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miércoles, 18 de diciembre de 2013

El hilo de Ariadna II.



Ahora no estoy solo en mi laberinto. He llegado a una encrucijada en la que confluyen pasillos de otros meandros. Resuenan voces que denuncian los abusos de La Armada Cultural, que navega a toda vela gracias a las condenas a galeras a las que somete a los creadores.

Los editores, los promotores y los productores son unos facinerosos, que cuentan con patente de corso para cazarnos tras denostarnos como piratas, cuando sólo somos hermanos de la costa libertaria. ¡La Industria es el Capitán Morgan, nosotros la tripulación de El cisne negro!



Pero no es así. La vida no es en blanco y negro, está llena de matices.

Me llama la atención la persistencia de mis compañeros en que La Cultura sea gratuita. ¿También la querrán arbitraria y sin fundamento? Yo pienso que lo que debe ser gratis son el pan y la sal, los mimos y las caricias. La cultura debe ser popular y barata, que no mala. El creador deber ver garantizado su derecho a ganarse la vida con dignidad, no viviendo de limosnas institucionales.



Me descubro hablando en voz alta y mis camaradas empiezan a mirarme. Les digo que no entiendo que un escritor no pueda aspirar a ganar dinero escribiendo una novela, pero sí una profesora que comenta libros ajenos o un bibliotecario que los clasifica.

Con nuestros abordajes estamos hundiendo pequeñas naves, patroneadas por mercaderes modestos y tripuladas por algunos de nuestros iguales que, tras sobrevivir al naufragio, se convertirán en marineros en tierra y no volverán a navegar por los mares de los sueños.



Varios de mis camaradas me lanzan andanadas de descalificaciones antes de alejarse. Otros, simplemente continúan su singladura. Yo, varado en la arena de mis contradicciones, vuelvo a mi laberinto. Sigo buscando en él al monstruo de La Industria que se alimenta de la carne de los creadores. Quiero derrotarlo. Me veo como Teseo en su enfrentamiento con El Minotauro. No me doy cuenta de que La Industria vive lejos –en un palacio de privilegios– y ha logrado que muchos deambulemos por laberintos sin salida.



Me detengo en mi caminar. Comprendo que las contradicciones forman parte de la vida y que no debo dejar que me atrapen ni me aíslen. Quizá ha llegado el momento de desandar lo andado y regresar junto a Ariadna.





Estoy escribiendo una nueva novela. Ojalá llegues a leerla.


El hilo de Ariadna I.

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