Ahora no estoy solo en mi laberinto. He llegado a una encrucijada en la
que confluyen pasillos de otros meandros. Resuenan voces que denuncian los
abusos de La Armada Cultural, que
navega a toda vela gracias a las condenas a galeras a las que somete a los
creadores.
Los editores, los promotores y los productores son unos facinerosos, que
cuentan con patente de corso para cazarnos tras denostarnos como piratas,
cuando sólo somos hermanos de la costa libertaria. ¡La Industria es el Capitán Morgan, nosotros la tripulación de
El cisne negro!
Pero no es así. La vida no es en blanco y negro, está llena de matices.
Me llama la atención la persistencia de mis compañeros en que La Cultura
sea gratuita. ¿También la querrán arbitraria y sin fundamento? Yo pienso que lo
que debe ser gratis son el pan y la sal, los mimos y las caricias. La cultura
debe ser popular y barata, que no mala. El creador deber ver garantizado su
derecho a ganarse la vida con dignidad, no viviendo de limosnas institucionales.
Me descubro hablando en voz alta y mis camaradas empiezan a mirarme. Les
digo que no entiendo que un escritor no pueda aspirar a ganar dinero
escribiendo una novela, pero sí una profesora que comenta libros ajenos o un
bibliotecario que los clasifica.
Con nuestros abordajes estamos hundiendo pequeñas naves, patroneadas por
mercaderes modestos y tripuladas por algunos de nuestros iguales que, tras
sobrevivir al naufragio, se convertirán en marineros en tierra y no volverán a
navegar por los mares de los sueños.
Varios de mis camaradas me lanzan andanadas de descalificaciones antes
de alejarse. Otros, simplemente continúan su singladura. Yo, varado en la arena
de mis contradicciones, vuelvo a mi laberinto. Sigo buscando en él al monstruo
de La Industria que se alimenta de la carne de los creadores. Quiero
derrotarlo. Me veo como Teseo en su
enfrentamiento con El Minotauro. No
me doy cuenta de que La Industria vive lejos –en un palacio de privilegios– y
ha logrado que muchos deambulemos por laberintos sin salida.
Me detengo en mi caminar. Comprendo que las contradicciones forman parte
de la vida y que no debo dejar que me atrapen ni me aíslen. Quizá ha llegado el
momento de desandar lo andado y regresar junto a Ariadna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu lectura comentada.