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lunes, 26 de mayo de 2014

El carnaval de las almas.



Han sido dos los conocidos a quienes les ha llamado la atención que, en una de mis respuestas al Cuestionario Proust, haya afirmado que me gusta leer lo que escribo, cuando el texto lo firma Nino Ortea.
Si no me gustara leerme, no me gustaría escribir. No sólo me leo, también me releo. Eso me ayuda a aprender de lo escrito, a disfrutar con ello y a mantener vivas mis fantasías.
También me permite actualizar contenidos, retomar ideas y corregir fallos, faltas y despistes. Es algo que acabo de hacer con mi ficción A Basil Hallward, con afecto. No esperaba tener que hacer en ella tantas correcciones. 
Ésta es la reelaboración de su primera parte, ahora titulada El carnaval de las almas.

Hay veces en que nuestra percepción de la Realidad está impregnada de una sensación de Irrealidad. Cuando lo idealizado se convierte en tangible, lo rechazamos por ilusorio. De ahí que haya relaciones que clausuramos en la inexistencia, lugares que sólo queremos visitar en fotografía y sabores que únicamente nos hacen salivar al saberlos en plato ajeno.

El cineasta David Lynch logra transmitir esa sensación de caos dentro del orden, de fealdad bajo la belleza, de falsedad tras lo fidedigno. El arranque de su película Terciopelo Azul (1986) es uno de esos momentos imborrables en mi memoria. Perdurable tal y como lo evoco; pues, probablemente, mi recuerdo falsee la realidad de esa obra de ficción.

Quizás somos como los demás nos creen ver y no como nosotros nos sentimos; al igual que las vivencias son tal y como las recordamos, no como las vivimos. Incluso al compartir esas evocaciones con quien las convivimos, solemos descubrir que sus recuerdos no son parecidos. Como mucho, similares; habitualmente disímiles. Compartimos situaciones, pero no los sentimientos asociados a esas experiencias.
Es en ese momento de enfrentarnos a la distorsión evocativa cuando nuestras inseguridades pueden convertir las variables del caos en monstruos. “¿Cómo pude confundir un roce con una caricia?, ¿Qué me llevó a entender su ‘Hasta luego’ como un ‘Hasta pronto’? ¡Soy un esternocleido! ¡Parezco un mastoideo!”
Vemos nuestro brillo de vida —ese atrevernos a compartir— como un centelleo de luces de bohemia con reflejo esperpéntico. Destruimos a balazos de rencor los espejos que nos reflejan deformados por los sentimientos. No queremos ser así. Tememos ser señalados como hombres elefantes en el circo de tres pistas sociales. Nos maquillamos como payasos, nos disfrazamos de prestidigitadores o incluso nos creemos maestros de ceremonias ajenas. Invocando el “YO en tu lugar…”, “Si a MÍ me dicen eso…”, “TÚ lo que tienes que hacer…”, buscamos llevar nuestra feria de rarezas a ciudades ajenas, como la Mary Henry que protagoniza El carnaval de las almas (Herek Harvey, 1962).

8 comentarios:

  1. Es que hay que releer lo propios textos, incluso reposarlos y retomarlos pasados unos días, claro, eso si son textos importantes, a presentar oral o por escrito en cualquier parte donde la opinión nos importe por cualquier razón.
    Yo siempre los doy a corregir y, sobre als correcciones, los reelaboro; el problema es que soy tan requete-puntillosa que nunca acabo de perfeccionar y hay veces que aburro el texto y hasta puedo hacer la comunicación o la conferencia con un simple esquema o imágenes de power.
    Se aprende mucho corrigiendo, amigo.

    Un abrazo y tu cafelito de hoy.

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    1. Gracias por este comentario con consejos aromáticos, censurasigloXXI.
      Hay momentos en los que con la escritura busco captar ciertas sensaciones que vivo. En los que un impulso me lleva a escribir lo que siento, para ver si así lo hago presente. En esos casos, releo el texto una vez, normalmente tras haber buscado una imagen que lo acompañe. Estas entradas son las que más disfruto al releerlas.

      Normalmente, escribo en un cuaderno a boli. Tras mecanografiar el artículo busco sus posibles faltas o fallos, lo dejo reposar un rato, lo leo cuidadosamente y lo publico. Después de compartirlo, lo releo y perfecciono copio pego la versión. No doy mis artículos a corregir, a menos que se los dé a un editor. Confío en que las faltas vergonzantes me sean comentadas por algún lector atento. Pero, la gran coalición entre mi mal aliento y mi pésimo genio, hace que mis fallos caigan en la falla del olvido.

      Otra cosa son los textos no expresivos. En el caso de los artículos de encargo, procuro acabarlos con tiempo suficiente de antelación para que una relectura me ayude a mejorarlos. Siempre los imprimo y corrijo sobre el papel.
      Y en mis obras de ficción, siempre cuento con la opinión de alguien cercano que me transmite su opinión sincera sobre la lectura del texto. En el caso de la novela que estoy reescribiendo, Buscando el olvido, he tenido la suerte de contar con Toni y Carmela.

      Y ahora, a disfrutar de ese café que generosamente me ofreces.
      Un abrazo,

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    2. Entonces somos ambos de la generación papel, manuscribir, leer y retocar siempre sobre papel.
      ¿No te pasa que acabas cambiando tanto, flechas para arriba y para abajo, tachones, notas al margen, correcciones mil, que acabas obteniendo conclusiones distintas a las planteadas como hipótesis?

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    3. Sí, me gusta escribir en papel. Me da más libertad. El hacerlo no sólo me permite escribir en cualquier momento, sino ser más fiel a lo que siento o me viene a la cabeza. El mecanografiado es un proceso cerebral, en el que filtro y cambio/mejoro/adultero lo redactado a mano. Soy torpe y lento mecanografiando. Lo hago a 2 dedos y con frecuente dislexia. Para mí es todo un ejercicio mental; de hecho he abordado así la escritura del borrador de mi reciente novela, con ello busco escribir diferente, más contenido, menos Nino Ortea y más Nino. Buscando aumentar mi capacidad de comunicación, ser menos “yo” y ser más “nosotros”, busco a la vez superar mi mayor problema comunicador que es mi placer de escritor. Ha sido un proceso entretenido y abierto.
      Muchas veces al mecanografiar un texto garabateado lo cambio o acabo escribiendo sobre algo diferente. Tengo muchos “artículos” escritos a mano que no se parecen en nada al finalmente publicado. Creo que hay veces en que eso se debe a que hay cosas que escribo sin buscar compartirlas.
      Gracias por tu visita y comentario, censurasigloXXI.

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  2. Ah, bueno, ah bueno !
    No exactamente pero sobre poco más o menos, Razón por la cual empatizo con estas letras. Y el que esté libre de "esa" realidad tan tamizada ...
    ( En honor a la verdad, creo que las canteras deberían de quedar intactas )
    Nos leemos

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    1. buenos días, Juncal.
      Imagino que la mayoría vivimos en una “realidad tamizada”, al menos los que nos esforzamos por mantenernos cuerdos.
      La memoria me lleva a crear falsos recuerdos, que siento tan intensos como si los acabara de vivir. El tacto de un papel al leer un libro, siempre es más cálido al recordarlo que al leerlo. Las careras de la infancia son para acercarme a algo, no para huir de algo. El amor, incluso el desamado, lo recuerdo como una prueba de mi capacidad para ilusionarme.

      Mi realidad es monótona y solitaria, si la viviera sin aditivos ensoñadores me ahogaría en la angustia diaria. Soy frágil ante el dolor, las responsabilidades o el aburrimiento. Las ensoñaciones me alejan de la realidad a una distancia que me permite saber de su existencia, sin necesitar de estar en ella constantemente. Sé que existe, pero, al igual que me ocurre con la fuerza de gravedad, sólo me procupa cuando me acerco al vacío.

      Nos leemos, Juncal.

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  3. " Las ensoñaciones me alejan de la realidad a una distancia que me permite saber de su existencia, sin necesitar de estar en ella constantemente. Sé que existe, pero, al igual que me ocurre con la fuerza de gravedad, sólo me procupa cuando me acerco al vacío."
    ¡!
    Qué bueno que haya gente que sepa escribir lo que uno piensa ... o vive.

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    1. Buenos días, Juncal:
      Gracias por éste y todos tus comentarios a lo largo de los casi 5 años de este blog. Sobre todo te agradezco tus palabras de aprecio en persona. Hay veces en que me planteo si hice bien en borrar todos los comentarios anteriores a la reapertura de Ven y enloquece este pasado septiembre.
      El escribir sobre lo que pienso o vivo me ayuda a darle forma o entenderlo, aunque sea tiempo después. De ahí el placer/sonrojo que conllevan las relecturas.
      El compartirlo y ver que sensaciones personales son en realidad generales, me anima a seguir publicando en el blog. ¡Qué bueno que haya gente interesada en leer lo que escribo!
      Un abrazo, Juncal.

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Gracias por tu lectura comentada.

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