Durante
estos días perezosos, hasta la llegada del estimulante septiembre, voy a ir
colgando en el blog una selección/revisión/reescritura de una serie de entradas
de Ven y
enloquece. Entradas que agruparé bajo la etiqueta “Reprise”.
Empiezo
por la que fue para mí una gran sorpresa, al ver la reacción tras la lectura de
Ayer
la vi por parte de gente que me conocía.
Como
curiosidad, el protagonista de mi novela Buscando el olvido recuerda esto en
el capítulo 20 “(…) le
regalé un ejemplar que llevaba conmigo de la publicación Nueva Dimensión que recoge mi relato de apariciones espectrales Ayer
la vi. (…)”
Ahora,
con pequeños cambios sobre el original, recupero el que fue mi primer intento
de escritura poética bordeando lo patético.
Ayer
la vi (reprise)
Ayer la
vi; y por primera vez en cuatro años no la miré.
La
vislumbré sentada en la terraza de ese cruce que durante tanto tiempo se había
convertido en mí encrucijada.
La intuí
acompañada por su eterno enamorado.
No envidié
ser él. Me alegré de ser yo.
Ayer la vi;
y la posibilidad de que me hubiera visto no me hizo sentir como Aquiles, con el talón atravesado por su mirada.
Y, a
diferencia de Ulises, tampoco necesité
ensordecer mis tímpanos para no oír sus cantos de sirena.
Ignorarla
no fue ninguna gesta épica. Fue tan fácil como seguir mi camino.
Ayer la
vi; y recordé al ilusionado
iluso que, ebrio de pasión, le había cantado eso de Lo
más lejos, a tu lado.
Yo, que me
desviví por estar a su vera, me alejaba de ella.
Por
primera vez, mantenía mi curso frente a aquella que fue mi agujero negro.
Ayer la
vi; y no preferí quedarme ciego a ver cómo me ignoraba.
Ni deseé
estar en cualquier lugar sobre ella.
Aunque se
repetía la misma escena, el amor no era la droga. Lejos de ser un chico celoso,
me sentía como el Rey Arturo resurgiendo de Avalon.
Por fin aquellas canciones
de Roxy no me llevaban a ella.
Ayer la vi; y no regresé a casa
con el estómago en la boca.
Ni vi en mi reflejo la
expresión de un niño al que le acaban de revelar la identidad de los Reyes
Magos.
Al día le siguió la noche, y
no acabé aullándole su nombre a la Luna.
Ayer la vi; y, aunque ya era
agosto, deseé haberme encontrado en julio.
Pero comprendí que era
tarde. Mi tiempo había pasado.
Julio no tenía más noches
que perder conmigo.
Ayer la vi; y tenía que
decírtelo a través de este blog al que quizás entres silenciosa.
Ayer la vi; y eso hoy ya no
importa.
Ayer no te vi, y eso sí importa. Pero la
cobardía me impide romper el silencio.
y claro que está muy bien... y romántica la cosa... abrazo master...
ResponderEliminarBuenos días, JLO:
EliminarGracias por tu comentario.
Creo que ya me has leído que me gustaría ser letrista de canciones pop. Éste es mi sentido homenaje a un músico español, Enrique Urquijo, cuya música lleva acompañándome más de 34 años.
Me paso a ver cómo operas de maquinista general.
Un fuerte abrazo.
Ya ves, Nino, al menos de quien trate la historia, sea ficción o no, ha recuperado su yo frente a ella, sin dolor. Esa es la mitad primera. El problema es la segunda mitad, la que duele cuando está ausente, la que escuece en soledad, la que se mantiene como un piojo agarrado a una neurona.
ResponderEliminarMe gustó mucho ese salto de ejemplos, pero el final es de, ya sabes, πάρα πολύ όμορφο, είσαι πολύ καλός με ειδικό στιλ, είσαι και γενναίος και φρέσκο συγγραφέας, συγχαρητήρια.
Φιλιά και καφεδάκι, ελληνικό διπλό και μέτριο...
Buenos días, Verónica:
EliminarMe has acariciado el ánimo con tus palabras. Gracias sinceras.
La historia trata de mí, de Nino. Al escribirla Nino Ortea le da un toque emotivo que yo no sé alcanzar en la realidad. Fue un reírme para no llorar, algo a lo que me ayuda el usar mi heterónimo como mejor amigo que me dice en el momento oportuno Μην αποθαρρύνεστε, ζει τα όνειρά σας!
Este texto tiene mucho de autoengaño, imagino que de aquella prefería culpar a alguien de que me despreciaba en lugar de afrontar que no me apreciaba.
Esa segunda mitad, para mi vergüenza, es la que me ridiculiza ahora. Refleja el daño que hice a otros mientras me obsesioné con esa quimera.
Me gustaría ser tal y como me escribo; y no cómo me describen mis actos. Por suerte, los falsos recuerdos convierten actitudes degradantes en gestas de superación. En mis leyendas, soy mi propio “Odiseo” en un largo y venturoso regreso a “Ítaca”.
Una suerte el tenerte aquí, Verónica. Por mucho que un viaje sea una forma de conocerse, siempre es mejor saberse en buena compañía.
Σας εύχομαι καλή τύχη και την κοροϊδεύουν, ταξίδια, Verónica.
Está interesante tu argumento para claudicar al paso de ese amor... Pero vendrán otros amores para ese protagonista, y se alegrará de ser él.
ResponderEliminarPor cierto, bonito homenaje.
Saludos.
Buenos días, Clarisa:
EliminarSí. Por fortuna, los cruces se cruzan y las encrucijadas se dejan atrás. Llegan otras experiencias que renuevan las emociones y nos convierten en neófitos frente a lo ya vivido.
Escribir es recordar, también falsear los recuerdos y ficcionar lo vivido. También es un mapa que nos impide aventurarnos en lo escabroso para que nuestras naves de ilusión no se conviertan, de nuevo, en pecios de remordimiento.
Muchas gracias por tu comentario, Clarisa