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¡Voy a ver a mi Luisa, voy al Mississippi!
¡¡ Voy a ver a mi Luisa, voy al Mississippi!!
Nino se llevó la mano al vértice de su hombría sin sentir ningún placer por conocerse. Subió apurado la cremallera, logrando contener un grito que le recordó la principal inconveniencia de no llevar calzoncillos. Al pensar en el tironcillo cutáneo que le esperaba cuando tuviera que abrir el cierre, adoptó un semblante que provocó la carcajada del negro sonriente.
—¡Tom! ¡Ven! ¡Esto es mejor que cuando a la tía Polly la espantan las gallinas!
—¡Paso de ir a verle el careto a ese triste fullero! ¡Mejor vienes tú a ayudarme, Huck, que estoy acabando nuestra balsa pirata!
Nino se llevó la mano derecha a la cara, arañándose sin querer la piel.
—¡Coño, cómo me han crecido las uñas en una noche! ¡Pensaba que había comprado un crecepelo no un alargauñas!
—¿Una noche? Caballero, ¡se ha pasado usted durmiendo casi tres semanas! —Nino se giró y vio frente a él a un hombre de unos sesenta años, de mostacho tupido y cabello poblado, ambos canos. El sonriente desconocido sacó una pipa del bolsillo interior de su impoluta guayabera blanca—. Cuando era más joven podía recordarlo todo, hubiera sucedido o no… pero juraría que llevas convaleciente en el camastro de esa choza desde el lunes 12. En mitad de la noche comenzaste a gritar ¡Ayer la vi! ¡Ayer la vi! Y a decir palabras raras como “trostélido”, “pellejuda” o “súper pop!”. El doctor Moreau —Mark no pudo disimular su repulsión al pronunciar ese nombre— dijo que probablemente te habrías infectado mientras estuviste en el interior de Moby Dick, y que si dejábamos que te llevara a su parte de la isla, te devolvería convertido en un nuevo ser. Cuando esos engendros a los que llama ayudantes ya lo tenían todo listo para trasladarte, apareció esa simia tan mona que se opuso.
El caso es que Jeckyll estaba ausente, y Frankenstein con otro paciente; así que Chita avisó a la chamán de la tribu de los yahoos de la que fue a su poblado a comprar un vestido de seda. La pobre primate se pasó 19 días cuidándote pese a las protestas de Kong.
—19 días… ¡coño, pues sí que necesitaba descansar! Cuando vea a la mona ya le daré las gracias y le pediré el número de esa rubia amiga suya que anda en bolas. Esa tal Godiva
—¡Señor Twain! ¡Señor Twain! Tiene que venir a la orilla: Godzilla ha traído a rastras a un dino azul que afirma ser Nino; una tal Megan que pregunta por Ninin; Robur ha aparecido con su aeronave; y a Kong le ha dado por cantarle a Chita….
®©™ images: Joe DeVito
©Nino Ortea Gijón, 18-IX-1965
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