Quizá
empecemos a ser Naturaleza cuando seamos naturales, cuando desaprendamos lo
superfluo en nuestros comportamientos y desvistamos nuestros modales de modos
amanerados. Quizá empezaremos a ser Naturaleza cuando mostremos lo
natural en nosotros y no el artificio que impostamos para ser aceptados.
No me
planteo ninguna vuelta a la tribu, ni mucho menos a la horda; sino que
empecemos por aceptar la sencillez de nuestros sentimientos sin necesidad de
envestirlos de ambición. Ese comienzo requiere que nos paremos, (auténtico
anatema en esta sociedad en la que una persona sin prisa, es tachada de
improductiva y el dedicar el tiempo a impregnarte de sensaciones es
ridiculizado como una pérdida de tiempo) y sintamos con los ojos cerrados (las
apariencias engañan), así empezaremos a sentir la vida que nos rodea y nuestra
imaginación nos permitirá formar parte de lo que sentimos.