Hubo
un tiempo en que me creí un kinkón. De
hecho, recurrí a una imagen del gran simio para reflejar mi estado físico y
emocional hace casi cuatro años.
He
cambiado en este tiempo que lleva transcurrido tras mi caída. Quiero pensar que
el cambio tiene una parte de mejoría. Al menos me encuentro bien. Mi percepción
positiva se ha intensificado en los últimos meses.
Kong
sigue ahí; pero ahora, cuando fantaseo mi percepción personal en una imagen
icónica, no me viene a la mente el gran simio batiéndose el pecho, sino el Tío
Gilito zambulléndose en su riqueza.
A
diferencia del personaje Disney, no soy rico en dinero, sino en tiempo. Al
igual que el pato, me he vuelto tacaño con lo que atesoro. Me disgusta
malgastar el tiempo y evito desperdiciarlo. Eso no quiere decir que tenga mi
casa como los chorros del oro, ni que intente hacer más de dos cosas a la vez.
Sigo siendo un perezoso gozoso.
También
soy un desempleado.
Uno
de los problemas a los que me enfrento a diario es a que mi gestión del tiempo me
mantenga ocupado y estimulado. La sequía de horas laborales remuneradas me
lleva a canalizar parte de las aguas de mi estanque de tiempo en regadíos de
rutina. Empiezo por madrugar y acabo por no trasnochar; entre despertares y acostares
me impongo horarios y tareas.
Tengo
la suerte de que mi entorno afectivo está libre de enfermedades, lo que me
aporta una gran tranquilidad. Y tras una vida evitando responsabilidades, me
veo ahora libre de dependencias.
Aunque
mi situación económica es apretada, por suerte no es apurada. Desde siempre he
sabido estirar las cinco pesetas que había en lo que otros despreciaban como sólo
un duro. Vivo con limitaciones que azuzan mi ingenio y ayudan a mantenerme
ocupado.
Obviamente
lo que para algunos es cotidiano o ineludible, para mí es extraordinario. No
recuerdo la última vez que compré algo sin reparar en su precio.
Valoro
mucho mi tiempo.
Ya no se lo regalo a quien no lo aprecia. He dejado de ayudar o de entretener con mi verborrea a quienes no se interesan por mí. No acepto el desinterés cordial de quienes se dicen ser mis amigos pero se desdicen con sus actos.
Ya no se lo regalo a quien no lo aprecia. He dejado de ayudar o de entretener con mi verborrea a quienes no se interesan por mí. No acepto el desinterés cordial de quienes se dicen ser mis amigos pero se desdicen con sus actos.
Me
he vuelto un solitario.
No me escudo en mi situación económica, es una decisión personal. No me puedo permitir aburrirme. No puedo despilfarrar mi tiempo. Me gusta dedicarlo a escribir, a leer, a ver pelis, a callejear… Me lo paso bien conmigo. Estoy tranquilo.
No me escudo en mi situación económica, es una decisión personal. No me puedo permitir aburrirme. No puedo despilfarrar mi tiempo. Me gusta dedicarlo a escribir, a leer, a ver pelis, a callejear… Me lo paso bien conmigo. Estoy tranquilo.
Esto
es lo que hoy, 18 de junio de 2014, sé de mí.
Ánimo, te deseo toda la suerte del mundo.
ResponderEliminarBuenos días,
EliminarGracias por tus palabras de ánimo.
Las decisiones propias nadie las discute, amigo. Cada cual se conforma con lo que quiere o puede o tiene y sino, pues a decidir otra cosa.
ResponderEliminarY encontré hace 16 años a alguien como tú, no quería responsabilidades de pareja, le gustaba ir a su aire, pasear, invertir el tiempo en su ocio... ¿¿¿¿hijos????? ¡¡¡Menuda aberración!!!
...y hoy tiene pareja más dos niños adoptados.
Es que soy muy persuasiva, jajajajaa!
Ay, amigo, la vida depende de tantas cosas que se nos cruzan sin intenciones. Yo admiro a las personas como tú, y las envidio muchas veces, no creas. No depender de nada ni de nadie que te robe el tiempo. Es lo que m´s echo de menos, las largas sesiones de cualquier cosa, porque ahora se interrumpe todo mil veces al día, nunca me llega el tiempo para mí; pero como decíamos, cada uno decide su vida y mientras esa vida sea decidida Y NO IMPUESTA POR LAS CIRCUNSTANCIAS EXTERNAS, que no es lo mismo, pues es válida.
Bueno, es una opinión solamente...
Te dejo el abrazo de hoy y tu carajillo de ron negro del tiempo.
Buenas tardes, Verónica:
EliminarVivo como puedo y me dejan, pero sólo estoy conforme con lo que se acerca a lo que deseo. Es más, soy dado al capricho, no de cosas caras o intempestivas, pero sí placenteras. No suelo aprender de experiencia ajena, ni ambicionar lo que no me interesa.
Impulsivo, caprichoso, sin ambiciones… el adjetivo que más me define en otras bocas es el de “inmaduro”, coordinado con el de “egocéntrico” y “arisco”. Siempre fui el “raro”: Aquél al que no le gustaba el fútbol, el que posó el carnet de conducir nada más sacarlo o el que bebía ron con pepsi y no con coca.
Mi situación solitaria no es una decisión, no se me plantea otra opción que no conlleve el engaño o el hacer daño. De hecho, mi novela “Buscando el olvido” es una reflexión sobre la soledad, en la que me planteo si es algo a lo que lleva el destino enloquecido o es una opción personal cuerda.
Son muchas las personas a las que he decepcionado y las oportunidades vitales que he desperdiciado. En el tema del emparejamiento, tengo mi atractivo, ya que sin ser un Bradpit no soy un Danidevito. Soy alguien que no cae indiferente, por lo que atraigo o repelo. Pero también defraudo, ya que no soy un compañero fiable ante las vicisitudes amargas de la realidad.
Para mi sorpresa, dos mujeres con los pies en el suelo vieron en mí un candidato a padre modelo de sus hijos. Habría sido un mal padre, demasiado protector. Ahora que lo pienso, ninguna de ellas ha sido madre finalmente, pese a tener una vida afectiva bastante efectiva. Quizá el persuasivo acabé siendo yo, al asegurarles que la paternidad es un acto consciente de responsabilidad, no un capricho.
No me gusta llevar a la gente al autoengaño, detesto decepcionar(me) y aborrezco que me aburran. Hace meses necesité volver a vivir de manera solitaria, era la única forma de alejarme de mis miedos y de no invocar mis demonios. Es una actitud entre prudente y cobarde. Pero también resulta efectiva: me encuentro bien y tranquilo.
Y créeme, Verónica, pese a mi retiro, la gente no se agolpa esperando cada una de mis salidas, ni el Sol ha dejado de salir ninguno de estos días. La luna imagino que sigue ahí, pero cada vez me interesa menos la noche.
No me gusta ser un solitario, pero lo soy.
Pero eso te agradezco mucho tus visitas y la compañía de tus palabras; al igual que, sinceramente, disfruto leyéndote en tu blog.
Os deseo lo mejor. Quizá porque nunca me ha preocupado el futuro, ahora confío en que las cosas mejorarán.
Un abrazo en la distancia. Gracias por este café con “pingarates” (así decimos “gotas” en asturiano) de ron.
Nino