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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

martes, 28 de octubre de 2014

Kong (re)vive: Monstruosa fiesta playera 1/2



Kong (re)vive!

Un cuento (re)contado por Nino Ortea

Capítulo IV

Monstruosa fiesta playera 1/2



 Hola, este relato forma parte de la antología «Nada ha sido probado», disponible en Amazon por 0,99 €.

Gracias.

































Kong Revive IV: Monstruosa fiesta playera 2/2

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Gracias.







viernes, 24 de octubre de 2014

Lo que sé de mí (X/14)



La reciente lectura de un comentario de Verónica me ha llevado una vez más a la introspección.
Disfruto con la lectura del ingenio y conocimiento que combinan sus posteos en su blog Censura Siglo XXI. Construye sus entradas con textos e ilustraciones que me entretienen y estimulan, que despiertan mi interés por la forma en que siente y reflexiona. Interés no habitual en mí, ya que habitualmente lo ajeno me aburre. Aunque creo que a ella no le gusta mucho la palabra, sus textos me transmiten “esperanza”.
También es frecuente el que, tras leer sus palabras, me ponga a pensar en lo que sé de mí. Esto es lo que necesito escribir tras leer su último comentario.



Lo que sé de mí (X/14)

Normalmente me importa un bledo el qué dirán y lo que piensen los demás.

 
También es frecuente el que descuide lo que otros sienten, de ahí que mis mayores faltas ya no sean las de ortografía como cuando era niño, sino que de simpatía y empatía.
Pese a mi componente huraño y egocéntrico, me gusta cómo soy. Me estimula más mi compañía de lo que me entretiene la de la mayoría. Aunque soy un solitario, no me siento solo. Siempre hay alguien con quien me apetece charlar o estar en silencio, aunque ese “siempre” sólo dure un rato. Tengo la ilusión del reencuentro y la suerte de conocer a nuevas personas; por lo que cada vez está más claro que se equivocan quienes me señalan de “raro”: en realidad soy “caro”, ya que no me vendo por lo que compra el dinero o araña la soledad.

En su comentario, Verónica realiza una reflexión sobre la percepción de la “honestidad”, que me resulta muy cercana.
Mi honestidad pierde su rastro entre los vericuetos de la coherencia y la congruencia. Cuando me bajo del púlpito de las ideas, mis actos suelen desdecir mis palabras. Pese a ello me gusta creer que soy una persona de palabra que no se lleva el viento, sino que impulsa la pasión. Algo así como un Clark Gable que tarda en comprender lo que tiene que hacer, pero lo acaba haciendo aunque para entonces su mundo arda en llamas y su matrimonio haga aguas.
Creo que mi honestidad se basa en la fidelidad a mis caprichos, de ahí que desde fuera de mi sentir sea tan repetido el que se me perciba como liviano.


Esto lo ha escrito Nino (que no mi heterónimo Nino Ortea)

martes, 21 de octubre de 2014

Delirio dadaista



Hay veces en las que tras haber intentado desvestir mis sentimientos en palabras me cubre la vergüenza, pues compruebo que quien acumula mis agasajos no tiene sentimientos por compartir y sí gestos para fingir pudor frente a mi desnudez afectiva.


Las palabras sinceras, susurradas en momentos de complicidad, suelen convertir un lecho de rosas en un camastro de clavos del que nos levantamos espantados, argumentando que nos habíamos tumbado con el ánimo de un amante y no el de un faquir. Pocas cosas tienen mayor efecto espantadizo que las palabras sinceras. 
Incluso ahora en esta Era de la inComunicación, lo que valoramos es la inmediatez del contacto, no la espontaneidad de lo compartido.
Encuentro indescriptible la soledad que me rodea en esta maraña de redes sociales que nos envuelve. A falta de conversar, tuiteo. Facebook no es un vínculo comunicativo; sino una entelequia que encubre contactos como amigos. Un delirio dadaista que me permite fabularme más ingenioso, más sociable, más deseable… 

Fuera de las máquinas y de nuestro nuevo lenguaje, quebrado por anglicismos fallidos y ortografías bufas, el uso sin alma de significantes léxicos convierte a los que nos creímos  personas irremplazables en personajes insignificantes, indignos de compartir una línea de diálogo con las estrellas rutilantes de autobiografías ajenas. La comunicación nos deshumaniza; nos cambia a clones de patrones de comportamiento socializado. Somos androides que no nos atrevemos a soñar. Somos ciborgs que, a falta de sentimientos, guardamos silencios y apariencias. Vestimos nuestro lenguaje como un traje de domingo, marcado por un patrón de modismos entallados a la moda.

Confiamos en que una mentira repetida se pueda convertir en verdad. Y si no funciona, articulamos excusas que argumenten nuestro obrar incongruente.
Pero, desnudo frente a tu indiferencia me siento despojado de autoría y sudado en desilusión después de tanto trabajo de amor perdido.

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