Todo
esto y más, está presente en cada uno de los relatos recogidos en esta
antología.
El
vínculo común, ya preconizado en el título de la obra, es El Tiempo, o más bien
esa teórica Cuarta Dimensión que Hawking
o Einstein han venido a denominar El
Espaciotiempo. En el caso que nos ocupa, nos encontramos ante una especie de
metalenguaje creativo, pues, en realidad, todo proceso artístico es un viaje
por esa cuarta dimensión, aunque por desgracia muy pocas obras logran culminar
con éxito esa singladura que concluye en el puerto de la perpetuidad.
Cuestión
de tiempo es uno de esos contados cruceros creativos
en los que, una vez que te embarcas, tienes la seguridad de que llegarás, una y
otra vez, a buen destino tras diferentes escalas.
La
primera parada sería en Bricolaje;
donde dentro de un escenario costumbrista como es el cabreo de un padre ante la
negativa de su hijo a cenar, asistimos a un viaje astral en el tiempo que dura
una caída, y a una acertada reflexión sobre el peso de lo fortuito en los
avances científicos.
En
las ocho páginas de Tridisex, dos
tiemponautas —convertidos en increíbles hombres menguados— son enviados en un
regreso al pasado histórico con una misión científica: el análisis del contexto
de La Revolución
Francesa. El problema es que el carácter rijoso de su
controlador los envía al vello púbico de María
Antonieta. Una crítica mordaz a la
tendencia a preocuparnos más sobre la historia íntima de los personajes
históricos que de los hechos. Una crítica al sistema educativo en el que prima
el aprendizaje de lo anecdótico —¿Quién era La Monalisa?— que del valor
de la obra.
No
conviene olvidar que el Gimenez
dibujante tuvo serios problemas para aprobar la asignatura de dibujo en sus
años de secundaria.
James Cameron nos planteó en Terminator (1984) el envío de un
agente al pasado, para solucionar el presente y solventar el futuro. En Express (1982) este futurible tan humano
de desear dar marcha atrás al reloj, es planteado en pleno talgo París-Madrid.
Entropía especula
con la tendencia natural a la pérdida
del orden, y la posibilidad de que en un mismo espacio, y por un instante,
coexistan diferentes realidades. Lo repetitivo de las guerras, la condena
bélica a la que parecen estar condenados ciertos enclaves geográficos, son la
muestra tangible de esta realidad alternativa.
Tras
el título felliniano 8 y ½, nos
encontramos con una de vaqueros. Si ya en una de las páginas de Bricolaje, el western había sido nuestra
última frontera, ahora disfrutamos de ciencia ficción de saloon y pistoleros.
La posibilidad de detener el tiempo, nuestro deseo de ralentizar ciertos
segundos de gloria, lo inexplicable de ciertas rachas de suerte o nuestra
capacidad de empatía aparecen plasmados en este ciberwestern sin almas de
metal.
La
sexta historia, última de ocho páginas, refleja nuestra vanidad, nuestro deseo
de inmortalidad, y nuestros nulos recelos a la hora de incumplir toda ética y
moral, cuando deseamos algo. La necesidad de sentirnos adorados, de permanecer
en la memoria o el recuerdo de los otros son más fuertes que los preceptos
científicos. Cronología es a su vez
un guiño nada disimulado al deseo de perennidad buscado en las creaciones
artísticas.
La
violencia, lo absurdo de la muerte, la capacidad de destrucción de la
tecnología mal aplicada, la eternidad de lo creado pero no de su creador… toda
una serie de constantes en los relatos previos, aparecen plasmados en Residuo. Cuatro paginas en las que la
partida de ajedrez entre La Vida
y La Muerte se
eterniza en el tiempo por el enroque eterno del séptimo sello.
Quizás
Dios decide nuestro destino jugando a los dados… Lo que está claro es que, como
plasma Juan Giménez, el tiempo que desaprovechamos en odiar, intrigar o enredar
es tiempo que nunca volverá.
Gracias
por tu lectura.
l tiempo que desaprovechamos en odiar, intrigar o enredar es tiempo que nunca volverá.
ResponderEliminarInmensamente bello y cierto
Buenos días, Recomenzar:
EliminarGracias por tu comentario.
Sí, el tiempo que malgastamos en odiar a alguien es regalárselo a esa otra persona. Soy alguien que no perdona ni olvida; pero no por eso intento evitar pasarme las horas maquinando contra quienes forman parte de mi “bestiario”. En cierta manera, ser feliz a mi manera es mi mejor venganza contra quienes buscan amanerarme.
Valoro más el tiempo que el dinero. Sé vivir en una eterna precariedad económica, pero no con escasez de tiempo. De hecho, eso me planteas problemas ya que la mayor parte de las personas viven a un ritmo al que no me sé acompasar.
Gracias por tu visita, Recomenzar.
Pues sería muy divertido estudiar las anécdotas de la historia, eso sí, ¡¡¡después de sabértela toda por la punta de los dedos!!!
ResponderEliminarNi te cuento lo que significaría ser una tiemponauta menguada en uno de los barcos de Barba Roja, en un violín Stradivarius, en la calva de Sócrates, en el ombligo de Hipócrates, en las sábanas de Alejandro Magno, en la mano descubierta de Napoleón, en el bigotillo de Hitler, en la oreja de Jack el Destripador, en la piel de Aspasía, de Frini, de la reina de Saba, de Cleopatra...
Necesito dos vidas para cotillear solamente un siglo, jajajajaj!
Perdón por si alguien se chincha, pero los funcionarios por devoción o dueños de plazas que se olvidan de trabajar en cuanto las ganan, se pasan las sesiones laborales pensando en sus moscosos y en como trabajar menos, sino que se lo digan a mi exjefe, que trabajaba doce horas semanales por casi 2500 bellotas, cuando yo llegué y pese a que solamente debía dedicarme a la investigación, me endosó las doce horas de sus clases, la corrección de SU medioanalfabeta publicación, porque en 28 años de docente universitario solamente ha publicado un libro, el que yo le ejem, ejem... organizó un congreso que me encargó a mí, desde reservar hoteles y traslados, billetes de tren-avión, menus, dípticos, contactos, audios, vídeos, pantallas, micrófonos, regalos, alimentos para 60 conferenciantes y casi 400 alumnos y un largo plus; durante cinco años estuvo missing mientras yo, con un sueldo paupérrimo de becaria me encargaba de todo. Volvió criticando mi trabajo después de cinco años, expandió mi malhacer y me pidió favores sexuales. Tras ese retorno tan apoteósico y mi negativa por asqueo más que por ofensa, me dejaron en la calle. Ahora tiene a otra y él, al igual que tantos sigue odiando, enredando e intrigando contra quien puede o se deja.
Y tienen todo el tiempo del mundo...
Y siguen sin prepararse siendo los eternos mediocres...
Y ocupan puestos de responsabilidad...
Y viven amargados teniéndolo todo...
No lo entiendo.
Perdón, perdón, perdón.... me fui por el tronco, las ramas y los brotes de las hojas!!!!
Repito, me encantó leerte, un disfrute, Nino.
Beso y cafelito. Gracias por soportar el rollo :)))
Buenos días, Verónica:
EliminarUn placer leerte aquí y en tu blog http://censurasigloxxi.blogspot.com.es/.
Disfruto mucho leyéndote y releyéndote. Eres la primera persona en mis 5 años de internauta cuyos textos descargo para releerlos sin los condicionamientos a los que me lleva mi acceso prestado a Internet.
Me gusta observar las vidas de los demás. Fijarme en un detalle y dejar que mi imaginación me cuente una historia. Quizá por eso no me siento solo cuando no estoy acompañado.
Estaría bien ser un “tiemponauta”. Visitar esos momentos históricos que escribes para observarlos junto a personas tan únicas que se han convertido en personajes de sueños y pesadillas sería incomparable; pero creo que mi tentación serían los momentos únicos de mis seres queridos: me gustaría ver a mi madre la primera vez que me cogió en brazos, escuchar a mi padre cantando en un orfeón o ver a mi hermana jugando al fútbol.
A este tiemponauta no le gustaría poder viajar al futuro. Me temo que el mío no será muy prometedor. Y la realidad, cuando se presenta amarga, prefiero endulzarla con mis ensoñaciones.
Por otro lado, te agradezco el que me/nos hagas partícipe/s de la confidencia de tu intrahistoria, Verónica. No soy de los que se chinchan por tu opinión sobre la legión de inservibles investidos como servidores públicos, la comparto y me declaro harto. Quienes me conocen en persona o de leídas, saben que mi persona y mi personaje coinciden en estar a favor de la figura del “personal laboral” y no de la del “funcionario”.
Dejando a un lado los ejemplos sangrantes de profesores que desmotivan y médicos que empastillan, una figura que me lleva a la náusea es la del “funcionario antisitema”. Esa persona que por dinero se presta a ser un “machaca” de ese sistema que dice detestar.
La verdad es que, frente a realidades como las que sufro en mi condición de administrado, prefiero ser un ensoñado. Volviendo a nuestros placeres de tiemponautas, lo admito: me habría gustado ser el primer nombre tatuado en la piel de Angelina Jolie y confiar en también ser el último.
Muchas gracias por escribir, Verónica, disfruto mucho con la capacidad evocativa de tu ingenio y con la claridad expositiva de tus textos.
Ahora me paso a leerte.
Nino.