La fuerza que transmite Blaze of Glory sería inconcebible sin la presencia de Leonardo Manco en el dibujo. Basta observar cualquiera de sus portadas para la serie, para ponernos sobre aviso del magnífico trabajo visual que vamos a presenciar. Y es que sólo con presentar figuras humanas sobre fondos neutros, lograr sintetizar el espíritu de cada episodio; plasmando perfectamente la ya citada tendencia de John a dotar a cada capítulo de sus obras de un discurso propio.
Este dibujante de quien hemos podido disfrutar en nuestro país sus trabajos en Hombre Lobo, o el Anual de 1999 para los Vengadores, logra plasmar en su dibujo toda la celeridad y quietud, rabia y sumisión, vida y muerte que caracterizaron la vida en aquellos difíciles años y que Ostrander buscaba relatar; necesitando de un dibujante que supliese con la expresividad de su dibujo, el silencio narrativo que el guionista había decidido adoptar en la plasmación gráfica de sus ideas.
Fue tal la compenetración alcanzada entre los dos creadores, y tanta la confianza depositada por el escritor en el ilustrador, que Ostrander reconoce sentirse aun hoy en día maravillado ante las decisiones y licencias que Manco desarrolló al dibujar su relato. Bromeando sobre el hecho de que la realización de la serie se había abordado dentro del típico estilo Marvel, John afirma haber creado una cuidadosa trama argumental, sólo para que el dibujante, con pretensiones de artista, no hiciera caso a ninguna de sus indicaciones.
Leonardo realiza un soberbio trabajo tanto en la reconstrucción de situaciones arquitectónicas —sus casas son hogares no cuatro tablas puestas en pie; las oficinas son lugares de trabajo, no muestrarios de a ver cuantos libros logro dibujar en ese estante— medioambientales —los pasos, cañadas y caminos no están diseñados para ser bonitos, están hechos para ser cruzados, usados y cabalgados—, o humanas —sus personajes sudan, lloran, respiran—.
Rediseña la apariencia de los héroes, adaptándola a las ilustraciones que guardamos de la época, con largos guardapolvos, descuidadas vestimentas e impoluto armamento; a la vez que dota a alguno de ellos de un llamativo parecido con estrellas de Hollywood. El acertado uso de manchas , convertidas en sombras o vacíos; el certero recurso a unas líneas, convertidas en arrugas de la ropa, o grietas en la madera, hablan de lo cuidado de un dibujo que nos recuerda en su uso de la luz y plasmación de ambientes, al realista uso de la fotografía en películas como Sin perdón.
Destaca el trabajo de la colorista, Mariana Manco, quien al usar tonos predominantemente apagados y a una iluminación semejante a la luz natural pasada por diferentes filtros, incide en el tono crepuscular de la obra.
La importancia que el movimiento, la acción y la violencia tienen en el relato, es magníficamente captada y representada por Manco en su dibujo. En el que destaca un dinámico uso del encuadre, los personajes están moviéndose, cabalgando, luchando,... lo que se traduce en un constante cambio en perspectivas, planificación y tamaño de la viñeta.
Esto lejos de marearnos es en un aliciente de lectura, al encontrarnos con unas imágenes que nos permiten seguir el relato prescindiendo de los textos; la mera planificación de cada página ya hace que nos hagamos una idea de los diferentes ambientes que coexisten en la serie.
Tan sólo las leyendas son eternas, envidio en John Ostrander su capacidad para crearlas.
© Nino Ortea. Gijón, 15-IX-2010