Defender la nación
En junio de 2002, Marvel inaugura el cuarto volumen
de Captain America de la mano del guionista John
Ney Rieber y del dibujante John Cassaday. Éstos arrinconan la
trama urdida por Jurgens, incluido su ambiguo final con un Capi
oficialmente muerto y enterrado, y recrean al personaje desde sus cenizas. O
más bien habría que decir desde las cenizas de Nueva York tras la caída de las
Torres Gemelas. Pues el primer episodio, que a su vez inaugura el arco
argumental Enemy, nos
presenta al Capi colaborando en los
esfuerzos de rescate y ayuda a las víctimas de la catástrofe.
La retórica de este capítulo se aleja del discurso
oficial de clamar por el derecho a una venganza divina, y al recurso a ataques
preventivos contra países poblados por atávicos terroristas disfrazados de
hambrientos pastores de cabras. Dislates ideológicos que sí reverberan en otras
obras publicadas por La casa de las ideas, como en el fallido Amazing Spider-Man 36 escrito por el nefando J. M. Strazynski.
Rieber centra
inicialmente su discurso en la desolación que abate a toda persona, incluidos
los supertipos, ante una gran pérdida; en la necesidad de no confundir justicia
con represalia; en el sin sentido de asesinar en nombre de un dios vengativo...
Pero, al igual que la vida debe continuar, la trayectoria del Capi debe seguir las pautas de todo héroe Marvel
que aspire a tener una serie propia, y alejarse del peligroso terreno
ideológico que parecía querer recorrer. Así que en los cinco episodios
restantes de Enemy, Rieber
recurre a todo un clásico dentro de la cultura popular norteamericana: la
teoría de la conspiración.
En este caso, el enemigo no es todo el Estado
–dejemos eso para los exacerbados que vuelan edificios federales o se
atrincheran en sus granjas– sino una secreta organización gubernamental que
incumple sus fines originales de proteger y garantizar la libertad de los
contribuyentes. Nada nuevo bajo el Sol, si nos remitimos a series
archiconocidas como Expediente-X o X-Men. Nada sorprendente si atendemos a la idea que
defiende Rieber: por mucho poder que tengan los tiranos, es mayor el
poder que ostenta el pueblo.
La trama nos presenta al Capitán
América combatiendo al líder terrorista Faysal
al-Tariq, quien junto a sus acólitos ha
tomado a sangre y fuego la ciudad norteamericana de Centerville. La situación
se vuelve tan complicada que El centinela de la libertad se ve obligado a
matar al líder de los asesinos, aunque esta vez el cometer un crimen no le
plantea los problemas que le acarreó en el pasado –si tenéis a mano la etapa
guionizada por Mark Gruenwaild en la que, en la edición de Forum, el
personaje compartía colección con Thor,
echadle un vistazo.
Al asesinar a Faysal
a cara descubierta y revelar su identidad civil como Steve
Rogers, el Capi
busca evitar que nuevos iluminados tomen venganza por la muerte del cabecilla
guerrillero en cualquier otro ciudadano o interés norteamericano. Al enfatizar
la figura del Individuo frente al Sistema, Rieber propugna que los
individuos no se conviertan en víctimas de las represalias por las
desafortunadas políticas gubernamentales.
Mientras combatía a los terroristas, el Capi observó que éstos utilizaban una tecnología
avanzada idéntica a la de Shield; lo que le
llevará a un enfrentamiento con su director, Nick
Fury, y a emprender un viaje a Dresden,
ciudad alemana arrasada durante la Segunda Guerra Mundial y desde la que un
superviviente nazi planeaba provocar el tercer conflicto planetario.
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