Ahora que tu ensueño es mi dueño, y que mi ilusión me lleva a falsearte como remanso de descanso, me pregunto si soy quien yo creo o lo que yo he creado.
Mientras que a tantos les reconforta la seguridad de pertenecer a un grupo, a mí me gusta la soledad compartida de ser Nino junto a mis fantasías. Así, no sólo nunca me siento solo; sino que solamente necesito invocar a alguno de mis soliloquios para solucionar mis soledades.
Sin entrar en muchos detalles —que luego me desoriento y convierto mis reflexiones en laberintos acechados por ninotauros— debo reconocer que mi más preciada creación, es mi personaje con corazón de ida y vuelta, revestido de un armazón reversible e investido con veleidades de escritor, al que decidí llamar Nino Ortea. Ocasionalmente, lo trasladado a la Realidad, donde se convierte en creador de mundos poblados por personajes que hablan de mi persona.
Cual Gepetto, él talla figuras con mis palabras y les insufla vida con mis ilusiones; por lo que no eres la primera, ni será la última, que él figura. A falta de madera, se basa en experiencias, que le cuento o se atribuye, para repujar escenarios ficticios recubiertos del barniz de la realidad.
Sé que el placer lo llevó a recrearse en exceso en ti. Pero no por eso dejó de ser un goce excelso el imaginarte, para luego verte, olerte, sentirte y describirte, Soledad. Ahora, tras la fogosidad de la escritura con la que Nino Ortea te concibió, llega la calma de la reescritura con la que te daré forma.
Espero no hacer de ello algo rutinario.