Supongo que es tan
inevitable como desaconsejable el revisitar la Realidad a través de la Ficción.
La partida de ajedrez
geoestratégico en la que Rusia y la OTAN se están comiendo vidas, a modo de
piezas de ajedrez, sobre el tablero de Ucrania, me llevó a videar la película Jack Ryan: Operación Sombra.
Tremendo error. Para informarme sobre la situación actual en la zona, me habría
sido más útil releer Miguel Strogoff o revidear El acorazado Potemkin,
que dedicarle casi dos horas a ver esta narración ensombrecida.
Todo tiene un culpable y si
no, se lo buscamos. Al igual que mi halitosis es la responsable de que mi vida
afectiva se quede sin aliento, y Vladimir
Putin lo es de que mujeres barbudas
austriacas ganen Eurovisión cantando en inglés, la culpa de que las pelis de
espías se hayan convertido en raudales de acción la tiene Jason Bourne, quien ha transformado a
todos los agentes secretos fílmicos en argonautas en pos de su vellocino de oro
taquillero.
Si el mismo James
Bond,
del flemático Ian Fleming, se ha despersonalizado en un
acelerado Bourne,
¿cómo no le iba a suceder lo mismo al personaje novelado por el militarista Tom Clancy?
Jack Ryan, analista de la C.I.A. que antaño
oficiaba de héroe a la fuerza, ahora aparece convertido en una fuerza de la
Naturaleza. Como tal, lo mismo rompe bidés hoteleros con cabezas ajenas, que desentraña
planes de dominación mundial mientras cae en helicópteros abatidos por irreal fuego real. Para el éxito en su
papel, Chris Pine repite la clave de su interpretación en Star Trek: abrir los ojos en
exceso y mantener la boca medio abierta —sí, hace eso que en Gijón se le llama
“poner cara de tonto” y en Hollywood lo llaman “actuar”—
Este Crispín sin Capitán Trueno ni Goliath aparece acompañado por
una gesticulante Keira Knightley. Quien parece más preocupada
por tener que comer en alguna de sus escenas que por tener que actuar en todas
ellas. Te invito a que veas las secuencias en las que tiene cerca comida y
compruebes si de verdad come algo. Beber sí que bebe, al menos cuando tiene que hacer
de seductora comensal en una cena; quizá por eso de embriagar a su partenaire, Kenneth
Branagh.
Un Branagh beodo al que veo
doble. No por efecto del vino trasegado por la Knightley, sino que como consecuencia de su condición intrasegable de actor
de botellón –interpreta a un pérfido ricachón ruso– y director de garrafón —se cree un ingenioso
realizador norteamericano—. Al observarlo, me invadió una añoranza de lo nunca
vivido. Él, que tanto prometía, se ha quedado a medio camino entre lo
histriónico y lo decepcionante. Algo parecido, Soledad, a lo que ha ocurrido
con mis promesas de amor eterno que tú condenaste al olvido.
Por fortuna, sale Kevin Costner, un actor que siempre me transmite cercanía; incluso en producciones tan delirantes como aquella en la que hacía de cartero en un mundo apocalíptico en que no había ni para sellos o en la que ficcionaba de motorista acuático en un mundo-piscina con patitos de goma.
Nota del escritor: Ver una peli de Costner
es lo que une a los dos protagonistas de mi novela BEO.
No me gusta Ton Clancy. Mi lectura de Peligro
inminente sigue parada en la misma página que estaba en el día en que
tú me dejaste, Soledad;
ni me interesaron las anteriores películas centradas en su personaje de Jack
Ryan.
Si me animé a ver esta peli, fue porque entre los firmantes del guión figura David Koepp; aunque quizá su firma sea
lo único suyo en la historia. Historia que, al igual que la nuestra, está condenada
a permanecer en la sombra.
Este ditirambo con apariencia de crítica
cinematográfica, está firmado por Nino Ortea.
Nino, a secas, se limita a aconsejarte que, ahora que
estamos en primavera, no hagas el primo viendo esta peli y te pongas a la vera
de la que te espera.
La vimos porque nos gustan Keira y Kevin y vemos casi todo lo que hacen pero esta pasados unos meses me acuerdo poco de ella, malo cuando una peli es reciente y no cala para que pasado el tiempo te acuerdes de ella.
ResponderEliminarHola, Boris.
EliminarGracias, de nuevo, por compartir otro de tus comentarios.
Tienes toda la razón, habla bastante mal de una película el que tras verla ya la estés olvidando, y en vez de comentarla, charles sobre los trailers de las otras pelis anunciadas.
Quizá esta peli, vista en el cine y bien acompañado, gane en cariñovisión; pero desde la soledad de mi salón, acabé viendo su final por eso de confiar en un giro que lo mejorara todo.
Buen viernes, Boris.