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Dicen, que yo no te conozco,
que yo debo estar loco,
soñando en tu querer.
Hola a todos en este viernes enloquecido en el que, una vez más, voy y he venido.
Tras levantarme e intentar afinar mi puntería por la retretada embocadura de la tubería, —ya sabes, ¡fíjate bien en lo que heces, no vayas a convertir el baño en piscina!— voy yo y enloquezco.
Patidifuso me quedé al abrir los ojos, y creer que los otros —desde mar adentro— habían logrado imponer su tesis de dedicar una jornada al urbi et orbi de Alejandro Amenabar.
Que cuando no es el día de la carne, lo es del pescado; y hoy, ni esto es Bélgica ni es martes, si no el día de: ¡
-->ministras y vasallos, talanteros todos, rindamos pleitesía al sinuhe de los ingenios!.
Radio, prensa y danoNinos caducados, ¡todos sin excepción! publicitaban lo afortunado que debía sentirme por que el señor de las ilusiones hubiera o hubiese elegido este día para su quinto advenimiento cinematográfico.
Puestos a sentirme, me senté, —que no es Amenabar el único que tiene trono o roca—. Sin bajar la mirada, ni alzar la nariz, concluí que algo debe de estar mal en mi interior… lo del exterior es usheriano. Y es que, agora que todo el mundo dice maravillas del amanerado Amenabar, voy yo y NO me desdigo: no me gustan ni su cine ni su figura pública.
Sólo me gustas tú; pero ni por ti vería otra obra maestra de ese genio. ¡Ya las he visto todas, y no entiendo ninguna!
¡¿Qué voy a hacerle yo, si soy un memo y me gusta el cine ameno y no el de Amenabar?! Quizás lo desprecie en vano; al igual que vaneé cuando desoí a Jesulín, desleí a Ana Rosa y desnudé a la Esteban.
De verdad, ¡lo juro por los clavos de cRisto! (Mejide): el día que me gusten las feas, iré con la más pestiño de ellas a ver una tesis del abre ojos. Pero, me gustáis las guapas, vamos, ¡que me gustas tú!
Así que ¡ponte esos zapatos rojos, y alégrame los ojos!. Que hoy vamos donde quieras, menos a ver la peli de ese lumbreras.
Y, agora, es cuando vas tú y enloqueces…
Nino Ortea. Gijón, 9-X-09
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