Una de las mayores decepciones que me he llevado últimamente —y eso que cada vez que me miro a un espejo se me arruga el entrecejo— ha sido la gestión del Presidente Barrack Obama.
Me alegra la capacidad de reacción del pueblo estadounidense –esos yanquis a los que, en nuestra prepotencia europea, consideramos unos descerebrados— y la manera en que no dejan que su ideología se anteponga a sus sentimientos: que la cosa va mal, a por otra opción.
También valoro ese “Me he equivocado, acepto la responsabilidad”, con el que el atlantista Obama ha reaccionado ante la derrota sufrida por su partido en estas eleciones. Otros talantistas, en vez de admitir su desgobierno, cambian de ministros que no de carteras —que siguen siendo las nuestras—.
Me preocupa el auge que el integrismo social está cobrando en la sociedad norteamericana. Y el que movimientos que niegan lo evidente (la importancia del sexo en las relaciones humanas, la igualdad en el acceso a los derechos sociales, la libertad en el ejercicio de las libertades individuales…) pasen de ser un chiste a llevar el Poder político en ristre... que se empieza con el té y se acaba con las teas.
Entre otras causas, mi preocupación tiene su origen en que es tal nuestra ansia de mimetismo de la sociedad estadounidense —Halloween, Paris Hilton, café en vasos de cartón…— que Europa puede no tardar mucho en empezar a adoptar esos ¿valores sociales? De sobra sabemos las consecuencias que ideologías presentadas como “movimientos” —y no como “partidos”— han tenido en nuestra Historia contemporánea.
Por lo demás, se acerca período de elecciones. Quizá ha llegado el momento de hacer algo más que quejarme y pasar a la acción.
¿Sabíais que sólo hacen falta tres personas para constituir un partido político?
Esperanzado.
Nino Ortea.
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