esta entrada.
En estos mares infinitos de inhumanidad que conforman el océano de
Internet fue una suerte el haber hecho puerto en tus costas creativas y llegar
a habitar un asentamiento de amistad.
Sin haberme vuelto huraño, me encuentro en un momento ermitaño: dadas
mis limitaciones para la interacción, el aislamiento me sana. Pero al leerte,
al saber de ti, mi sanación siempre mejora. Eres una gran escritora y persona,
el caudal creativo y el vital fluyen copiosos en ti, de ahí que bañarse en tus
textos sea siempre revitalizante.
Me limitaré a parafrasear el título de tu texto y decirte que me
encuentro sin palabras, sólo ira. Y cuando miro hacia delante, la ira me hace
temer un mayor desasosiego.
Pienso
que si éstos son tiempos hostiles para la libertad de pensamiento es porque nos
molesta la libertad de pensamiento en otros; y los adjetivamos con
descalificativos o epítetos que los califiquen de catetos.
Este
‘hipotenuso’ suele poner a todos de acuerdo en el uso del eufemismo “peculiar” para adjetivar mi sustantivo ‘ninismo’.
Una
de mis peculiaridades es la de no tolerar la falta de respeto. Intolerancia que
no callo y con la que muchas veces he acallado al irrespetuoso. Pero me hago
viejo y los años no me están trayendo prudencia, sino cobardía.
Hace
apenas una semana participaba en una actividad cultural. Durante el ejercicio
de su turno de palabra, una escritora compartió el efecto de bloqueo que la
tragedia que asola a la región valenciana estaba ejerciendo sobre su
creatividad literaria. Su exposición fue correspondida por una ¿compañera? que,
como valoración a la introspección compartida, ofreció una refutación tan
calmada como irrespetuosa y soberbia: “Hay
que informarse bien”. La invalidadora, otra escritora, no respetó la
reflexión personal ajena –intuí que se alteró por la crítica al desgobierno
estatal que la ponente había incluido en su introspección–.
Nadie corrigió la actitud censora de la descalificadora. La mujer que había leído
su reflexión articuló, tras recibir la reprobación, unas explicaciones
alternadas con disculpas por el fondo y forma de su texto. Nadie le trasmitió apoyo o agradecimiento por haber compartido sus
inquietudes personales y la aflicción de su personalidad creativa. Nadie cuestionó la actitud cuestionable
de la valoradora que se había erguido como defensora del bien.
Fui
todo un “don nadie”. Me convertí,
peculiarmente, en uno más de la nada
adocenada.
Mi
mudez cobarde me ha llevado a una gran crisis, de la que ha sido eco mi
silencio en este blog.
Voy
mudando mi corteza de prudencia. De este olmo viejo brotan hojas nuevas que a
la música del azar entonarán un canto a mí mismo.