Elmer Gantry | Soundtrack Suite (André
Previn)
Creo en el poder de la palabra. Considero que este bloc es una prueba de su efecto positivo. En bastantes aspectos, Ven y enloquece equivale a ese cuaderno en el que los psicólogos aconsejan a sus pacientes que escriban sus reflexiones.
Para muchos falsos modestos, el uso ajeno de la palabra propia
más allá del monosílabo es un acto de soberbia. ”Lenguaraz”, “charlatán” o “verborréico”
son algunos de los denotativos con los que los enmudecidos deshonran a
quienes no callamos lo que sentimos. Es más, no faltan cantamañanas que nos denigran
como “egocéntricos” por hablar de
nosotros en nuestros blocs y no cantar a la nada, como hacen ellos en sus blogs. Y
siempre estará esa legión de cobardes que usa el silencio para trasmitirte su
desprecio, ya que porfían en que aquello que se omite deja de existir.
En mi tendencia a la prosopopeya os puedo asegurar que uno de
los descubrimientos que conllevó trabajar de recepcionista de hotel, en un
turno de noche perpetuo, fue entender la dureza de un régimen penitenciario de
aislamiento. Hasta entonces, había pensado que de estar encarcelado, mejor
tranquilo en una celda que compartiendo duchas con la gandaya. La soledad me
llevó a llorar. Entendí al Steve McQueen
que enloquecía cada vez que lo encerraban en aislamiento, acompañado por su
guante y pelota de béisbol, en la película «La gran evasión».
Vale, ya sé que ese abatimiento me invadió porque era y soy
un “pupas” –el que no los escuche no implica que no los oiga cuando me lo
aseguran–. Así, a lo loco, este cuerdo recuerda que por entonces los iletrados me
aseveraban que habrían aprovechado esas noches de vigilia para leer a Kierkegaard. Los vagos, para hacer algo
productivo. Y los pusilánimes, para mantener su ánimo.
Van a cumplirse catorce años desde que dejé ese trabajo de
aislamiento nocturno. Pese al tiempo pasado, de forma ocasional mi subconsciente
me lleva a aquella recepción. Su penumbra se me metió en el alma. Y recobra forma
a la luz de lo más inesperado, como puede ser el brillo de la pantalla del
televisor mientras veo un episodio de una serie como «True Detective: Noche polar».
Creo en el poder curativo de la palabra. Aunque sea dicha/escrita
a destiempo. En gran medida Ven y enloquece
es un mantra de autoestima que enfoca y centra mi animo. Como lo hizo ahora
mientras escribía esta introspección. Como lo hará luego cuando corresponda a
tus comentarios atentos, amable leyente.
¡Fuego, camina con Nino!
"Elmer Gantry" (en España, "El fuego y la palabra") es una película estadounidense de 1960 dirigida por Richard Brooks y con Burt Lancaster, Jean Simmons, Arthur Kennedy, Dean Jagger, Shirley Jones y Patti Page en los papeles principales.
ResponderEliminarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Elmer_Gantry
Hablar de nosotros es una manera de ahuyentar la soledad. Un beso
ResponderEliminarHola, Susana:
EliminarSí, y conversar con vosotros es una manera grata de sentirse acompañado.
Gracias por tu compañía, Susana.
La palabra es lo que nos diferencia de los animales lo que no quiere decir que seamos mejores je, je. Tengo un amigo que suele comentar que para él escribir es como respirar. Y lo hace muy bien. Gran película la que nos recuerdas con ese personaje interpretado por el gran Burt que encontró su particular mina de oro en la palabra ;)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Nino.
Hola, Miguel:
EliminarMi personaje ficticio favorito es un gorila, King Kong; mi heterónimo más dicharachero es el reportero felino Minino Gatea; tengo pájaros en la cabeza y mariposas en el estómago… creo que me diferencio más de los evolucionados de mi especie que de los revolucionarios del animalario.
La palabra oral, más que la escrita, ha sido mi salvaguarda en contextos vitales o pretextos culturales.
“El fuego y la palabra” es una de mis pelis favoritas de mi favorito Burt Lancaster.
Un abrazo a plena pantalla, Miguel.
Nino, podría decirte que la palabra escrita nos salva, nos impulsa, nos fortalece y nos enseña a ser nosotros mismos...Escribir ideas y sentimientos no sólo nos sana, sino que también nos abre nuestro propio universo interior. Nos ayuda a dialogar con nosotros mismos, a valorarnos y empatizar mejor con los seres que nos rodean. Es un acto de valentía, de nobleza, de honestidad cuando somos sinceros y escribimos lo que sentimos...Asi que adelante amigo, sigue indagando en tu propio universo y en tu soledad, porque ahí encontrarás el reflejo de todos los que escribimos y te acompañamos.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y admirado, Nino.
Hola, Mª Jesús:
EliminarAunque habitualmente se queden cortas a la hora de reflejar sentimientos, creo que las palabras son una herramienta maravillosa para dar forma a nuestras ilusiones, describir nuestras emociones o compartir nuestras pulsiones. Pero también pueden ser una herramienta dañina cuando son dichas a destiempo o repetidas con insistencia. Y pobre de quien hace suyas las palabras sin aprecio que le arrojan otros.
Para mi suerte, tengo un don para la palabra. La mayoría de mis trabajos han estado relacionados con su uso –escrito u oral para informar, explicar o convencer. He sido tendero, profesor, traductor, articulista, intérprete lingüístico, locutor o teleoperador. Trabajos en los que establecer una comunicación directa era tan imprescindible como trabajoso; ya que en muchos casos te dirigías a un interlocutor desconocido o intangible o a un grupo de desiguales o de hastiados. Como sé de mi habilidad comunicativa y además, como estás leyendo, no la silencio, me ofende y, ocasionalmente, altera el que ciertas personas la ridiculicen, cuestionen o demonicen.
No dejo ofensa sin respuesta, ni alteración sin reacción. Lo que ocurre es que, ocasionalmente, mi respuesta es iracunda, uso las palabras como fuego que ilumina y elimina: nunca he sido un caballero andante, pero me convierto en un dragón que escupe fuego al bramar palabras incendiarias ante ciertas hostilidades. Y entonces, consciente del daño que ha hecho mi vehemencia flamígera, me aíslo. Mi don para la oratoria me ha convertido en un donnadie; y hasta que no vuelvo a ser Nino o Marcelino no salgo de mi aislamiento.
Un abrazo cálido, Mª Jesús.
Bueno la palabra es tan nuestra como de los otros, y cada uno determina la extensión y los términos de uso. El ser humano es orgánicamente oral. Luego la libre expresión es natural. Un abrazo con aprecio. Carlos
ResponderEliminarHola, Carlos:
EliminarPues sí, compañero: como bien escribes, la palabra es de todos y su expresión debe ser libre y natural. Su uso es un ejercicio democrático cuando la usamos para comunicarnos con otros (según unas leyes comunes). Su uso para escuchar nuestros sentimientos debe ser anárquico (según leyes propias).
Un abrazo, Carlos.
Hola, Nino. Nunca pensé que el trabajo de recepcionista de hotel pudiera ser tan alienante.
ResponderEliminarTus palabras son fuego y agua. el famoso alpha y omega de los clásicos. Me habría gustado escucharte leer este texto. Un beso.
Hola, Ángela:
EliminarEl tema de los trabajos y sus condicionamientos es tan personal como lo es nuestro uso de la palabra. En mi ignorancia, me veo más capacitado para ejercer de jefe de estado durante una semana que de marinero por un día. El trabajo de recepcionista se prolongó de forma fija-discontinua durante cuatro años, por lo que me ahogaba pero no me asfixiaba.
Gracias por tu interés, de momento no subiré más locuciones.
Un abrazo, Ángela.
jaja ¡Qué te voy a decir que no sepas! Sin ninguna duda pertenezco al grupo de los verborrágicos, en mi caso no lo veo como algo despectivo, es la pura verdad. Para mi hablar, es tan esencial como respirar, naturalmente no tiene que ser a todas horas. Me gusta escuchar, incluso aun cuando en mi incontrolable fábrica descontrolada de pensamientos, a veces piso algunas conversaciones, me puede el ímpetu y la vehemencia, pero vamos! que sé estarme calladita. Ahora bien, me parece de lo más saludable saber y si no se sabe, aprender a exteriorizar los sentimientos y todo lo que nos bulla dentro, los que son incapaces de hacerlo, además de sufrir como cosacos, terminan con un agujero dentro. Comprendo lo duro que tuvo que ser permanecer solo en ese trabajo cada noche, creo que yo también lo hubiera llevado mal.. esa soledad impuesta y dormir de día, no sé cómo se hace, ni cómo se acostumbra uno: ) y tampoco creo que sea un síntoma de egocentrismo hablar de uno mismo, depende en qué tono y sobre qué.. si es para ir dando lecciones al personal o para lloriquear a todas horas, pues no, eso se hace insufrible, pero... ¿ de quien vamos a hablar si no es nosotros mismos que al fin y al cabo es a la persona que mejor y más experiencias conocemos? y además, nos equivocaremos menos, que hablando de quienes no conocemos, creo yo: ) Por si te sirve, a mi meencantan estas entradas en modo consulta del psicólogo desahogando lo que sea que te salga y lleves dentro.. para que no te sientas mal… Me llamo María y peco de lo mismo que tú! ; ) Un abrazo muy fuerte compi!
ResponderEliminarHola, risueña MARÍA:
EliminarNuestra adjetivación de lenguaraces no nos califica como procaces, nos distingue como comunicativos. Pese a que nuestro discurso llegue a ser vehemente siempre respetamos a quien tenemos enfrente. Y ello pese a que nos enfrentemos a vulgares que recomienzan sus contactos con mucha ofensa y mucha ordinariez.
Cuando no hablamos con palabras lo hacemos con actos: el dormir tranquilos habla de nuestra satisfacción vital; el guardar silencio gestualiza nuestro desinterés, que no incapacidad, por responder a las provocaciones. Canciones que cantamos, suspiros que exhalamos… nuestros sonidos son también palabras. Después de todo, nuestros padres nos enseñaron a ser personas de palabra.
Soy persona comunicativa, hablo de mis cosas. Soy persona reservada con lo que otros me confían. Este bifrontismo es valorado por otros más que por mí, ya que no me gusta que los demás me cuenten sus secretos. Pero lo hacen. Y lo hacen pese a saber de mi gusto por contar historias. Creo que piensan que lo que ficciono es un reflejo esperpéntico o alegórico de algo que viví o se me contó. Por ejemplo, cuando autoedité mi primera novela muchos allegados se buscaron y me escudriñaron en las páginas del libro (protagonizado por un niño vallisoletano huérfano desde los 11 años, sin amigos ni allegados). En los primeros tiempos de este blog, la mayoría de sus lectores eran personas de mi entorno que confiaban en que en mi uso de la figura del vocativo “tú, lector” me dirigía a ellos.
Cuando hablo de mi persona, lo hago también de mis personalidades públicas (de la manera en que los demás me percibís). En mis digresiones escritas suelo traer al presente recuerdos de lo que pasó o deseos de lo que anticipo, mezcolanza que no suelo realizar en mis monólogos morales. Hablo mejor que escribo, dado que aprovecho mejor la expresividad que acompaña al lenguaje oral.
Tu opinión no sólo me sirve, me estimula, reconforta y súper ratonea (vitamina y mineraliza). Encantado con tu encanto, no sólo con el que despierta en ti este tipo de entradas sino que con el que siempre te acompaña MARÍA.
Un abrazo con lazo, compañera dicharachera.
Las palabras siempre son una barricada contra la locura.. en el turno de noche se aprenden demasiadas cosas, sobre todo sobre uno mismo.. eso sí que da miedo ;)
ResponderEliminarHola, Beauséant:
EliminarSí, ¡más Balzac y menos prozac! ¡Mejor palabras que pastillas!
En ese turno sentía a Saturno devorarme con carácter taciturno en la boca del miedo.
Un abrazo, Beauséant.
Me está gustando esta temporada de True Detective, me parecen muy injustas las críticas woke. Besos 😘😘
ResponderEliminarHola, Maite:
EliminarTengo ganas de ver cómo acaba la teleserie, confío en que al igual que el resto de temporadas ésta sea de narrativa conclusiva.
Me temo que la desvirtuación y el abuso de los conceptos que se agrupan bajo el término “woke” pueden llegar a impulsar una respuesta reaccionaria contra quienes defienden los derechos de los marginados y los diferentes.
Un abrazo, Maite.
¡Hola, Nino! Se nos concedió boca para hablar y manos para escribir, solo faltaría. Pero es más, qué duda cabe que siempre escribimos sobre nosotros mismos. Puede ser un relato, una reseña, un artículo, un monólogo... cualquier negro que sale de nosotros y se traslada al papel blanco habla de nosotros. Eso es algo que se llama voz propia, algo que cada vez cuesta más encontrar en medio de tanta soplapollez sin gracia, sin picardía, sin profundidad, sin verdad. Así que sigan ladrando los que son incapaces de emborronar otra cosa que clichés y trending topics o cualquier otro nombre que se le de a esos precocinados irrelevantes. Un abrazo!!
ResponderEliminarHola, David:
EliminarSin ser bocazas ni manazas, hablo con maña y escribo sin saña.
Soy gran admirador de ese Nino Ortea que escribe parecido a como hablo. Lo llevo leyendo desde los tiempos de colegio en los que me sentaba a su lado y lo veía escribir con faltas el texto dictado por el dictador profesorado. Me llevé un sorpresón grato cuando empezó a escribir continuaciones para las películas o tebeos que los dos veíamos y leíamos. ¡Era como si me leyera la mente! Curiosamente, a los profesores no les gustaba que explicara su opinión leyente en los comentarios lectores, le afeaban ser muy personal al escribir su sentir.
En el instituto, más de lo mismo: su opinión personal era demasiado personalizada, pero él la defendía aunque le costar un suspenso –total, por uno más, ¿qué más daba? Prefería ser digno a aprobado. Con mi total apoyo comenzó a escribir textos sobre Cine para la revista del instituto –allí fue donde este escritor pasó a tener nombre y apellido–, luego empezó a colaborar en fanzines. Y así hasta ahora en que sin pena ni gloria, autoedita sus niniedades en este bloc y su Amazon.
Respecto a las soplapolleces ajenas, ¡nos la soplan! Sólo leo a quienes me interesáis y él sólo comenta a quienes lo inspiráis: tanto yo como Nino Ortea estamos hartos de escritores que afirman no serlo, pero esperan que los leas; de escribanos que reniegan de su condición, pero pagan para que se les publiquen; de poetas con alma sin lustre y de fabuladores sin alma soñadora.
Un placer leerte, David. Y gracias, sinceras, por todo el ánimo que me llevas transmitiendo desde que coordinabas “El tintero…”
GRACIAS.
Tu entrada me hizo recordar a un documental sobre Alan Moore, en que el gran guionista afirma que la verdadera magia está en las palabras. Que incluso puede ser usada contra el enemigo, para descalificarlo, incluso para la posteridad.
ResponderEliminarHay quienes necesitan ser egocéntricos, para afrontar un mundo, que es hostil.
Me gusta la instropección de tu blog.
Saludos.
Una ocupación para promover la imaginación, para futuros escritores. Como ser oficionista lo fue para Franz Kafka.
Hola, Demiurgo:
EliminarGracias por estos doce años de compañía: junto a Clarisa eres mi lector/comentador más estimulante.
Casi conozco en persona a Alan Moore. Entablé un trato cercano a la amistad con Eddie Campbell durante su visita a Gijón. Al año siguiente él vino a una convección a Madrid. Baje a su encuentro y a conocer a su esposa. Eddie me dijo que le había dado a Alan un ejemplar de un ensayo sobre su obra “From Hell” en el que yo había colaborado y que le había gustado lo que había llegado a entender de mi texto. De Madrid Eddie y Ann se iban al Reino Unido por temas personales y profesionales. Entre los profesionales se encontraba verse con Alan Moore para tratar su siguiente obra. Me propusieron acompañarlos. Mis limitaciones económico-sociales me impidieron hacer el viaje.
“Egocéntrico” es un adjetivo despectivo muy amplio, engloba tanto a egoístas como, por ejemplo, a asertativos. Pertenezco a esta última categoría. Soy consciente y lo reconozco sin falsas modestias, algo que molesta a los falsarios y a las dúctiles. Saber decir “no” y hacerlo con rotundidad es sentido como una agresión por quien espera de ti que contemporices con su quimera.
Quizá el único consuelo ante ciertas situaciones kafkianas, sea el encontrarlas inspiradoras. Pero no soy una persona posibilista.
Todo mi afecto, admirable Demiurgo.