El
rostro del demonio
Una
vez más, Alcatena da muestras de su
excelencia creativa. Sus lápices cobran una fuerza en blanco y negro, que el
color y el entintado ajeno desvirtúan.
Se revela
diestro para dar forma a cualquier cosa —real o irreal— de transmitir toda
sensación —impresionista o expresionista— de reproducir con realismo cualquier
figura, o fantasear con delirio cualquier forma.
Lo
mismo envuelve sus viñetas en un recuadro marcado—que refuerza lo narrado, o
alberga un desarrollo complementario— que las deja relacionarse libremente en
sus páginas. Alterna composiciones con guiños surrealistas —los barcos con ojos
y pie frontal de El rostro del demonio— con disposiciones herederas de los
códices medievales —véase el tercer episodio, Historias—.
Su
trazo alterna en una misma hoja del firme lápiz costumbrista, a la suavidad del
pincel onírico. La realidad que ve el Quijote carece de límites, está libre de
fronteras; mientras aquella en la que se fuerza a vivir integrado está
firmemente delimitada y entintada.
Pese
a lo desproporcionado de alguna de las situaciones, su composición es siempre
adecuada. Pese a mostrar a lo personajes en continuo movimiento, éstos siempre
aparecen en posturas cambiantes, no transmitiendo ninguna sensación de
monotonía. Y todo ello sin incluir ninguna imagen cinética ajena a la de la
propia figura.
Alcatena se
muestra perfecto en el encuadre, lo que se aprecia perfectamente en las
numerosas escenas que alternan movimientos ascendentes con descendentes por las
escaleras que atajan el Laberinto.
A
pesar de su dominio de la técnica, su trazo no resulta frío, ni su composición
abigarrada aunque su composición es detallada. Sus creaciones desprenden
humanidad, da lo mismo que hablemos de duendes que buscan recuperar el Arco
Iris, que de mascarones de proa que relatan sus singladuras. Es tal la carga
emotiva que transmiten sus dibujos, que nos es imposible no compadecer a la
mujer que se niega a salir de su jaula —esperando al príncipe idealizado que la
rescate— o no compartir la vitalidad de un Quijote reincidente en el pecado de disfrutar
de la vida.
Quizás,
como aseguran los autores, haya que ser un loco para buscar la Felicidad. Entonces
sólo puedo concluir admitiendo mi locura, pues la lectura de Dentro
del laberinto me ha acercado al delirio del placer ante lo narrado.
Cuidad
vuestra estabilidad mental, obras como ésta, donde se afirma que hay más de un
camino para llegar a la Verdad,
son desaconsejables en estos tiempos de pensamiento único disfrazados de falsa
progresía solidaria.
No
leáis, no penséis. Manteneros alejados de El
laberinto de las ideas. Demonizad al diferente, al que osa a criticar lo
que vosotros ni os planteáis.
No
leáis la obra de Mazzitelli y Alcatena, quizás os haga daros cuenta de
que vale más deambular solo por laberintos, que caminar en círculos por una Nada
abarrotada de seres vacíos.
©Nino Ortea
Muy bueno Nino, no conocía esta historieta. Me imagino que las posibilidades eran eternas, al poder hacer convivir tantos artistas e historias.
ResponderEliminarLas ilustraciones me recuerdan las historias nórdicas, tienen algo del Submarino Amarillo de los Beatles y también del cómic clásico.
¡Muchas gracias por presentarme esto que seguramente ha pasado frente a mis narices justo cuando yo estaba muy distraído!
Abrazo grande tovarich!
Hola de nuevo, Frodo:
EliminarSí, lo eran. De hecho siempre se espero que Mazzitelli y Alcatena volvieran a recorrer el laberinto.
Como bien sabes, el arte de Alcatena es capaz de dar forma a lo que la mayoría imaginamos sin saber definirlo. Lo considero uno de los dibujantes más dotados de su generación.
Gracias a ti por acercarte a este laberinto creativo, Frodo.
¡Rocanrol!