“La sinceridad es una enfermedad.
Al menos a mí me ha encamado, escayolado y hospitalizado”. Nino
Ortea twiteavit.
Más de una, quizá
hasta dos –no me pidáis que las cuentaviejee, pues soy de los del puño cerrado
y no lo abro ni para contar con los dedos–, me ha trasmitido su extrañeza ante
mi blogueística pereza.
Aquí os ficciono
parte de la conversación uasapeante de mi heterónimo diletante con su imaginada
deslumbrante:
—No es pereza ni vagancia, al menos no lo es ante tu belleza y tu exuberancia.
Tampoco he cometido la bajeza de abdicar cual realeza, ni fugado me he a
Francia. Es que me falta entereza tras mi reciente traslado en ambulancia
—le confesé sin petulancia.
—¿Ambulancia? ¡Tú, con tal de no gastar suelas, Ninín, cuando no corres,
vuelas! A falta del gran Tío Gilito,
aquí tenemos al nimio Ortea; quien
no saca la cartera por si se le estropea. Seguro que te querías ir de
vacaciones y, a falta de hotel, te fuiste a un hospital y lo hiciste sin gel
—contesta la muy veraz con su verdad contumaz.
Y, como explicación, le
conté la historia que os chisteo a continuación. Eso sí, permitidme dos
consejos que os alejarán de la histeria:
1. De
la verdad manteneros siempre lejos.
2. A
las enfermeras karatekas no les admiréis…. las cataratas.
El caso es que el
pasado 1 de junio mi capricho me preguntó: ¿Con cuántas
mujeres has dormido desde que este año ha nacido, Ninín?
Yo –tan impaciente
por comenzar el tacto, como inconsciente al verborrear al acto – le contesté: Solo duermo contigo,
mi amor. Las demás me mantienen despierto…
¡ZAS!
¡¡PUM!!
¡¡¡CRASH!!¡
De su cama a este
hospital. Habitación 666. Horario de visitas: de 10 a.m. hasta 8 p.m.
No me traigáis
flores, ni bombones. Sólo cosquillas y ternurillas.
Siempre vuestro:
El Enfermo Imaginario.
Pues un buen consejo el tuyo. Pienso que estar cerca de la verdad, esa verdad que como tal imaginamos y sabemos que causará malestar, es un peligro solamente en ciertas ocasiones:
ResponderEliminar1- cuando no tienes nada que perder o las espaldas cubiertas
2- cuando se trata de un amigo o persona querida y te toca a ti decir lo que nadie se atreve a decir
3- cuando realmente quieres tocar las narices y alguien se merece que le cantes cuatro verdades bien gordas
4- cuando hay que restregarle su pasado o sus acciones a alguien que se las da de honesto o puritano
5- cuando al hacerlo se consigue algo que le tocaba a otro que no lo merece y tampoco tienes nada que perder
Ahora, bien, si diciendo la verdad a un amigo te sientes tan mal como bien, con la 1, 3, 4 y 5 te lo pasas en grande y mantienes durante años la sonrisa en el rostro cada vez que recuerdas en instante, jajajaj!
Sr. Enfermo Imaginario, le dejo a usted un regalo "un poco bobo..." pero simpático :)))
Estimada CensurasigloXXI:
EliminarLe escribe su desde ahora confeso admirador “El enfermos imaginario”, aprovecho que Nino se ha ido a disculpar ante las enfermeras para contestarle.
Me alaga su regalo: este comentario tan solidario con mi condición de noticiario de lo imaginario.
Para mí, el mayor peligro es la BELLEZA, me lleva a la tentación y es raro que acabe de una pieza. Ya me lee ahora hecho cachitos sólo por mi sinceridad ante mi zalamera y mi curiosidad por asomarme al escote de la enfermera.
Yo tuve un amigo, o eso me decía él. En realidad era alguien que usaba “su verdad” para ocultar “mis mentiras” Y no vea usted cómo me aburría escuchando sus sensateces y sus buenos consejos. Yo lo escuchaba y me preguntaba ¿Si sabe tanto sobre la buena vida, cómo es que la suya es tan penosa?
A mí la que me gustaba era su novia. Ella era la que me movía a estar con él. El día que dejaron de ser pareja, nosotros dejamos de ser amigos. O eso creo que me gritó él, cundo vio que con ella yo no seguía sus buenos consejos sino mis bajos instintos.
Lo de decir la verdad lo considero una maldad, así que no encajo en ninguna de las opciones que usted enumera. Nino creo que optaría por la ocasión “3”; no por aquello del trío, que es muy puritano el tío, sino por su afición a tocar las narices a los que en verdad le caen bien gordos.
La tengo que dejar, se acerca Nino con su caminar de pingüino. El censuraría el que yo le haya escrito, sin haberme dado usted permiso.
Un placer su visita, créame, me ha encantado el regalo de su sonrisa.
Suyo por siempre:
El enfermo imaginario.