A diferencia del resto de los hombres
que viajan en el convoy, Arkadi viste de civil, no de militar, lo que provoca
que cada vez que el interventor entra en el compartimento –a comprobar los billetes
de los nuevos viajeros– lo mire con recelo. El revisor luce en su pecho un
distintivo de antiguo combatiente; y en su avanzar por el vagón deja siempre
atrás su pierna izquierda, la cual quizá aún siente atrapada en alguna
alambrada del frente oriental.
Los andenes de la estación de Kramatorsk
son un mar de personas que se mueven en oleadas a la órbita de la llegada de
cada tren. Nadie ha acudido a recibir a Arkadi. Lo más parecido a un saludo de
bienvenida es la voz de alto de un par de gendarmes que lo detienen para
pedirle su documentación.
Antes de devolverle sus papeles, el cabo
se los enseña con despreció a su compañero. Como despedida escupe en la cara al
“traidor a la patria”. Arkadi permanece impertérrito, con cabeza alta y mirada firme.
Ésta no es la primera vez que sufre una afrenta pública por parte de un matón,
y no va a caer por vez primera en una provocación tan burda. Un griterío de
terror llega desde el fondo del andén, lo que hace que los policías se alejen a
la carrera.
Arkadi se cuelga del hombro su macuto y
avanza hacia la salida. Por los comentarios que escucha a las personas con que
se cruza, un soldado recién llegado del frente se ha arrojado a un tren que
emprendía la marcha: su novia se había desmayado en cuanto vislumbró su rostro
desfigurado cubierto por vendajes.
Una voz de mujer lamenta que su hijo no
haya tenido esa suerte de poder quitarse de en medio. Se lo han traído atado a
una camilla, con la cara y los genitales devorados por gas mostaza. Esta ciego
y sordo. El personal médico que se lo ha entregado, intentó quitarle
importancia a la situación asegurándole que “éstas son cosas que pasan”. Nadie
se gira hacia ella cuando rompe a llorar desconsolada y se deja caer sobre sus
rodillas. Arkadi da marcha atrás. Se acerca a la mujer. Se arrodilla a su
altura y la abraza.
A su lado pasa un tren. El abrazo actúa
de ancla para impedir que la madre se tire a las vías junto a su hijo.
La estación de Kramatorsk fue bombardeada por el ejército ruso el 8 de abril de 2022. Las cifras de víctimas civiles ascendieron a 59 muertos.
ResponderEliminarEl nombre de Kramatorsk puede ser sustituido en este relato por el de cualquiera de los lugares de Ucrania, Israel, Gaza o Yemen donde la guerra está matando civiles. Los nombres de esos civiles asesinados no pueden ser sustituidos.
Vivimos en un único mundo. Cada uno de nosotros lo hace único. Cada uno de nosotros debe/puede exforzarse por vivir con dignidad y en paz.
Gracias por tu compañía dignificante, pacífico leyente.
Hola Nino , paso a dejarte un pequeño obsequio que estoy seguro que te va a gustar tanto como a mi , es la muñeca viajera .(eso si esta en pdf)
ResponderEliminaren un momento pasare a leerte , te deseo un feliz fin de semana , besos para Frambuesa y para ti.
https://elearning6.hezkuntza.net/012967/pluginfile.php/6484/mod_resource/content/1/Kafka%20y%20la%20mu%C3%B1eca%20viajera%2C%20Jordi%20Sierra%20i%20Fabra.pdf
Hola, generosa Flor:
EliminarGracias por ofrecerme la posibilidad de leer este libro que te robó el corazón.
Un abrazo a tu amiga Yolanda.
me alegra saber que la recuperación de tu padre se consolida.
Maullidos ronroneantes, Aristogata.
El mundo se esta yendo por un agujero a pasos agigantados.
ResponderEliminarHola, Erik:
EliminarSí. Todo indicaba que el final de la Guerra Tría traería tiempos de concordia.
Pero estos tiempos nuevos, son tan salvajes como los pasados.
Un abrazo, Erik.
Querido Nino , estamos a las puertas de una tercera guerra mundial y como siempre el pueblo y la gente civil son los que pagan el pato , te deseo un feliz fin de semana .
ResponderEliminarBesos de flor 🌸
Querida Flor:
EliminarQuizá esa guerra mundial lleva décadas librándose y al sentirnos libres de ella la ignoramos hasta que su sonido amenaza nuestros días.
Las clases sociales humildes siempre salimos perdiendo en estos conflictos. Incluso en aquellos en los que, en teoría, ganaron los nuestros.
Un abrazo armado de esperanza, Flor.
El despreciado por los demás fue el único que tuvo empatía.
ResponderEliminarHola, Demiurgo:
EliminarNo es excepcional el que los ordinarios desprecien al no normalizado.
Para mí fue fácil ser objetor en tiempos de paz. ¿Lo habría sido en tiempos de guerra?
Un abrazo, Demiurgo.
Las cosas esas que pasan, pasan porque alguien hace que pasen, pero esos no salen en este relato
ResponderEliminarabrazoo
Hola, Gabilante:
EliminarSí, tienes razón: es desalentador el que haya personas que se beneficien del sufrimiento ajeno; beneficio que los lleva a provocar ciertas desgracias que pasan de país a país, pero nunca pasan por sus paraísos fiscales.
Un abrazo, Gabilante.
Me ha encantado!! 😘
ResponderEliminarHola, Maite:
EliminarEncantado con tu encanto sonriente.
Un abrazo.
Muy bueno Nino... y real como la vida misma (topicazo pero es asi)... Un beso!
ResponderEliminarHola, Ángela:
EliminarPor desgracia la guerra al diferente es típica de la interacción humana. En muchos aspectos nuestra evolución tecnológica parece orientada hacia nuestra involución como especie.
Un abrazo, Ángela.
Tu entrada hace pensar y reflexionar sobre hechos tan trágicos como las guerras. No hay guerra buena... Creo
ResponderEliminarHola, Luis Antonio:
EliminarTodo conflicto bélico tiene víctimas inocentes, encuentro llamativo que según ha ido avanzando la tecnología hayan ido aumentando las víctimas civiles.
Un abrazo, Luis Antonio.
Hola, Nino. Leo tu relato y veo el mundo de los sueños de muchos, arrastrados por un tren que nunca deja de arrastrar... Allá una mirada que no tendrá relato, observa, ya vacía, lo raíles bajo el humus de la indiferencia... Y veo esa escena que narras tan magistral, donde el sol se esconde, donde la vergüenza se escurre por las alcantarillas... Cargado de razones el tren continua hacia el encuentro con otras ciudades iguales en desquicios, donde otras vidas, iguales en tristezas, serán llevadas a los propios rincones del olvido...
ResponderEliminarEl lirismo de tus palabras me ha hecho sentir que esa estación es nuestro mundo actual, tan lejano y cercano al mismo tiempo; tan herido por el común odio que no cesa; tan real y doloroso, tan inútilmente bélico...
Te felicito por tu narración. Siempre es bueno leerte, querido amigo nuestro. Siempre es un plus para nuestro torpe sentir, leer tus pensamientos caprichosos que nos abren la mente y la mirada.
Abrazos grandotes. Sé feliz, nuestro amigo. 🌞🤗
(Y otra guerra más y otra... )
Engrandecedora Clarisa:
EliminarTus palabras (al igual que tus abrazos) reconfortan y engrandecen.
Pienso que quizá en tiempos de guerra, la valentía está en luchar por la paz, en no dejarte alistar por sentimientos desaforados. En entender que el frente de guerra está en la defensa de tus iguales no en combatir al diferente.
Te escribo en paz. Desde la tranquilidad dominical de una tarde benigna de otoño. Mientras me esperan para ver una película. Por suerte, dejando a un lado la amenaza del terrorismo etarra, nunca he vivido bajo amenaza armada. Para mí fue fácil negarme a incorporarme al servicio militar: las guerras no me gustaban ni en las películas. Pero, en más de una ocasión me he encontrado haciendo lo que no me gusta; y, para mi mortificación, he llegado a triunfar en desempeños que me envilecían. Siempre he temido el efecto vil de la masa.
A diferencia de ti, que ves esperanza en lo cotidiano y la creas cotidianamente, yo he visto cosas que en mi vida creí que vería y he hecho cosas que nunca creí que haría. Mi manera de alejarme de la degradación mundana ha sido aislarme cada vez más. Me he vuelto misántropo y huraño.
Gracias sincera, amiga Clarisa, por acercarme esperanza humana con tus palabras y hechos.
Dejo lo caprichoso para lo ficticio. En lo real soy firme. Y tu aprecio me reafirma en la conveniencia de no vulgarizarme.
Un abrazo, compañera Clarisa.
Siempre parece la misma guerra, ¿verdad? distintos territorios, diferentes formas de matarse, pero siempre la misma madre que llora y los mismos muertos.
ResponderEliminarHola, Beauséant:
EliminarSí, creo que es la misma guerra: la de los intolerantes contra los diferentes.
“Si vis pacem, para bellum”, “No hay mejor defensa que un buen ataque”… Incluso los idiomas están llenos de aforismos que loan el desaforo bélico. Incluso madres que lloran por sus hijos exhortarán a sus nietos a que se inmolen en honor a sus padres.
Un abrazo, Beauséant.
De lo mejor... ¡ no ! lo mejor con diferencia de cuanto te le leído NINO. Te digo más, según iba a vanzando sobre tus letras a la vez que Arkadi en el tren, después en el andén pensaba encontrame al final...qué se yó... estracto de Tolstói, Dostoievski o cualquiera de los grandes escritores rusos... o eslavos, más que nada por lo de Arkadi. La guerra es la peor y más cruenta de las enfermedades humanas, lo peor es que es evitable, pero aun peor es que se extiende como la gangrena y nunca sabes hasta donde va a llegar... y tienes razón tenemos tantos frentes abiertos, Ucrania, ahora Gaza y todas las que llevan años desangrabdo África.. la lista es interminable... menos mal que siempre nos quedarán las letras, los héroes .. en letras como este tuyo tan, tan ... como humano...
ResponderEliminarMe ha encantado NINO .. enhorabuena de corazón! abrazo fuerte!!
Inmejorable MARÍA:
EliminarNunca me cansa lo bueno, siempre me reconforta lo mejor.
Tu buena compañía me hace desear ser mejor: ser tal y como tú me describes. Pero soy “artificioso” –me temo que es lo más cerca que estoy del “arte”– y de manera ocasional “tramposo” –me atrapa el vértigo de hacer trampas a plena vista–.
Éste relato es diferente a lo que has leído: está muy trabajado, corregido y editado. Tiene un perfilado que evito en la mayoría de textos que comparto en el blog.
Me gusta escribir, sin trampa, lo que pienso, siento o fantaseo. Lo corrijo y tras dejarlo descansar un rato, lo cuelgo en el blog. Entiendo el “postear” como una comunicación directa con mis inquietudes expresivas. Evito en lo posible editarlas, para así mantener la impronta que llamo “Nino Ortea”.
Este relato es puramente “Nino”: lo escribí hace tiempo y está muy formalizado.
Para lo que no estaba pensado era para recibir alabanzas como las que le dedicas.
Pienso que el problema de leer en español a Tolstoi, Dostoievski o cualquiera de los grandes escritores rusos es que su traducción es muy afrancesada (las traducciones no son del ruso, sino del francés). Lo que resulta en textos desvirtuados (leer “Ana Karenina” en inglés, no es leer otra novela, pero sí que te encuentras con un lenguaje menos ampuloso que el que presenta en español).
Pese a mi debilidad anglosajona, me temo que –como español embelesado– mi lenguaje es ampuloso, lo que me convierte al escribir cuidadosamente en un francés artificioso: en una trampa como ese laberinto creativo que siempre me atrapa, donde soy a la vez Teseo y Ninotauro.
Gracias por tu hilo ariádnico, MARÍA.
Jaja en ese revoltijo de hilos andamos todos, por eso tranquilo. No sé si es un tema de edición, puede ser, sea como sea, es muy bueno y no es un cumplido, es la verdad.
EliminarLeer en versión original solo está al alcance de los que domináis los idiomas, el inglés lo entiendo y lo hablo en modo andar por casa, pero me resultaría agotador leer Guerra y paz en inglés u obras del estilo, no, me sería imposible. Así que afortunado tú que puedes apreciar esas diferencias de matiz, a veces desgraciadamente tb de fondo, que imponen las traducciones.. yo casi nunca edito nada, nunca los comentarios y aunque las entradas las repaso un poco más, no creas que demasiado, por eso sale todo como sale ( a veces se me escapan faltas de ortografía tremendas ) pero aquí es lo que me gusta hacer, soltar las letras y que campen a sus anchas…para desgracias de los que las leéis jaja abrazo fuerte y buen finde!
Hola, ineditable MARÍA:
Eliminar¿Revoltijo de hilos? No, gracias. A mí me gusta el de dulces, que las amarguras ya están de por si desenvueltas.
Quizá te sorprenda saber que he sido traductor de novelas y cómics (del inglés al español). Dejé ese trabajo por la mezquindad editorial. Sería una laaarga histeria el que te contara mi breve historia como traductor editorial.
No domino ningún idioma, ni siquiera el español o el italiano. Me domina la curiosidad. La curiosidad me impulsa a probar experiencias y, en el campo idiomático, la experiencia de aprendizaje es continua. Hace unas semanas me he apuntado a un curso de perfeccionamiento de inglés, la práctica oral la tengo oxidada y el componente de integración en estructuras de cadena de mando aún más. Por lo que a la par que actualizo mi inglés, intento acompasarme a lo de “listen and repeat” lo que dice el “boss”. Dada mi condición de mal alumno y peor discípulo, me temo que no acabaré el curso. Mi reto está en finalizarlo, no en obtener la certificación.
No me seas tremendista, amiga mía: no tienes ninguna falta de ortografía impropia de tu apropiada narrativa. Lo tremendo sería que, en tu blog, no escribieras como sientes y lo hicieras para ser visitada (no leída) Tus textos me suelen llevar a la introspección, efecto que no me produjo la lectura de ninguna obra de Tolstoi ni de ningún tostón de Vargas llosa.
Te deseo un finde tremendamente estimulante, MARÍA.
Hola, Nino.
ResponderEliminarNos regalas una narración lírica en medio del desastre en que se mueve el mundo. El bombardeo a la estación de Kramatorsk es un crimen de guerra como tantos otros perpetrados por el ejercito ruso contra civiles ucranianos. Ahora me da miedo que con el recrudecimiento del conflicto palestino-israelí el apoyo a Ucrania desfallezca o pase a un segundo foco lo que podría incrementar los desmanes de Putin. El mundo vive atrapado en un bucle de guerras que va camino de igualar al bélico siglo XX. Produce tristeza y pavor por los daños que se van a producir a civiles y a los propios militares.
Un abrazo.
Hola, Miguel:
EliminarGracias por tu comentario: si es un placer leerte en tu blog, hacerlo en el mío es todo un regalo.
Con todo el respeto y aprecio a Miguel Hernández: el belicismo es el rayo que no cesa. Los truenos de las explosiones y los rayos de las ametralladoras siempre atormentan alguna tierra inocente. Quizá la agresión bélica a Ucrania se convierta en una más de tantas guerras olvidadas. Me temo que al final las guerras tienen TODAS un final injusto para quienes las han sufrido sin haberlas luchado. La población civil es siempre la derrotada.
Soy antimilitarista. Las películas o tebeos bélicos no me gustaban de niño, a los “Madelman” o “Geyperman” los despojaba de galones o cambiaba sus uniformes por los de aventureros (mi favorito fue el de explorador ártico). Recuerdo que no podía ver una serie documental sobre la II GM titulada “El mundo en guerra” porque me ponía triste o lloraba.
Soy luchador, pero no guerrero.
Un abrazo, Miguel.
Beautiful blog
ResponderEliminar¡Hola, Nino! Ojalá todos fuéramos como ese Arkadi, ojalá que cuando el gobernante de turno diera la orden de iniciar una, la población le diéramos la espalda. La guerra es la mayor infamia de la larga lista que arrastra nuestra civilización. Lo peor es que quienes la provocan permanecen escondidos, cobijados en las alturas, lejos de las bombas y las balas. Llenando la cabeza de la gente de tonterías para convencerlos de que tiene algún sentido abandonar tu vida junto a tu familia para coger un arma y enfrentarte a otro que también dejó su vida y su familia. Y todo para que los hijosde... de turno sigan viviendo a cuerpo de rey perpentuándose en el poder. Otro gallo cantaría si cuando un gobernante diera la orden de atacar, el pueblo fuera a su palacete y lo sacara a rastras. En fin... Un relato muy sentido y necesario en esta época.
ResponderEliminarComparto lo que comentas. Llevamos tiempo inmersos en una guerra mundial y seguramente seguiremos en ella hasta que los de siempre lleguen a un acuerdo para repartirse los nuevos recursos que necesitan para el nuevo mundo digital y sostenible.
Un abrazo
Hola, David:
EliminarGracias por tu comentario, detallado con afecto.
“Arkadi” es ese otro que nunca seré yo. Mientras que él es un objetor a la guerra que se implica en la defensa civil de sus ciudadanos, yo soy un objetor al servicio militar al que casi llevan a juicio por negarme a desempeñar servicios sociales.
Las guerras son punibles, lo son todas, no sólo Las Púnicas. Pero, quienes las ganan las convierten en una derrota al MAL (¿quién se acuerda de Cartago?); y quienes las pierden las convierten en una victoria del MAL (“Carthaginem esse delendam”).
Pero a las personas nos gustan las guerras de agresión. Nos gusta que nuestros ejércitos cuenten con la tecnología más avanzada, mientras nuestros ancianos no cuentan con prótesis con las que impulsarse en el tramo final de su vida. Asistimos fascinados al proceso en el que una princesa se convierte en reina guerrera, celebramos nuestra unidad sacando tropas a desfilar por calles pacíficas. El ardor guerrero siempre me produce ardor de estómago.
Bueno, apreciado David, os deseo lo mejor a ti y a los tuyos: paz.
Un abrazo, compañero.